miércoles, 21 de diciembre de 2022

Castellar y paso del Oso, por el bosque encantado de la sierra de Leyre

  Año XI. Entrega nº 787.


IXOS MONS
Castellar (1281 m) y paso del Oso (1334 m)
Sábado 17 de diciembre de 2022

            “El abad, envuelto por la dulzura del canto de esta ave y por la paz que el lugar desprendía, se quedó dormido. Al despertar regresó hasta el monasterio para comprobar, no sin asombro, que este había ampliado sus dependencias y parecía tremendamente cambiado…”.

              ¿Queréis profundizar en esta enigmática historia?


monasteriodeleyre.com


            Fragmento de una de las muchas leyendas que envuelven los centros sagrados de culto cristiano que, a expensas de buenas indagaciones, suelen guardar estrecha relación con cultos anteriores, señal inequívoca de su autenticidad y valores telúricos. No somos muy de santos ni de vírgenes, pero sí le tenemos un profundo respeto a quienes lo sean. En este caso, nos acercamos hasta el monasterio de Leyre, en donde nos encontramos, cómo no, la correspondiente leyenda que cimentó sus orígenes, y que desarrollamos a continuación. Un monasterio de cuya primera noticia histórica documentada la tenemos en la visita de San Eulogio de Córdoba en el año 848, y en la que se cita que ya existía un centro de importancia espiritual en ese emplazamiento. 

monasteriodeleyre.com

            “El abad Virila (880-893), nació en la cercana villa de Tiermas, junto al actual embalse de Yesa; y una mañana, tras entonar el salmo 89 “mil años en tu gloria Señor, son como el día de ayer que pasó”, se quedó pensativo, con dudas sobre qué es la eternidad. No lo tenía claro. ¿Qué se siente en la eternidad? ¿Cómo se cuantifica? ¿No se hace largo estar eternamente? Eternamente junto a Dios… ¿Qué se siente?

Pensativo fue a pasear por los alrededores del monasterio, y junto a una fuente de la que manaba agua se puso a pensar sobre sus dudas, mientras escuchaba el canto de un ruiseñor, el cual le embaucó totalmente.

En un momento, decidió volver al monasterio y encontró un edificio diferente a como lo había dejado al comenzar su paseo. Además, se encontró que el monje que abrió la puerta vestía de blanco y no de negro como él, y no solo eso, sino que no se reconocían…


sanfermindelosnavarros.org

            Discutiendo sobre lo que podía haber pasado, y ante la perplejidad de los monjes ahí presentes viendo un señor que reclamaba ser el abad de este monasterio; un hermano que había ido a comprobar los documentos volvió rápido diciendo que en verdad había habido un abad llamado Virila en ese monasterio, pero que hacía 300 años que había salido a meditar una mañana por el bosque, y no había regresado.

Todos los hermanos comenzaron a pensar en si podía ser cierto o no, cuando el ruiseñor que le había embaucado con su canto junto a la fuente entró en la habitación y le puso el anillo de abad en el dedo, quedando clara su posición.

La moraleja que aprendió San Virila, y pretendía enseñar esta historia es que, si un simple ruiseñor te puede distraer por 300 años sin darte cuenta, cuánto más fácil y llevadera será pasar la eternidad junto a Dios”.


vivecamino.com

           

            Dejamos atrás siglos y siglos de historia y de historias, y nos encaminamos hacia la eternidad que ansiaba Virila, para auparnos a esa emblemática sierra y unirnos a ella en cuerpo y alma, con todo lo que ha vivido de significativo a sus pies, y en su conjunto medioambiental y paisajístico con carácter propio, con una cara norte que asoma a los Pirineos, y la sur a la depresión del río Aragón, inundada por el embalse de Yesa, que agónico estos días sigue contemplando con estupor cómo crece y crece esa presa en una obra faraónica que fomenta un mayor desequilibrio territorial. Pero no hemos venido para eso. Hemos venido para recorrer una buena parte de ella, hasta llegarnos a ese punto emblemático, en una ruta tildada por muchos como una de las más bonitas de Navarra, la del Paso del Oso.



            Partimos, pues del aparcamiento del monasterio para tomar la cañada de los Roncaleses, esa vía pecuaria tan transitada antaño por los ganados de los altos prados pirenaicos que bajaban a invernar a las Bardenas, y que hoy ha quedado para el disfrute de caminantes y ciclistas, señalizado como GR 13, en 6 etapas, que recorren unos 117 km. Como a media hora, y sin darnos cuenta, dejamos atrás a nuestra derecha la continuidad de la ruta, donde se abre la circular, y a donde volveríamos tras apercibirnos de ello una vez pasada la cantera, cuya caliza serviría para la construcción del monasterio. Bueno, subsanado el error y llegados hasta el desvío, dejamos la cañada a nuestra derecha, por donde volveremos, para continuar nuestro camino por la izquierda, un camino que se va empinando y que surca un mar de caxicos en plena explosión marcescente. 



            En un punto determinado, merece la pena salirse unos pasos del camino para observar más de cerca ese Dedo de Leyre, otro de los fenómenos que la naturaleza nos va a regalar hoy. Continuamos, y alcanzamos la loma, donde la persistente niebla que en su versión más perezosa no quiere levantar hoy, negándonos esas vistas a uno y otro lado, pero que no va a impedir nuestro disfrute, al contrario, porque otra cosa que nos regala es un mágico ambiente entre el bosque, en el que sus habitantes invisibles estarán gozándola tanto como nosotros. Donde no hay que distraerse mucho, y más en este ambiente húmedo, es en una zona de bolos que con paciencia se pasa sin problemas. Finalmente se alcanza uno de los hitos del recorrido, la cima del Castellar, con su cruz y que con sus 1281 msnm es un gran balcón sobre la cuenca de Yesa. Retomamos la cañada de los Roncaleses en el punto al que volveremos para comenzar el descenso, de modo que continuamos por ella en un tramo de ida y vuelta.








            Las desnudas hayas quieren venir ya a formar parte del entorno. Un hito a la derecha nos despista y nos mete de nuevo en el bosque, del que tenemos que salir porque no nos lleva a ninguna parte. Volvemos a la cañada y seguimos unos metros, encontrando al poco un sendero muy marcado que, en cosa de un cuarto de hora, nos lleva ya al punto de retorno, con ese Paso del Oso, al filo de la muga con Aragón, una sorprendente oquedad en la roca caliza, un ojo que todo lo ve, aunque hoy esté empañado, y junto al que nos hacemos las correspondientes fotos por si algún día nos olvidamos de él, harto difícil, hoy por hoy. Bueno, pues lo dicho, a volver sobre nuestros pasos para alcanzar de nuevo la cañada, que recorremos plácidamente por la loma hasta las tablillas, donde se inicia el descenso por el bosque encantado hasta cerrar la circular y continuar por el tramo común y llegar al punto de partida, al aparcamiento de ese milenario centro de culto de los más importantes de España a lo largo de la historia y en la actualidad.








            

            En total han pasado de las cinco horas, que bien se hubieran quedado en cuatro de no ser por los dos despistes, que no han hecho más que alargar el tiempo de disfrute por esta sierra a lo largo de 9,4 km y 705 m de desnivel acumulado D+/-.


Web:

Monasterio de Leyre  

Geomap 

RAE 

Hijo de la Tierra  





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