domingo, 15 de abril de 2018

Ruta del Flysch Zumaia a Deba, las entrañas marinas al descubierto

Ruta del Flysch
Zumaia a Deba
Sábado, 14 de abril de 2018



            Cuando en alguna ocasión hablamos del Gran Libro de la Naturaleza Viviente, es para dar a entender el gran conocimiento, la gran sabiduría que esconde, y de la que podremos beneficiarnos tanto en cuanto sepamos leer en sus páginas, leer entre líneas, los mecanismos de los que se vale para mantenerla viva, que no dejan de ser otros que los mismos que se vale para mantenernos vivos. La clave para alcanzar ese conocimiento está en acercar nuestra conciencia a la de ella.

Millones de años en un solo vistazo

             Pero hoy, hoy es distinto.

Aspecto parcial del flysch
          Hoy hemos podido ver con nuestros propios ojos, sentir con nuestros propios sentidos ese libro, porque con un enorme respeto hemos pasado por el canto de sus hojas, en unos pocos minutos hemos paseado por millones de años de historia de la evolución, por encima de unos seres vivos encarcelados en capas solidificadas, sedimentadas, que conformaban el lecho marino, y que a lo largo de millones de años, tan solo unos segundos en el reloj geológico, se vieron impulsadas a salir a la luz y mostrar su inigualable belleza.

Al comienzo de la ruta en Zumaia

Camino hacia el mirador
            El sendero Algorri, de la ruta del Flysch, da comienzo en Zumaia, en concreto en la ermita de San Telmo, desde donde desciende hasta las mismísimas entrañas desentrañadas de nuestro más remoto pasado, en el que el fondo marino decidió darle la batalla al tiempo y se elevó dejando al descubierto unas bellísimas formaciones que son las páginas de un libro abierto, en el que los estudiosos saben leer con precisión el resultado de las distintas convulsiones que ha sufrido nuestro planeta, consideradas por los geólogos como un verdadero fenómeno a nivel mundial, y que no dejan de hacernos pensar en lo efímero de nuestras vidas, de nuestras alegrías y tristezas, de nuestros entusiasmos y preocupaciones, de nuestro latir, en definitiva, comparado con el del planeta, manifestado en el mundo mineral, del que vivimos y nos sustentamos el resto de reinos vivos.

Desde la ermita de San Telmo

Transitando por el flysch
         Con sumo cuidado y respeto bajamos a ese lecho en el que se libran una y mil batallas diariamente entre las propias rocas y las idas y venidas de unas implacables olas que las mareas, fieles a su rutinaria cita, azotan sin piedad a estas extraordinarias formaciones como avergonzándose de que muestren tanta belleza que para sí quisieran guardar todavía. Unas batallas decimos cuyos más aparentes resultados los tenemos en esa extensísima playa de bolos moldeados por acción de las aguas y los vientos a lo largo de miles y miles de años.


Estratos. En aragonés, ralleras

Las barranqueras del entorno
            Al cabo de hora y media recorriendo el resbaladizo flysch y los incómodos, pero bellísimos, bolos, nos acercamos a una de las vías de escape. Tomamos un camino que nos va subiendo a la par que tomamos perspectiva sobre todo lo andado sobre el terreno. Pronto formamos parte de ese verde paisaje de prados, cuyo horizonte se confunde con el azul del cielo, que hoy se ha querido abrir para mostrarnos su esplendor. Los caminos de tierra no han sido capaces todavía de absorber la ingente cantidad de agua de lluvia que han recibido en las últimas semanas, ofreciéndonos todo el sobrante para alborozo de nuestras botas y pantalones.

Caminando hacia el interior
            Otra hora y media más y nos ponemos en el mediodía, alcanzando el mirador de Portutxiki, sobre los acantilados de Sakoneta, desde el que se puede dar un repaso visual como un resumen de todo lo anterior. Capas y capas de sedimentos perfectamente organizadas, en las que los expertos ven con claridad los movimientos orogénicos medidos en miles, millones de años.

Desde el mirador Portutxiki

           
El flysch tierra adentro
A partir de aquí un continuo subir y bajar montes para adaptarnos al relieve del camino, y en otras dos horas más nos vamos aproximando a Deba, pasando por la ermita de Santa Catalina antes de llegar, y luego por la de San Roque. Una entrada al pueblo que se hace tras el discurrir por una bonita vereda que no quiere pasar desapercibida, ofreciéndonos también una buena ración de barro, del que alguna tradición habla como el origen de la humanidad, y con el que aún andamos a vueltas desde entonces. Barro que conjuga dos de los cuatro elementos. Del resto, aire y luz, también hemos terminado bien servidos al poder contemplar los amplísimos espacios hasta el lejano horizonte allá donde termina el mar y empieza el cielo.

Ermita de Santa Catalina

Vereda camino de Deba
Y como hemos perdido el tren de las 13:45 hay que esperar al siguiente una hora más tarde, que nos lleva a la estación de Zumaia, punto de inicio de esta espectacular ruta por unos escenarios totalmente inéditos para las habituales andanzas, y que hoy ha congregado a una treintena de socios y amigos por unos parajes alejados de su hábitat natural que son los Pirineos, cuya formación comparte origen con todo este solar que tiene al descubierto una de las maravillas geológicas a nivel mundial. Una ruta la de hoy, decimos, con el marchamo de calidad de la Sección de Montaña del CP Mayencos de Jaca, gracias hoy especialmente al amigo Julio.

En buena mesa con buena compañía

            Y tras haber recorrido 15,5 km en 6 horas de tiempo total, del que 4h 30’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado, con tanto sube y baja, de entorno a los 700 metros D+/D-, no hay mejor cosa que hacer que despedir esta extraordinaria jornada en torno a una buena mesa, con buena comida y buen servicio, en buena compañía, en el Errota de Orio. Totalmente recomendable.





Wikiloc: https://www.wikiloc.com/hiking-trails/flysch-de-zumaia-a-deba-23994387

2 comentarios:

  1. Hola.

    Que bonita es la costa Vasca, y en particular este tramo del GR.121 que recorrer todos la zona de acantilados.

    Yo solo conozco la parte inicial de Zumaina, e incluso he podido darme un baño en la playa de San Telmo. Esa fotografía de la barranquera resulta espectacular.

    Un saludo

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    1. Sí, Eduardo. Hay rincones por ahí sólo bellos para los ojos que los contemplan. Gracias.

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