viernes, 12 de marzo de 2021

Circular Fiscal - Sasé - Asín de Broto, por la sierra de la Corona

 


IXOS MONS
Circular Fiscal - Sasé - Asín de Broto
Miércoles, 10 de marzo de 2021

            El Pirineo Aragonés, con un sector primario maltratado y uno secundario incipiente, se ha echado en manos del terciario, el de servicios, sin embargo, no ha sido así en todos los casos, llegando a una severa polarización. Mientras unos valles han florecido en las últimas décadas, debido al desarrollo de las comunicaciones y la cercanía de centros con gran atractivo turístico, otros han entrado en barrena en esas mismas últimas décadas, constituyendo ese Alto Aragón profundo, con el que comparte territorio. 



            Son esos cientos de pueblos, o lo que queda de ellos, anclados en el tiempo, con una memoria ya senil que se va desvaneciendo, como las piedras de sus casas, y en los que ya solo anida el viento en sus árboles, ya no hay risas en sus colegios, ni fiesta en sus plazas, ni futuro. Julio Llamazares, célebre escritor castellano, muy sensible a esta memoria, es uno de los que ha hecho de puente con aquellos tiempos, con aquellos paisajes y paisanajes, dejándonos frases como esta: "El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje”.



          En nuestras rutas por la Media Montaña pirenaica, es fácil, pero que muy fácil, perderse por esas profundidades del tiempo, visitando tantos y tantos pueblos en los que el viento ulula solitario por sus calles, en los que la tierra, el sol y la lluvia ya no germinan cultivo alguno, en los que no quedó nadie, llevándose consigo una buena parte de la tristeza, una buena parte de la amargura, de la desolación, melancolía y añoranza, porque la otra parte se la dejaron en forma de ectoplasma en sus casas y en sus tierras. Los que compartimos esa sensibilidad, nos gusta recorrer sus calles con enorme respeto, o asomarnos al interior de las casas que quedan en pie, o visitar sus iglesias, tratando de recomponer en imágenes las vivencias de esas gentes con sus usos y costumbres tan pegados a la tierra. Hoy, partiendo de un valle próspero, nos adentramos en las profundas raíces de valles contiguos, como viajeros fieles a esos paisajes. Hoy, desde Fiscal, y su ermita de San Miguel abrimos una circular para regresar por Asín de Broto, y la suya de San Mamés, desviándonos para visitar Sasé, dos buenos ejemplos de esa polarización.


            En una radiante mañana, pero con perezoso termómetro que no alcanza ni el menor valor positivo, salimos de Fiscal por el sendero que anuncia esos destinos. Un sendero al que no le queda más remedio que doblarse en zigzag para salvar el desnivel, y que el empedrado suelo a tramos da testimonio de su pasada vida. En los 35 minutos anunciados salimos a una pista, a cuyos pies se encuentra la, recientemente restaurada, ermita de San Miguel, y al poco dejamos a la izquierda el desvío a Asín de Broto, por donde volveremos, iniciando aquí la circular. Un par de lomas más al norte ya se nos había hecho visible esa otra ermita, la de San Mamés, que visitaremos a la vuelta.




            El valle del río Ara es muy amplio, y a estas alturas estamos flanqueados por la peña Canciás a poniente y la de la Corona, por cuyas faldas deambulamos. Al cabo de media hora llegamos a un lugar sorprendente, un pequeño pero espectacular raso desde el que se tiene una extraordinaria vista sobre esa depresión que milenio tras milenio va produciendo el discurrir de las aguas y el aprovechamiento de sus riberas para cultivo. También vamos teniendo proximidad visual a las puntas Manchoya y Gabarra, el extremo suroccidental de la sierra del Pelopín. Hacia el interior, las paredes de la caseta Latorre callan todo lo que saben. Continuamos por el sendero, y a los veinte minutos salimos a la pista que viene de Asín de Broto y pasa por Sasé, desviándonos de nuestra ruta para irnos con ella a este pueblo de las profundidades de la memoria pirenaica, en la que buceamos para recordar un reciente episodio (apenas veinticinco años), en el que se visibilizó su existencia a causa del célebre desalojo del colectivo Colores, unas gentes que lo ocuparon con el objetivo de hacer una vida autosuficiente, algo que no sentó bien al Gobierno de Aragón, su propietario, de donde emanó una orden de expulsión.





            Justo en la entrada, encontramos tablilla con la indicación del PR-HU 42, que une Fiscal con Fanlo, pasando por aquí y por Cajol, otro de los pueblos de la Solana deshojada. La llegada a Sasé estuvo acompañada de una gran sorpresa por las grandes dimensiones de la torre de su iglesia, un templo de tres naves (siglo XII), que reza a San Juan Bautista, y que daba cobertura a más de veinte casas, de hecho, es uno de los pueblos más importantes del valle. Prácticamente en ruinas, en sus casas destacan las “… chimeneas, algunos vanos y las portadas de sus viviendas, doveladas y adinteladas…”, como transcribimos de la web despobladosenhuesca.com*. Es algo que corroboramos en un cuidado tránsito por sus calles.




          Algo sobrecogidos, hemos de confesarlo, volvemos sobre nuestros pasos para pasar de largo por el desvío al sendero por el que nos hemos unido a la pista, y seguir por entre pinar y cajicar, hasta salir y dar vista ya sobre el valle. Unas vistas extraordinarias que alcanzan hasta el Oturia, al oeste, o gran parte de la nevada sierra de Tendeñera, al norte, además de los susodichos Manchoya y Gabarra, más próximos y guardianes del barranco Forcos. Como a una hora del pueblo (breve parada incluida) pasamos por el punto más alto de la ruta, muy próximo a una valla y un manantial que se desparrama por el talud, y que en los mapas viene como fuente de los Tres Obispos, a casi mil quinientos metros de altitud. Seguimos por la pista, ya descendiendo, en dirección a la ermita de San Mamés, joven mártir del siglo III, cuyo nombre significa “amamantado”, siendo el patrón de los lactantes, y a la que accedemos desviándonos de la pista. Pequeño templo moderno (quizá siglo XVII), está enclavado en un lugar privilegiado, verdadera atalaya sobre el valle, y no sería de extrañar que su factura viniera a cristianizar un lugar con usos de vigilancia en otras épocas. Otro momento contemplación, que se lo merece el santo. Aquí hay una curiosa historia de un peculiar Cristo medieval, como se narra en Románico Aragonés.





            Desde la misma ermita nos acompañan señales blancas y amarillas, y es el PR-HU 118, que une Fiscal con Buesa, pasando por Asín de Broto, y desviándose para visitar la ermita. Por un sendero, ya con esas marcas, nos incorporamos a la pista, y siguiéndolas nos vuelven a meter en sendero, calzado y flanqueado ya por tapiales al aproximarnos al pueblo que, a pesar de serlo, está ya en el otro lado de la balanza, pues ofrece ya alojamientos de turismo rural. Una vez llegados a él, merece la pena desviarse unos metros a la derecha para visitar el esconjurador, ese emplazamiento junto a la parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, empleado para ahuyentar los pedriscos, y también los malos espíritus. Volvemos al pueblo y tomamos dirección sur, para tomar el sendero indicado como el Chinebral, que cruza varios barrancos bordeando la loma como a doscientos metros por debajo de San Mamés. El camino pasa por el interior del corral del Chinebral, y es que es esa especie (chinebro >>> enebro) la que abunda por aquí, y con ejemplares de varios metros de altura.







            Como a hora y cuarto desde el pueblo, convergemos con el sendero de ida, recorriendo ya camino conocido hasta Fiscal, pasando de nuevo por la ermita de San Miguel, habiendo tardado 7h 10’ en un bonito y solitario recorrido de 21,4 Km, salvando un desnivel acumulado total de 1.120 metros, en los que hemos pasado de un mundo a otro por las faldas de la sierra de la Corona, entre el despoblado valle de la Solana y el del Ara, por uno de sus aleros.





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