lunes, 22 de marzo de 2021

Circular Lárrede - Susín - Oliván - Orós Bajo, por la naturaleza y el arte serrablés

 


IXOS MONS
Circular Lárrede - Susín - Oliván - Orós Bajo
Domingo, 21 de marzo de 2021

            Quizá por tenerlo cerca, quizá por estar habituados a su presencia, la mirada se acostumbra a su resplandor, y quizá también, inconscientemente infravaloremos todo el arte, toda la historia que rezuma por los poros de una tierra muy castigada históricamente por las pugnas con ansias de territorio, con ansias de poder. Es muy aplicable al Pirineo Aragonés en su conjunto, pero en toda su extensión siempre hay zonas que brillan con luz propia, subcomarcas enteras con una identidad muy marcada. Estamos hablando del Serrablo, en el Alto Gállego, que concentra una gran cantidad de vestigios religiosos, en forma de iglesias y ermitas, construidas en los albores del segundo milenio (siglos X y XI), consideradas como mozárabes, prototipo del Románico aragonés.




            Como reza en una de sus numerosas publicaciones, “… Amigos de Serrablo comienza su andadura en el año 1971 con la intención de recuperar un grupo de iglesias medievales en ruinas a punto de desaparecer. En este proceso la Asociación ve además la necesidad de salvaguardar el patrimonio civil que estaba desapareciendo propiciado por la masiva despoblación en la comarca que nos atañe. Como consecuencia de todo ello, se recuperan todas las iglesias medievales románicas y mozárabes de Serrablo y varios edificios civiles, como la Casa Batanero (siglo XVIII), para albergar desde el año 1979 el Museo de Artes y Tradiciones Populares de Serrablo; y el Castillo de Larrés (siglo XVI), que alberga desde el año 1986 el Museo Nacional de Dibujo. En la actualidad constituyen una referencia obligada cuando se habla de arte medieval español. El conjunto fue declarado de interés histórico-artístico de carácter nacional en 1982”.


Imagen de la celebración
(Jacetania Express, cedida por el Gobierno de Aragón)

            Precisamente, y como publica Jacetania Express, con la presencia de Felipe Faci (Consejero de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón), y de Julián Ruiz (Obispo de Jaca), hoy se celebra en el incomparable marco del Monasterio Viejo de San Juan de la Peña el 950 aniversario del cambio del llamado rito hispánico o mozárabe (también toledano), por el romano. Un acontecimiento, según leemos en la red de redes, “… propiciado en Aragón por el rey Sancho Ramírez, que estaba a favor del cambio y el 22 de marzo de 1071, se cantó la primera misa romana en presencia del cardenal Hugo Cándido y del rey en el Monasterio de S. Juan de la Peña panteón real de los primeros reyes de Aragón que está situado al pie de los Pirineos, cerca de Jaca…” y en otro lugar leemos: “… Cuenta la crónica que hace 950 años, el 22 de marzo del año 1071, se produjo el cambio del Rito hispano al romano en el monasterio altoaragonés de san Juan de la Peña. La crónica es de una precisión absoluta cuando nos dice que las horas de Prima y Tercia se celebraron según la tradición hispana -toledana reza el texto- y la hora de Sexta -y desde entonces hasta nuestros días- según la tradición romana”. 


            Precisamente, también hoy, y tras esos 950 años de convulsa historia, pero que nos han dejado verdaderas joyas milenarias, cargados de emoción, tenemos el inmenso placer de contar nuestro paso por algunas de ellas, aportando nuestro pequeño grano de arena a la difusión de lo que nos ofrece este magno escenario de Serrablo, sus valores naturales, medioambientales y paisajísticos, y su inabarcable historia y arte, plasmados en verdaderos monumentos arquitectónicos junto a pequeños núcleos centenarios, cuando no milenarios también, que en la lucha por la supervivencia no todos han salido bien parados. Hoy, con un numeroso grupo de los Andarines del Club Atletismo Jaca, con el punto de salida y llegada en Lárrede, que con su parroquial de San Pedro es uno de los emblemas del Arte Mozárabe, nos marcamos una circular para visitar Susín, Oliván y Orós Bajo, acercándonos a ese otro monumento natural que las aguas del barranco d’Os Lucas han sabido labrar abriéndose camino a través de los impresionantes estratos que lo acogen.


            A mediados del siglo XI se termina de construir la iglesia de San Pedro de Lárrede, declarada Monumento Nacional en 1931. A las nueve de la mañana del primer día completo de la primavera, con una temperatura de tres bajo cero, caldeada por el entusiasmo de 14 andarines, comenzamos la ruta ascendiendo a la Torraza, ese torreón de vigilancia que se comunicaba con su gemelo de Escuer. Y lo hacemos de la mano ya del GR 16 que, con su nueva imagen de Sendero Turístico de Aragón, nos va a acompañar gran parte del recorrido. Nos metemos al bosque por un cómodo sendero, y a la media hora de la torre sale a nuestro paso un enorme cajico, que se deja abrazar y fotografiar. En seguida se llega a un cruce al que volveremos, porque lo que se nos ofrece ahora es tomar el ramal del GR 16.1, que une el próximo Susín con Yebra de Basa a través de Casbas (prácticamente en ruinas) y el puerto de Santa Orosia.






            Entramos en Susín, y lo que nos encontramos es otro de esos despoblados, que no abandonados, pueblos pero no como los demás. Este más cuidado, más arreglado, luminoso, acogedor. Al contrario de en la inmensa mayoría, aquí se siente vida, y es que hasta hace ocho años la había, gracias a Angelines Villacampa Villacampa, de casa Mallau que, junto con la de Canales y Ramón, son las únicas que había en el pueblo. Apenas entrando en el conjunto rural, tenemos a mano derecha una amplia era con dos bordas, desde donde se tiene una magnífica vista sobre el valle. Con sumo respeto circulamos por su calle principal, que nos transporta a otros tiempos. Topamos con un pequeño edificio que, por el cartel que adorna su entrada, debía ser la herrería. Justo enfrente, casa Mallau, donde Angelines vivió y acabó sus días, una auténtica heroína cuya mayor obsesión era “… que Susín tenga una restauración auténtica”, como reza en el epitafio de su tumba en lo más soleado de la parroquial de Santa Eulalia, siglos X y XI, con una importante remodelación en el XVIII.












            Como poderoso imán, nos cuesta salir del entorno para dirigirnos a la parte más septentrional del pueblo, donde se encuentra la ermita de la Virgen de las Eras, asomándose ya al comienzo del barranco de Oliván, y que mira de reojo a los restos de Berbusa (o Bergusa). El tránsito por la limpia vereda denota que está cuidado, y es que la Asociación Mallau-Amigos de Susín, compuesta por algún pariente de Angelines y voluntarios, se encarga de ello el último fin de semana de cada mes. Tenemos que abandonar este magnético lugar, pero no queremos hacerlo sin tomarnos la licencia de decir que conocía a Angelines el 4 de octubre de 2008, cuando asistía al segundo encuentro de la Senda Amarilla, organizada por la Asociación O Cumo, de Oliván, que reúne a cientos de personas como peregrinos de la memoria hacia Ainielle. Es ahí cuando la tuve de compañera de viaje un buen tramo, recordando cómo era la vida de antaño por aquellos lares.




            Volvemos a nuestro tiempo, también al cruce, para continuar por el GR 16, ya en franco descenso, hasta dar con la pista que, en un corto tramo, cruza el barranco de Oliván y nos sube al pueblo, donde nos topamos con la parroquial, que reza a San Martín, otro buen ejemplo de arte serrablés. Salimos hacia el norte y seguimos las indicaciones del GR. Se pasa junto a una pequeña capilla dedicada a la Virgen de las Articas. Sin dejar el GR 16, en media hora desde Oliván, se alcanza Orós Bajo, punto de inflexión de nuestra ruta, y que no podemos abandonar sin visitar la afamada cascada que, en dos tramos, precipita las aguas del barranco d’Os Lucas. El acceso dura como 15/20 minutos, y no es nada cómodo, pero merece la pena llegar hasta el final, porque el paraje es espectacular. Es como estar en un gran útero con altas paredes en las que afloran los estratos, y por cuyo seno discurren esas aguas que aportan belleza al entorno.




            De regreso al pueblo, breve bocado y emprendemos el regreso por el camino señalado como a Oliván por Las Planas, que nos pone a prueba en un primer momento por la inclinación del sendero, que sale a una pista, que al rato burlamos por sendero también, y que al poco de salir de nuevo a la pista, la dejamos que siga a Barbenuta, porque nosotros tomamos una senda por el bosque, que en menos de media hora, pasando junto a los restos de la ermita de la Virgen de las Canales, nos incorporamos al camino de ida, cerrando la circular, a cinco minutos de Oliván, por donde pasamos, para abrir otra circular, ya que el regreso lo haremos ya por las pistas del soto del río hasta llegar a la carretera que nos conduce al punto de partida. Pero antes, obligada parada para entrar a visitar otra ermita, la de San Juan de Busa, otra de las joyas mozárabes, posiblemente parroquial de un asentamiento medieval.


            En poco más de un kilómetro, ahora sí, alcanzamos Lárrede, tras 4h 45’ desde la salida, habiendo recorrido 15,7 km con un desnivel acumulado total de 590 m D+/-, en una mañana en la que hemos disfrutado de buenos paisajes, en buena compañía, y por los entresijos de unas tierras calmas, que no siempre lo han sido, visitando poblados y despoblados con un gran interés histórico y monumental.






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domingo, 14 de marzo de 2021

Montpedró y sus ferratas, sobrevolando Santa Ana

 


IXOS MONS / VÍAS FERRATA
Montpedró (736 m) y Ferrata Sergi (K2+) y Les Roies de Pinyana (K4)
Sábado, 13 de marzo de 2021

            “… que veinte años no es nada…”, es parte del estribillo del manido tango que, con el título de Volver, cantaba Carlos Gardel, y no sabemos qué pensaría en esta época, cuando un año, tan solo un año, y aún no hemos acabado, ha sido tanto, ha representado tanto, ha cambiado tanto en nuestras vidas y en nuestra forma de conducirnos por ella. Pues nosotros, nosotros volvemos, pero no “… con la frente marchita…”, ni con “… la mirada febril…”, que lo hacemos con la cabeza bien alta, con la mirada limpia, y con más energía que nunca. Una energía adquirida mutando las hieles en mieles. La Sección de Montaña del Club Pirineísta Mayencos vuelve sobre sus fueros, reavivando esa llama que no hemos dejado apagar.



            “Podrán cortar las flores, pero no detendrán la primavera”, decía Pablo Neruda. Nos habrán quitado un año, pero no las ganas de sacar adelante un calendario, en gran medida alimentado con lo que no nos dejaron hacer en ese año y, salvo dos apariciones esporádicas (y legales) en junio y julio, reanudamos las actividades, esperemos que dure. Y la primera con la que lo hacemos es precisamente la primera que tuvimos que suspender. El año pasado para estas mismas fechas teníamos previsto visitar las tierras de La Litera, esa comarca prepirenaica lindando con Lérida que, aunque en el aspecto montañero sea de perfil bajo, no deja de tener bonitos rincones dignos de ser visitados. Y ahí hemos ido 7 mayencos, 7, con muchas ganas de reencontrarnos, y que asistidos por el amigo Raúl, de Binéfar, nos hemos marcado una ruta de ciclo combinado, ascendiendo al Montpedró (734 m) montaña emblemática de Castillonroy, y complementando con dos ferratas de reciente instalación (2018) en unas peñas cercanas, la Sergi, de K2+, con un final un tanto picantón, y la Les Roies de Pinyana, de K4, corta pero muy vertical y explosiva.




            Nos llegamos a Castillonroy, para acercarnos al merendero de Santa Ana, punto de salida y llegada de la ruta. Una ruta que ya hicimos con Raúl para incluirla en el libro Cien cimas, cien paisajes. Aragón comarca a comarca, editado por Prames en 2018. Nos ponemos en marcha saliendo a la solana, por donde discurre llaneando un sendero muy próximo a unos caminos más anchos que discurren algo más abajo. Como en media hora, y sin previo aviso, el sendero se pone tiesote y nos empieza a subir como queriendo recuperar el desnivel no hecho en todo ese tiempo. Un sendero que, tras incorporarnos al SL-L 23, nos sigue subiendo para proponernos tomarnos un respiro en un mirador, desde el que se aprecia toda la redolada por esta vertiente sur, con unos campos con un espectacular verde que anuncia la primavera. Otro poco más y llegamos a lo más alto de este monte, habitado por la ermita de San Salvador, de la que se dice estar construida en base a los restos de un castillo templario del siglo XII. El nombre de este monte, Montpedró, se piensa que viene de “monte de piedra”, por los peñascales que muestra, especialmente en su ladera sur.





            Una vez atravesado el curioso atrio, salimos por el lado oriental, que nos ofrece unas vistas impresionantes sobre la cuenca del Noguera Ribagorzana, que nace en el valle de Mulleres, a 2.750 metros de altitud, que coquetea con Aragón y Cataluña y que, a lo largo de sus 133 km, hasta su desembocadura en el Segre, remansa sus aguas en los embalses de la Baserca, Escales, Canelles, y finalmente en este de Santa Ana, sobre el que sobrevuelan nuestras atónitas miradas. Pero que a poco que las levantemos podremos dejarlas ir hasta los nevados Pirineos. Todo ello por el norte, claro, porque por el sur, esas miradas se dejan caer plácidamente acompañando al río y su rica vega por esa depresión que va formando su cauce.


            Como donde bien se está, buen rato, aprovechamos para echar un bocado. Comenzamos el descenso volviendo a atravesar el singular atrio para dirigirnos a un curioso arco, desde el que se ven otros más, ladera abajo, y que se cree que sirvieron para subir los materiales de construcción para la reciente rehabilitación de la ermita. Desde aquí comienza a bajar sin piedad el sendero, hasta en veinte minutos llegar al terminal de la pista, que sigue bajando y bajando, y siguiendo con nuestras marcas del SL-L 23 nos metemos a mano derecha a un sendero, estando atentos, porque en diez minutos vemos un hito al pie de un desvío, que hay que tomar para llegar a la base de la vía ferrata, a la que llegamos en cuatro pasos. 










            Tras un tramo vertical, viene una larga travesía horizontal, salvando un pequeño barranco a través de una barra como apoyo para los pies, por supuesto sin abandonarnos en ningún momento la sirga de línea de vida. Las grapas son estrechas, lo que obliga a calcular bien en los cambios de paso. Realmente es muy disfrutona. Otro barranco, esta vez mayor, se abre a nuestro paso, y que los instaladores lo solucionan con un ingenioso sistema, pasando por un cable con la ayuda de un péndulo, al que hay que asegurarse. La verdad es que da impresión, pero echando el cuerpo para atrás (que es lo que más impresión da), se nota la tensión que ejerce el cuerpo entre ambos cables, lo que te da el control de la situación. Una vez pasado ese tramo, nos queda otra subida vertical, con algún desplome, para llegar a lo más alto, como en hora y cuarto, al término del puente tibetano a cruzar en la siguiente ferrata. Tomamos un sendero a mano izquierda, que nos lleva al general. Los escasos 300 metros de recorrido de la ferrata, quizá hayan influido en su catalogación como K2+, pero nuestro parecer es que no desmerece un K3, habida cuenta de que la escala, al menos hasta hace poco, llegaba hasta K6, aunque ya encontramos alguna de K7, incluso K7+, como las de Circ du Soleil y Circ de la Lune.








            A los pocos minutos de seguirlo en dirección descenso, nos encontramos otra entrada para la siguiente ferrata, a cuyo pie se llega también en pocos minutos. Esta de Les Roies de Pinyana está catalogada como K4. Más corta que la anterior, no da tregua, es vertical totalmente, y en algunos casos extraplomada. Sube directamente por una especie de espolón. Equipada con grapas estrechas, están colocadas de forma que te hacen pensar los cambios de paso, porque la mayoría te vienen a desmano, lo que le aporta un plus, como lo es también el distanciamiento de las grapas. Algún desplome. Después de una corta travesía en diagonal, se acomete ya la subida final, momento en el que da un respiro, antes del paso por el puente tibetano de 18 metros, con el que se disfruta el final de esta vía, llegando al mismo punto de término que la anterior. Como en la anterior, también, resta bajar el mismo pequeño y fácil destrepe y tomar el sendero de bajada al principal, y una vez en este llegarnos ya plácidamente hasta el punto de inicio de la ruta, ese merendero de Santa Ana.










            Una ruta, como decimos, de ciclo combinado, entre el puro senderismo ascendiendo a una cota fácil y la consecución de dos ferratas, cuyo esfuerzo no aporta justicia a los datos, ya que únicamente hemos recorrido 7,1 km, con tan solo 410 metros de desnivel acumulado total D+/-, pero eso sí, costándonos 5h 25', que han sido de puro disfrute, en un bello entorno y con una añorada compañía.






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