jueves, 21 de julio de 2022

Pic de la Table y pics de Pene Blanque, desde Lescun circular Lhurs-Anaye

 


AQUERAS MONTAÑAS
Pic de la Table (2421 m)
Pics de Pene Blanque (2385 m)
Sábado, 16 de julio de 2022

       “L'idéal du pyrénéiste est de savoir à la fois ascensionner, écrire et sentir. S'il écrit sans monter, il ne peut rien. S'il, monte sans écrire, il ne laisse rien. Si, montant il relate sec, il ne laisse qu'un document, qui peut être il est vrai de haut intérêt. Si -chose rare- il monte, écrit, et sent, si en un mot, il est le peintre d'une nature spéciale, le peintre de la montagne, il laisse un vrai livre, admirable". 

            "El ideal del pirineísta es saber a la vez ascender, escribir y sentir. Si escribe sin subir no aporta nada. Si, al subir relata sin más, no deja más que un documento. Si, cosa extraña, sube, escribe y siente, en una palabra, si es el pintor de una naturaleza especial, el pintor de la montaña deja un verdadero libro”. 

         Henri Beraldi, inventor del término “pirineísmo”, en su obra Cent ans aux Pyrénées (1898).



            Estas palabras, que nos llegan envueltas en una aureola de romanticismo, nos llevan indefectiblemente a plantearnos nuestra propia posición, nuestra propia visión de las montañas y de nuestra relación con ellas. La cabeza va por delante, en ella se aloja el tangible cerebro que, a su vez, alberga el menos tangible pensamiento, con el que planeamos, programamos, evaluamos los riesgos, no en vano este órgano está en lo más alto, en el puesto de mando. Pero no menos importante es el corazón, que simboliza el sentimiento, la pasión, el impulso a realizar las acciones con la hoja de ruta del pensamiento. Al pensamiento se le considera el polo masculino, y al sentimiento el femenino. Ambos, bien coordinados, bien equilibrados, como matrimonio bien avenido, ofrecen ese fruto, ese resultado, que es la acción por desarrollar. No podemos, pues, sentirnos más identificados con Beraldi cuando nos sentimos aprendices de pintor de la naturaleza.


            Y en esta ocasión, hemos acudido a los Pirineos franceses, que lo decimos así por ubicarnos geográficamente, pero que a ellos no les importa nada, es más, creemos que ni lo saben, y si lo supieran, les daría igual. Esta vez, hemos acudido al vasto y espectacular circo de Lescun, en busca de una de sus muchas rutas para ascender a alguna de sus montañas, cuya altitud, lejana a la mítica de los tres mil metros, la suplen con creces con su bravura, con su dureza, tanto por sus importantes desniveles, como por la aspereza del tirano terreno kárstico por encima del manto vegetal. Acudimos, pues, al parking d’Anapia, para introducirnos en la montaña por el bois de Larrangus camino del lac de Lhurs, y ascender por el barranco de Landrosque al col de Lhurs, subir al pic de la Table y, de regreso al collado, continuar para ascender a las dos cimas del Pene Blanque, bajando al valle d’Anaye hasta el plateau de Sanchèse, y de él, por pista al punto de inicio. Una salida más de la factoría Mayencos con la que iniciamos la temporada estival.


            Nada más salir del aparcamiento, mientras contemplamos el macizo de los Billares, con sus altivas cimas, una de las cuales ya fue visitada por otra incursión mayenca hace cinco años, el sol naciente nos acompaña en nuestro arranque por ancho camino entre grandes campos de helechos, esa planta prehistórica, quizá la más antigua del planeta, que sobrevivió a la extinción de los dinosaurios. El camino se va estrechando a medida que se toman desvíos por el bois de Larrangus, que nos abruma con sus grandes ejemplares de hayas. Se pasa por el barranco de Landrosque, y en esos claros que te permite el arbolado, ya se va viendo alguno de nuestros objetivos, la imponente proa del pic de la Table, pero para eso aún queda lo suyo. Nos sorprende un enorme nevero, de varios metros de altura, por cuya rimaya nos colamos, teniendo que superar el barranco por las estrechas fajas que ofrece la pared de nuestra izquierda (derecha del barranco).






            En hora tres cuartos llegamos a la cuenca del lac de Lhurs, que lo encontramos triste, lánguido, muy mermado, a la espera de nuevas precipitaciones. Por el contrario, nos agrada ver la actividad en la zona, con un rebaño de ovejas por las laderas y la habitada cabaña Claveranne, donde seguramente harán buenos quesos. Es frecuente esta estampa en los Pirineos franceses, protegidos con la figura de Parque Nacional, una vez sacrificados/explotados turísticamente sus Alpes. En la vertiente española hace años que han desaparecido (o casi) las labores tradicionales, claro, aquí no tenemos Alpes que explotar. Tras una breve parada para reponer agua, muy importante en estos terrenos, emprendemos ya la subida hacia el collado, primero por tasca, y cuando se termina, ya por piedras, entrando en ese tirano mundo mineral por el que vamos a circular durante las próximas horas. A tramos, la caja del sendero pedregoso está estabilizada, pero, eso, a tramos, otros no. Finalmente llegamos hasta la entrada de una ancha y empinada canal que nos engulle, hasta que nos dejamos, claro, porque urge una retirada por la izquierda, pisando tierra firme, aunque igualmente expuesta.











            Alcanzamos un amplio espacio con grandes rocas, propicio para detenernos un poco y recomponernos. Muy poco ya hasta el collado, donde se nos abren unas espectaculares vistas hacia poniente, pero sin sorpresas en cuanto al terreno. Desde aquí, se había planteado la ascensión al pic de la Table y a la Mesa de los Tres Reyes, que ya habíamos subido el año pasado desde Linza pero, en esta ocasión, debido al intenso calor reinante y lo concurrido de esta última cima, nos dirigimos al collado entre ambas, para subir solo a la Table, mientras algún componente del grupo se va adelantando hacia el Pene Blanque, cuyos pasos seguimos de regreso de nuestro primer objetivo. Los alcanzamos subiendo ya por el último tramo cimero, una corta, pero vertical chimenea en la que hay que echar ambas manos y con mucho cuidado de dónde las apoyas. Estamos en la occidental de este monte bicéfalo, y apenas cabemos todos en la cima. Hechos los honores, Javier presenta un cordino para asegurar el descenso que, bueno, igual se podría haber bajado con más atención que en la subida, pero que no cabe duda de que da mucha seguridad su empleo.






















En el pequeño collado entre ambas prominencias, se presta subir a la oriental, algo que hacemos sin mayor dificultad, echando manos de nuevo, pero bajando a pie llano por la vertiente sur. Tras la incursión a este bellísimo y bravo macizo nos disponemos a realizar el descenso, enfilando nuestros pasos hacia el norte, para bajarnos al valle d’Anaye, por una interminable pedrera durante casi una hora. Más calmado ya el sendero, algo que nos contagia, pasamos por la cabaña homónima, donde no perdemos ocasión de volver a reponer agua. Una vez en el bosque, antes no nos atrevíamos, se impone una parada para echar un bocado a la sombra. Bosque que, en un claro, también ofrece una fuente. El camino nos deja en el plateau Sanchèse, una zona de partida para otras excursiones y travesías por la zona, y lugar de destino para gentes que buscan la paz y la tranquilidad en unas praderas a orillas del arroyo d’Anaye, que plácido baja tras haberse despeñado.






            Con algo más de dos kilómetros de apacible y sombreada pista culminamos, una docena de mayencos, esta extraordinaria circular subiendo a dos de las bravas y altivas cotas de las montañas de Lhurs, en el circo de Lescun, en las que hemos empleado: casi 9 horas y media, para recorrer 16,9 km, con un desnivel acumulado en torno a los 1600 m D+/-.


Bibliografía:

Pyrénées. De paysages en paysages. Varios autores. Projet Réseau Pyrénées. Marie de Lourdes y Ayuntamiento de Graus (2011).

 

Webs:

France-Voyage

Nytimesç

Hijo de la Tierra





Las fotos y el track





2 comentarios:

  1. Me encanta cómo siente y escribe la pluma que manejas. Algún día te la pediré prestada🤙🏻😃

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    1. Gracias, Anónimo... pero tendré que saber quién me la pide... Jjjjj....

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