viernes, 7 de julio de 2023

Manolo Marco, una persona ejemplar

                                                            Año XII. Entrega nº 829


            Hace un par de semanas, con el amigo Carlos departíamos un largo rato con Manolo en el hospital, recordando viejos tiempos. Tiempos de atrás a los que hay que volver cuando sabes que no te quedan muchos por delante. Tiempos de amistad, tiempos de deporte, tiempos de entrega, a su familia, a sus amigos, a su club. Con Carlos habían coincidido en numerosas pruebas deportivas, duatlones, triatlones, con muchos amigos en común, con muchas e intensas experiencias vividas, que han quedado en los anales de la memoria, una memoria que encontramos intacta, y que acariciaba con suavidad, extrayendo de ella bonitos recuerdos, incluso llevando la iniciativa en la conversación.



            En mi caso han sido menos años, aún así, casi treinta los que han pasado desde nuestro primer encuentro, que me iba recordando con extraordinaria lucidez, mientras yo asentía, porque lo sigo teniendo muy vívido, aunque bien es cierto, no recordábamos la fecha, que a resultas de escudriñar en mis archivos, debió ser el 9 de septiembre de 1995, cuando coincidimos en la Cruz de Oroel. Subía con mi familia, Ángela y nuestros dos hijos, David (13 años) y Jesús (7 años) cuando, en la rampa final, ambos comenzaron un esprint para culminar el ascenso. Acababan de llegar Manolo, Pilar y Amaya, su hija menor. Fue Pilar, en su habitual empeño de atraer a la juventud al deporte la que, tras los saludos de rigor, irrumpía con un: “… ay qué chicos más majos y más valientes!… estos pa’ fondo… sabéis que hay en Jaca un club?…”. Mi ufana respuesta fue que ya hacíamos fondo, porque sí, el invierno anterior ya comenzamos los hijos y yo a monear por la base de la estación de Candanchú, cuando subía con los dos y me ponía a fatear con el mayor, dejando al pequeño en el coche durmiendo hasta más templada la mañana, cuando salíamos los tres. Pero le hice caso, y a los dos meses nos asociamos al club, inscribiendo a los chicos a los cursillos de fondo.



            En octubre de 2010 formábamos parte del equipo que realizábamos el circuito de la vuelta a los Annapurnas, y junto con Fernando Val formaban el perfecto tándem en el que descansaba la veteranía del grupo. Hacía muy poco tiempo que había salido de una grave lesión, pero no le faltó el tesón para no echarse atrás y cumplir su sueño de visitar las montañas de Nepal, todo un majestuoso escenario, meca de cualquier montañero que se precie. Seguro que estos recuerdos, como otros tantos, habrán estado presentes en su partida a esas otras montañas, en las que no le faltará una bicicleta y una mochila llena buenos recuerdos y de más proyectos por realizar. 


            Hace escasamente veinticuatro horas que nos dejaba el amigo Manolo Marco, y ya le echamos de menos. Todo un ejemplo para los que hemos coincidido en muchos momentos. Que tu sonrisa y tus ganas de vivir te acompañen siempre. Nunca olvidaremos los momentos vividos. Nunca olvidaremos tus ganas de vivir. Nunca olvidaremos tu lucha contra esa despiadada enfermedad. Nunca te olvidaremos.




jueves, 6 de julio de 2023

Ermita y puerto de Las Aras, desde Espés y Abella por el GR 15 y el PR-HU 133

 Año XII. Entrega nº 828


IXOS MONS
Ermita de Las Aras (1740 m)
Puerto de Las Aras (1904 m)
Sábado, 1 de julio de 2023

            … un arriero de casa Farré de Espés Bajo, se encontraba una noche con sus machos, pasando por el puerto cerca de la ermita de Las Aras y oyó una música. Se asomó y vio en la explanada delante de la ermita un grupo de encantarias bailando. Una de ella se le acercó y le preguntó si quería bailar con ella. Estuvieron bailando mucho tiempo y finalmente, se despidieron y ella le dijo que había bailado con la reina de las encantarias”. Relato de Josefina Roma en Piedras Sagradas.



            Años oscuros, seres mitológicos, el pliegue de una montaña, agua, rocas cerca, pastores, niños, arrieros, gentes sencillas, en definitiva, son los ingredientes comunes en todos los casos, y requeridos para entronizar una virgen tras su aparición. Leyendas que forjan tradiciones y devociones que algunas duran hasta nuestros días, mientras que otras se han perdido en la noche de los tiempos. El caso que traemos hoy, afortunadamente para sus partidarios, sigue latente entre los corazones de las personas, ya mayores, claro, que viven en la redolada, a uno y otro lado del puerto de Las Aras, entre el macizo del Turbón al oeste, y la sierra de Ballabriga al este. Situada la ermita bajo la vertiente norte del puerto, “… no parece conocerse el origen ni la advocación… se alude a un posible lugar sagrado, ya en tiempos de la dominación romana. La ermita recibía la romería de los pueblos de ambos lados del Turbón, desde Laspaúles hasta Benasque, el 2 de julio. Los vecinos de Espés y Abella, acudían cada día para cuidar de la lámpara de la Virgen. En los años 60 del siglo XX, fue decayendo la romería y el edificio, por la despoblación. Se volvió a reunir la gente en romería, aún en ruinas la ermita, a finales del s. XX, y sus aportaciones más las ayudas de las instituciones restauraron la ermita alrededor de 2010. Se entronizó de nuevo una imagen moderna de la Virgen, de pie, con el Niño en su brazo izquierdo”.


            No es extraño que en un lugar ancestralmente de paso entre la alta y la baja Ribagorza aragonesa se dotara de esta instalación para cobijo y auxilio de pastores, comerciantes, peregrinos y demás gentes. Tampoco lo es que en un lugar tan cercano al Turbón o a Laspaúles, con tantísima carga de tradición brujeril, se erigiera en este emplazamiento una ermita, en un acto de sacralización de espacios otrora paganos. Con la mente racional del siglo XXI y con el respeto a la historia e historias habidas en éste como en otros muchos episodios similares, nos acercamos al paraje con la curiosidad que siempre nos acompaña al visitar lugares ignotos para uno, de los que cada vez nos quedan menos, pero descubres que hay más. Es algo inexplicable para las matemáticas, el cómo restando se va sumando. 

 


            Lo hacemos por la vertiente norte, precisamente por la que se halla la ermita, para llegarnos, seguidamente hasta el puerto y recorrer, al menos visualmente, la vertiente sur que, alejándose de los Pirineos, ya llanea más. Y como nos gusta poner en valor los pueblos cercanos, que alojan a los verdaderos héroes pirenaicos, hoy serán dos los que entren a formar parte de nuestra ruta: Espés, punto de salida y llegada, y Abella. Ambos del municipio de Laspaúles y de los que más pendientes estaban del cuidado de la ermita. En marcha pues. Partimos de Espés, mal llamado Bajo, porque hay otro Alto, pero que los lugareños consideran que no necesita el apellido. Nos abrazamos al GR 15, esa Senda Prepirenaica que recorre la media montaña aragonesa, desde cerca de Pont de Suert, en el límite con Cataluña, hasta el Vértice de Algaraieta, con Navarra.


            Por la corta carretera local salimos a la general, que recorremos unas decenas de metros para continuar por la izquierda, por caminos de viejo, coqueteando con el barranco de Espés, hasta toparnos con el de las Navinas, que cruzamos. Al cabo de media hora encontramos el desvío para la ermita y el Turbón, por el que vendremos, pero que ahora obviamos porque queremos seguir por el GR 15 hasta Abella. Tras circular por terrenos semi inundados fruto de las últimas intensas lluvias, llegamos a una pista, que tomamos hasta situarnos bajo Abella, tras una hora desde el comienzo. Dejamos el GR 15 para tomar el PR-HU 133, que se nos abre a la izquierda, y que nos va a ser ya fiel hasta coronar el puerto. A tramos por un pinar, y otros al descubierto flanqueados por verdaderos mantos amarillos de los erizones, volvemos a emboscarnos para llegar a Selvaplana, cuya pista cruzamos.






            Diez minutos más y cruzamos un arroyo para incorporarnos ya a la pista, que nos va a subir hasta la ermita, dejando a la izquierda el desvío para Espés, que tomaremos a la vuelta. A otros diez minutos del desvío, dos horas y media desde el arranque, llegamos finalmente a la ermita, espacio provisto ya de los hierros para el entoldado que acogerá mañana la romería, a la que asistirán, previsiblemente, más de cien personas. Nos hallamos ya en un recóndito y bello lugar, que invita a continuar por el sendero para alcanzar el puerto, algo que hacemos en menos de media hora. Al llegar, como premio, se nos abre una extraordinaria vista hacia el sur, con un paisaje que se va dulcificando y con la sempiterna mole caliza del Turbón a nuestra derecha. Si echamos la vista atrás, vemos con perspectiva el circo que hemos superado para llegar hasta aquí, y rompiendo el horizonte del fondo, el Gallinero y sus adláteres.






            Un puerto, éste, transitado, muy transitado por hombres y animales en un pasado no muy lejano, se nos muestra hoy al retiro de todo ello, algo que aprovechamos para respirar su soledad mientras echamos un bocado. Nos despedimos de la dirección que traíamos del PR-HU 133, que se va para Vilas del Turbón, y le decimos que cambiamos la nuestra para desandar lo andado. Salimos de este magnético lugar, en el que confluyen los municipios de Torre La Ribera, Beranuy y Laspaúles, para volver a la ermita, acompañada desde hace unos pocos años por un refugio. Continuamos por la pista, y tomamos el desvío a Espés, dejando ya el PR, para tomar un SL. Al cabo de una hora por sendero, no siempre bien definido, por el bosque y algún prado, llegamos a dar con el GR 15, cerrando de este modo la circular. 




            Ya sólo nos queda volver por el mismo itinerario que a la ida, para llegar a Espés, habiendo recorrido 15,2 km, en 5 horas y 20 minutos, con un desnivel acumulado en torno a los 765 m D+/-.



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jueves, 29 de junio de 2023

Sierra de Icún, mirador de la otra cara de La Partacua

                                                      Año XII. Entrega nº 827


IXOS MONS
Punta d'Enmedio (2010 m)
Punta d'Icún (2141 m)
Sábado, 24 de junio de 2023

            “El barquero de Siddhartha decía: “el río me enseñó a escuchar”. Hay mucho Pirineo capaz de comunicarnos significados, donde sus voces o susurros no están todavía tapados por el creciente barullo”. Eduardo Martínez de Pisón.



            Sabias palabras que sólo podían salir de labios de un sabio que, a sus 86 años sigue repartiendo sabiduría, conocimiento, experiencias, y todo acompañado por su sonrisa, sencillez y simpatía. Tres “eses” a la que añadimos la de “siempre”, porque así ha sido a lo largo de su muy dilatada vida de docencia, investigación y divulgación de los valores del paisaje, como geógrafo de profesión y ecologista de vocación. Los que no hacíamos más que mirar en el paisaje, con él hemos aprendido a ver, a conocer, a valorar, a amar, en definitiva. A lo largo de su vida se ha hecho merecedor de numerosos premios, el último de ellos, el de Medio Ambiente de Aragón 2023, concedido por el Gobierno de Aragón, a petición de varios colectivos conservacionistas, pero que no fue entregado por razones espurias, y por ello, lo que quizá hubiera sido un acto institucional, frío, y sin mayor relevancia, gracias a la convocatoria de esos grupos, en connivencia con el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza, se convertía este lunes pasado en un entrañable y emotivo acto con la asistencia de un numeroso público entregado, que abarrotaba el Aula Magna del Paraninfo. Larga vida al homenajeado, y larga vida a los valores que promulga.


            Hemos acudido a sus palabras del primer párrafo, porque encuadran el acercamiento de hoy a las montañas, a esos Pirineos capaces de comunicarnos significados, voces, susurros, alejados del barullo. Un barullo que devora muchos de nuestros valles en las temporadas estival e invernal. Pero hay otras temporadas, hay otros valles, que se escapan a todo ello. Hoy, en una de esas contra temporadas, visitamos uno de esos valles que no tienen los atractivos turísticos de masas y que, por ello, los hacen más seductores para los que buscamos la sencillez del paisaje susurrante, tratando de que nuestra alma vibre al unísono con la de él. 



            Algo que reúne esas condiciones es el valle de Acumuer, perfilado por el río Aurín, que acoge las tierras de media docena de pequeños pueblos, hoy despoblados, como Asqués, Bolás, Isín y Asún, más los poblados de Acumuer y Larrés, en la cabecera y pies del valle respectivamente. Otros despoblados más antiguos son los considerados en el libro Geografía Medieval de Serrablo, de José Miguel Navarro (Ayto. Sabiñánigo, Instituto de Estudios Altoaragoneses y Museo Ángel Orensanz, 2000), como de esta misma cuenca como los de Ataguás, Güe, Orzandué, Senés y Siricata. Del mismo tratado, extraemos la información de la existencia en el valle de varios cenobios, como los de san Juan de Arguisal, santa María de Arrasul, san Cristóbal de Aurín o san Martín de Cercito. El río, tras nacer en la cuenca del ibón de Bucuesa y recorrer todo el valle, desemboca junto a la población homónima de Aurín, en el Gállego, tras 25 kilómetros de recorrido.



            Nos presentamos, pues, en Acumuer (ayuntamiento en 1834, al que se le unen Asqués, Asún, Bolás e Isín en 1845, pasando al de Sabiñánigo en la década de los 60), para dar comienzo a nuestra ruta incorporándonos al GR 15, o Senda Prepirenaica, por una vereda entre viejos campos que rumian su memoria porque ya nadie rumia por ellos. Como una hora enredados entre arbolado y arbustos, para salir finalmente a la tasca, cubierta parcialmente por ese erizón que coloniza el suelo, y que hoy nos ofrece sus mejores galas. Al poco, dejamos el GR 15 que siga a la derecha, para ir tomando a pecho la subida por las pendientes lomas que se nos presentan y que, para darnos un respiro, nos asomamos a nuestra izquierda, donde se nos abren vistas hacia la cabecera del Aurín y más allá. Estamos ascendiendo a la sierra d’Icún, y su punto más alto ya nos tiene en su radar, pero hay que ganárselo.



            Como a dos horas del arranque, tomamos la pista, que va acariciando la loma. Una loma a dos aguas, que las reparte entre en barranco de san Bartolomé a nuestra izquierda, que rinde al Aurín, y el del Aso, a nuestra derecha, que da vida al Sobremonte, a caballo ya, no solo por el parteaguas sino por el límite municipal entre Sabiñánigo y Biescas. Una de las cotas por las que pasamos sin apenas darnos cuenta, es la de la Punta d’Enmedio, con su elocuente nombre. Todas las sierras son parteaguas, naturalmente, pero hay una que nos lo está recordando permanentemente, es la de Partacua. Perteneciente al numeroso grupo de las Sierras Interiores del Pirineo, se extiende de NW a SE, estando limitada al oeste por la cuenca de Bucuesa, y al este por el río Gállego, su fiera cara norte la ofrece al valle de Tena, y su no menos agreste cara sur, al barranco de Merdacero o del Puerto, que es la que se nos presenta con todo su esplendor, con toda su crudeza.




            Un estéril, en apariencia, paisaje, pero que cumple su función sobre la vegetación, la fauna y el clima. La Peña Gabacha, en las estribaciones meridionales de la sierra, se funde visualmente con esta, debiendo prestar atención para distinguirla, dignificando, de ese modo, su entidad propia. Entre nosotros y ella, accidentes geográficos dignos de mención. El collado de Petruso, entre la Peña d’Icún (Cerro de las Canales en los mapas), y la Peña Petruso, que hace de bisagra entre esta sierra que hemos recorrido y la de Limés, recorrida hace cuatro años, y que se extiende con la misma orientación que la norteña Partacua, y en la que destaca la Punta de Burrambalo. Entre el Petruso y la Gabacha, otro collado, conocido como el Pilón de Acumuer, que hace de cabecera entre dos valles, el del Cecutar, que vierte al Aurín, y el de Merdacero, o del Puerto, que lo hace directamente al Gállego. Cabeceras en las que reina la paz en los llanos del Plan d’Igués y de Usabas, respectivamente.






          Tenemos que acudir a estas descripciones geográficas porque se lo merecen, y porque no hay mucho que contar, o no sabemos qué, de estas humildes sierras que tanto trasiego han vivido. Si dirigimos nuestra mirada hacia poniente veremos el pequeño ibón de Lacuna bajo la Punta de Moscatuaro, al que teníamos pensado visitar, pero a falta de saber si tiene conexión con el valle principal acortando terreno, lo hacemos sólo con la mirada. Volvemos, pues, sobre nuestros pasos, que los dejamos para continuar por la pista hasta el Estacho Plano, donde nos incorporamos al GR 15 dirección Acumuer, descendiendo por los aleros del barranco del Val, por entre un extenso manto amarillo de erizones. Siguiendo las indicaciones, el GR 15 abandona la pista y continúa por un sendero a la izquierda, que va ganando ya desnivel, pasando por un refugio forestal y convergiendo con el camino de subida, para llegar finalmente al punto de partida.




            Un bonito recorrido por solitarias sierras que contemplan agrestes y bellos paisajes, que nos ha llevado 6 horas y 10 minutos, para hacer 12,8 km y salvar un desnivel acumulado de en torno a los 1000 m D+/-.


Bibliografía:

Historia de Aragón. Los pueblos y los despoblados, I. Antonio Ubieto Arteta. Anubar (1984)

Geografía medieval de Serrablo. Ayto de Sabiñánigo, Instituto de Estudios Altoaragoneses y Museo Ángel Orensanz y Artes de Serrablo (2000)

El Alto Pirineo. Eduardo Martínez de Pisón. Ibercaja (2002)

Web:

Senderos FAM 

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Las fotos (las del acto de Eduardo Mtnez. de Pisón son extraídas de las redes) y el track