miércoles, 14 de junio de 2017

Ibón de Plan, la Basa de la Mora

AQUERAS MONTAÑAS
Ibón de Plan (1910 m)
Domingo, 11 de junio de 2017



Si ye que i puyas bela maitinada
de San Chuan ta Ibón,
y no la biéses, abrás de pensare
en labá-te l´anima…
Sólo es güellos limpios pueden viere
a la prinzesa mora de las cumbres.



            Así comenzamos esta tercera jornada por el Sobrarbe. Y no la podíamos dedicar a otro objetivo más emblemático que al Ibón de Plan, también llamado Basa de la Mora. A Sara y Marisa del viernes, y Eva, Manuel y Pepe de ayer, se nos añaden hoy Carlos y Toño. Con todos ellos emprendemos una nueva ruta por estas montañas. Partimos de Plan, de las piscinas concretamente, por una pista que discurre por la margen izquierda del Cinqueta, y que recorremos casi media hora, para meternos por un camino a la izquierda, ya por el bosque.

Ahí estamos, listos para salir de Plan

Curioso posado
            El sendero va buscando el barranco del Ibón, y no ofrece cuartel, a tramos empinado, a tramos muy empinado. Lo cruza en varias ocasiones, pero sin mayor problema. En hora y tres cuartos alcanzamos el cruce con otro que baja a Saravillo por el GR 15, donde ya se calma de tanta subida, y al que nos incorporamos en dirección contraria camino del ibón, por un paraje espectacular de tasca por entre el bosque. Aún tenemos como veinte minutos hasta la Basa de la Mora, entre los cuales tenemos que abandonar este GR, que se va a tierras ribagorzanas por la Colladeta del Ibón, que se interna en el mundo Cotiella. Gran mundo, por cierto.

Cruzando el barranco del Ibón

Llegando al ibón
            Finalmente llegamos a este ibón, considerado como uno de los más bonitos del Pirineo. Pero en realidad el mérito más que del ibón es del entorno. Hay que verlo. Hay que sentirlo. Hay que vivirlo. Está emplazado en una cuenca glacial, rodeado de enormes paredones que se desgajan en millones de piedras, formando unos canchales infinitos que te cansas sólo de subirlos con la vista, y que albergan los ejemplares de pino negro que, al filo ya de los dos mil metros, más han resistido. Estamos a los pies del macizo de Cotiella, aunque este pico no sea visible desde aquí. Y por otro lado, las peñas horarias, de las Diez, las Once, Mediodía… en fin el mejor reloj solar que tenían por aquí. El ibón no se concibe sin la montaña, y la montaña no se concibe sin el ibón, aunque intuimos que va en franco retroceso. Sin duda es un lugar mágico.

Primera visión del ibón. Sin palabras

Infinitos canchales
            Se dice, desde hace mucho tiempo ya, que huyendo de las luchas entre moros y cristianos, había una joven musulmana que se perdió por estos lares, quedando atrapada su alma para siempre en las aguas del lago. “Si es que subes alguna mañana de San Juan al Ibón, y no la vieras, habrás de pensar en lavarte el alma… Sólo los ojos limpios pueden ver a la princesa mora de las cumbres”.  Es la cantinela que aún enseñan los viejos del lugar a las generaciones más jóvenes, que es la traducción de lo que antecede a la entrada de hoy. Se dice, pues, que pasando la noche de San Juan en las orillas del lago, al amanecer, es el sol el que con sus destellos en el agua despierta el espíritu de la joven, que sigue vagando por aquí, y que teniendo el alma pura se la puede ver escenificando una danza mágica, llena de brillantes y joyas de todos los colores.

Dándole la vuelta al ibón

Entorno grandioso
            Sea o no sea, lo cierto es que no es difícil imaginárselo, porque el entorno, y no nos cansamos de repetirlo, es auténticamente digno de un cuento de hadas. Es a la conclusión que se llega cuando no te conformas con alcanzar las orillas del ibón, sino que te fundes con ellas en un abrazo imaginario dándole la vuelta. Sí, nos hemos quedado prendados de este lugar tan alpino y mágico a la vez.

El ibón y su entorno

Sarrios en el nevero
            Contemplando una manada de sarrios en uno de los neveros, echamos un bocado y terminamos la vuelta, dejando ahí el lago con sus decenas de visitantes, algunos con el caballete de pintor, que por muy buenos que sean, que lo serán, jamás conseguirán reproducir toda su belleza. Desandamos lo andado hasta la convergencia con el camino de subida, por el que bajan Marisa y Eva, marchando los demás por el GR 15 dirección a Saravillo, no sin antes pasar por el refugio de Lavasar, donde termina la pista, con sus decenas de vehículos. Un refugio libre, concebido como tal, construido como tal, usado como tal, y que ahora está sometido a las intenciones de darle otro uso más trivial, más prosaico. En fin… el eterno debate entre conservacionismo y desarrollo… o ¿entre desarrollo y desarrollismo?, bueno, no sé, ahí lo dejamos. Mucho ha cambiado, y lo sigue haciendo, el mundo de la montaña.

Eterno. Infinito

Refugio de Lavasar
            Bien, tras el paso por el refugio ya todo es bajar y bajar por ese GR 15, que va burlando la pista durante hora y media, metiéndose por el caluroso barranco de Gallinés, hasta alcanzar esta localidad de Saravillo, que se aúpa para presumir de sus mil metros de altitud, y a donde nos recogen Marisa y Eva para dar por terminada no sólo esta jornada, sino tres para algunos, por estas tierras del Sobrarbe, unas montañas que invitan a volver. Y que lo haremos.

De lo poco que queda

            La travesía ha sido de 15,9 km, a la que le hemos dedicado 6 horas de tiempo total, del que 4h 15’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado de 1220 D+ y 1295 D-.







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