lunes, 17 de agosto de 2020

Lienas de Garganta y Bozo, los eternos secundones del circo de Aísa



AQUERAS MONTAÑAS
Liena de la Garganta (2599 m)
Liena del Bozo (2566 m)
Domingo, 16 de agosto de 2020


            “Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador. Silencio al fin y al cabo”.

Pico Garganta de Aísa, Sombrero, Mallos de Lecherines
y Rigüelo, que también participan del circo de Aísa;
y en medio de ellos el pico Lecherín, algo más retirado
            Esta frase del controvertido Miguel de Unamuno nos viene al pelo para iniciar el recorrido de hoy, porque cumple todos y cada uno de sus términos. Hemos pasado entre duros y enhiestos peñascos para llegar allí arriba, a cumbres solitarias, que hemos compartido con un silencio divino y recreador. Porque hemos dejado a un lado la cumbre principal, más codiciada, más visitada, más masificada, para dar culto a las secundarias, pero por eso no menos importantes, buscando en ellas esa soledad, esa divinidad recreadora, ese silencio, al fin y al cabo. Hoy hemos dejado al Aspe disponible para el visitante, y como nos consideramos de casa, hemos acompañado en su soledad a las Lienas, de la Garganta y del Bozo que, con algo menos de altitud, se yerguen cerrando el circo de Aísa.

Una más amplia panorámica, que acoge a la Peña Mediodía, Ruabe Bernera y O l'Ibón, a la izquierda

Pico de Aspe, desde la Liena de la Garganta
            De nuevo en la Cleta, al final de la carretera de Aísa que sube hasta su circo. De nuevo en estos bellos parajes para dejarnos conquistar por sus montañas. Unas montañas que altivas se alzan sobre el paisaje, pero que si las tratas, si las recorres, si acaricias sus lomas, si te adhieres a sus paredes, si entras en su juego, se les bajan los humos y te acogen con su corazón puro y limpio. Hoy visitamos de nuevo estas montañas, pero de una forma diferente, porque si siempre lo habíamos hecho de forma individual, hoy el corazón de ambas ha estado más cerca, porque con el nuestro lo hemos unido en uno solo. Liena de la Garganta, por su flanco este, para bajar por una escurridiza chimenea hasta la brecha Wallon. Liena del Bozo, también por su flanco este, para bajar por el mismo y continuar por ese pequeño valle colgado donde conviven las calizas y las areniscas en perfecta armonía.

Con Juan y Miguel iniciamos nuestra particular singladura

APROXIMACIÓN Y PRIMERA ASCENSIÓN
El inevitable embudo se torna más cercano desde el abrevadero
            Tomamos el sendero que sube a la normal del Aspe. Dejamos atrás el desvío a la surgencia de El Chorrotal, cruzamos el GR 11.1, nos topamos con un seco abrevadero, y enseguida saludamos a un gran peñasco, por el que vamos a aparecer a la vuelta. Ese gran embudo entre el mallo Peñarueba y las estribaciones del Aspe, nos tenía echado el ojo desde nuestros primeros pasos. Pues aquí estamos, tras una hora desde el comienzo. Con paciencia lo vamos subiendo para llegar a la antesala de ese misterioso mundo del karst, con sus tramposas formaciones, pero mágicas al fin y al cabo.

El infinito mundo del karst

Miguel superando la pequeña trepada
            Nada más entrar, nuestros caminos se dividen. Los del Aspe, porque no hay solo uno, discurren por la derecha. El nuestro toma una deriva hacia la izquierda, para ir en busca de las visibles areniscas, y que al llegar a ellas gira bruscamente hacia poniente en una larga travesía horizontal, en la que, las piedras rojizas dan paso al canchal. Todo ello nos conduce a una corta chimenea que obliga a echar manos. Giro brusco hacia el norte, y en media hora, cuando con traza de sendero, cuando con hitos, se llega a lo más alto de esta Liana de la Garganta, descubriendo unos espacios infinitos hacia el norte. A nuestros pies, Esper, ese bajante de todo el macizo, que vierte en el país vecino. Al término de este ancho barranco, una Chorrota del Aspe duerme bajo la gabacha.

Bajante de Esper, con la Chorrota de Aspe inmersa en las nieblas

            Mientras vemos agolparse gente y más gente en la cima del vecino Aspe, disfrutamos de la soledad de esta montaña, sin dejar de echar el ojo a la otra vecina, la Liena del Bozo, que ya espera nuestra llegada. Tanto en una como en otras, las nieblas que hemos dejado en el fondo de los valles, con gran envidia van subiendo más etéreamente que nosotros, hasta estas cumbres, que no las dejan fijarse para mayor disfrute nuestro.

Desde la Liena de la Garganta, macizo de la Liena del Bozo, con su sinclinal

En la cumbre de la Liena de la Garganta

LA TRAVESÍA Y SEGUNDA ASCENSIÓN
Delicado tramo de hierba antes de entrar en la chimenea
            El descenso se toma por su lado norte, para ir virando enseguida hacia poniente. En poco tiempo el arrime a la cornisa te va llevando hacia el bajante. De nuevo giro hacia el norte, para situarnos al comienzo de una pequeña mancha herbosa, que hay que atravesar con sumo cuidado y lo más pegado posible a la pared, porque es muy expuesta. Antes de hacerlo, su desagüe natural se traga la mirada en un descenso aparentemente imposible, pero conforme se va cruzando ese tramo de hierba, se van apareciendo las posibilidades de hacerlo. Es una chimenea muy inclinada, más amiga de ser subida, y que hay que destrepar con cuidado, tanteando bien los apoyos de pies y manos.

La chimenea que nos engulle

Pequeño sarrio en busca de sus progenitores
            Una vez liberados de la tensión del momento, nos recreamos en los movimientos de un pequeño sarrio que ágilmente va en busca de sus progenitores, que no le quitan ojo de encima desde un altozano. Respetamos sus tiempos y tomamos el camino que, por canchal, nos va bajando hasta la brecha Wallon. Otro punto emblemático de la ruta, porque desde él se puede optar por continuar el descenso o alzarse hasta la Liena del Bozo, que es lo que decidimos tras un breve titubeo que no dejamos crecer.

Brecha Wallon

Comienzo del ascenso a la Liena del Bozo
            Un cuarto de hora empleamos en ir aproximándonos hasta la roca del propio macizo, y poco más de media hora más en llegar a cumbre, atravesando variados tramos empinados, en los que hay que echar manos en alguno de ellos. Una vez arriba, es fácil intercambiar la mirada que desde la montaña anterior teníamos sobre esta, creando así ese vínculo afectivo que une estos dos grandes macizos con nuestra propia voluntad de hacerlo. Desde aquí, las vistas no son muy diferentes, pero sí toman otra perspectiva, al menos sobre el barranco de Igüer y los cercanos Peña Mediodía, Bernera y Bisaurín.

Espectacular valle colgado entre la Peña Mediodía y la Ruabe Bernera
con el Bernera al fondo, y encima el Bisaurín y el Puntal de Secús

EL DESCENSO
Desde la Liena del Bozo, la de la Garganta, y detrás el Aspe

            Por el mismo trazado realizamos el descenso hasta la brecha Wallon, para continuar por el fondo de este pequeño valle colgado, hasta su mismo desagüe, donde da comienzo un canchal en el que la pérdida de desnivel se hace más fácil que cómoda, llegando finalmente a terreno herboso, dejando atrás ese tirano mundo mineral. En breves se llega a esa gran peña que hemos nombrado al comienzo, donde damos por cerrada la circular, desandando desde aquí el camino de subida. Abrevadero, cruce de GR 11.1, desvío de El Chorrotal y cruce del recién nacido Estarrún, y que sobrevive a duras penas.

La incómoda pedrera, con la vista puesta en el más cómodo manto herboso


            La unión de estas dos montañas, y el disfrute de su soledad, han dado como resultado una extraordinaria jornada, a la que le hemos dedicado 7h 30’ de tiempo total, del que 4h 10’ han sido en movimiento, para recorrer 10,8 km, con un desnivel acumulado total de 1415 m D+/-


Las fotos y el track



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