domingo, 14 de diciembre de 2014

Belén Montañero en el Mesola

A TUCAS ALBARS
Mesola (2.177 m)
Sábado, 13 de diciembre de 2014



            Unos cielos grises, plomizos se atisban en el horizonte que vamos a conquistar. Horizontes rasgados por montañas que como pliegues del terreno, como pliegues del tiempo, se alzaron hace tiempo para provecho y delicia del ser humano. Unas montañas en las que ha encontrado protección, paz, asueto y modo de vida. Y nosotros, ¿qué buscamos en ellas? Son los cuatro puntos cardinales. Son los cuatro elementos de la materia. Son donde se asientan los cuatro reinos de la vida de este planeta. Y en esos pliegues nos queremos deslizar, precisamente en busca de esa regeneración que de ellas emana y que nos impulsa a mejorarnos y mejorar nuestro entorno. Todo. Todo queremos buscar.

Cielos desde Mesola
            Unos cielos grises, decíamos, quizá dictados, quizá guiados, por esas predicciones que desde hace una semana nos aconsejaban quedarnos en casa, en el confort del hogar. Pero lo que no saben esas predicciones es que las montañas también son nuestro hogar, y a ellas acudimos en busca de ese otro confort, de esas sensaciones que como a ellas, y junto a ellas, nos hacen volar. Hoy toca visitar de nuevo al Mesola, punto culminante de la Sierra de la Estiva, que se alza entre los valles de Aragüés del Puerto y Aísa, y cuyo cordal emerge desafiante desde sus dos cabeceras, Lizara y la bicéfala Napazal/Rigüelo, hacia un sur más amable, dejando atrás unos espléndidos circos asentados bajo la protección de otro cordal. Superior cordal, perpendicular cordal, que tiene en Bisaurín, Fetás, Bernera, Llena del Bozo, Llena de la Garganta y Aspe sus máximas expresiones.

Nuestro objetivo
            Y como casi siempre, confiamos en el tiempo, que raramente nos defrauda, porque es una confianza mutua, recíproca. Hay veces que nos tratamos de igual a igual, y por eso nos hace un guiño y nos obsequia con una tregua que nos permite acercarnos más a él y visitar las montañas. En esta ocasión, siguiendo la tradición del Club, aupamos el Belén Montañero hasta esa cima del Mesola, rodeada por un mar de belleza, por unos espacios abiertos, donde los sarrios campan a sus anchas, porque también es su casa; donde los leonados buitres campan a sus anchas, porque también es su casa. Y donde gran parte de la vida hiberna, a la espera de la cíclica bonanza. Donde el aire purificado se nos echa encima conforme vamos subiendo y subiendo.

Empinadas cuestas de arranque
            Nueve componentes del Club Pirineísta Mayencos nos hemos reunido en esta ocasión para no dejar solo a este monte. Nada más dejar los coches a pie de carretera, un empinado, y a veces, muy empinado, tramo de bosque nos lleva a unas zetas más asumibles. Es una trocha de saca de madera, que ante su inactividad en esos oficios, va tomando venganza y se va vistiendo de tupido paso, cobrando lo que es suyo, haciendo el bosque más bosque. Media hora acompañando a los pinos en su estancia y salimos a un claro presidido por un refugio forestal sin posibilidades de ejercer. Está cerrado. Aquí ya vamos recogiendo el fruto de los casi trescientos metros de desnivel que llevamos. Este claro ya nos permite tener unas vistas sobre los grandes del circo, y sobre las tierras bajas, presididas por nuestra Peña Oroel.



Los hombres de las montañas
            Claros como éste, y otros menores que también están al abrigo, acogen unos corros de nieve prieta, dura, que hemos de atravesar para continuar nuestro camino. Cruzamos algún barranco, y nos metemos en el tramo más bonito de todo el itinerario. Un sereno sendero por entre el bosque que finalmente nos desampara para comenzar las zetas finales y nevadas hasta el siguiente refugio, el llamado Mallata de Petrito, situado junto a una gran raya de terreno que hace de atalaya asomándose sobre este circo bicéfalo que constituye la cabecera del valle de Aísa, donde las ocultas aguas de estos calcáreos macizos ven la luz y fueron bautizadas como Estarrún por los hombres de antaño.

Bisaurín, el rey de Lizara
            Algunas cimas están intratables, pero por más que se escondan las reconocemos, igual que lo hacen ellas con nosotros. Contemplación y bocado. Primeros copos de nieve, que de forma furtiva se intercalan entre nosotros. Y para que corra la voz entre ellos, les decimos que no nos van a intimidar. Nos quedan trescientos metros de desnivel. Seguimos, y lo hacemos por una incómoda ladera donde las piedras quieren reinar, pero que no lo consiguen del todo. Una incómoda ladera que sin senderos muy definidos, vamos amansando diseñando amplias lazadas.

Cordal y Llenas
            En menos de dos horas y media llegamos a esta cumbre, orgullosa de serlo, y que se ve amueblada por un acomodo semicircular de piedras que algo indica. Liviana protección, pero protección al fin y al cabo, de la furia de los vientos. Y es ahí donde colocamos ese portal, al abrigo de las nortadas, y encarado hacia el que pondremos el próximo domingo en la Peña Oroel, estableciendo de ese modo, y como todos los años, un eje de nacimiento, un eje de regeneración, un eje de resurgir entre nuestro emblemático monte y otro elegido en el entorno pirenaico. Un eje para el que las montañas siempre están dispuestas.



Bajando
            Unas montañas que no entienden de navidades, pero sí de ciclos biológicos, de las que forman parte. En unos días, el sol dejará su tránsito por Sagitario y comenzará el de Capricornio, inaugurando así el invierno. Un signo de tierra, un signo que ampara las grutas, las cuevas, también el simbólico establo que estamos colocando, los mundos ocultos como los que no podemos ver, pero que intuimos, bajo las calcáreas moles que tenemos delante, donde las destiladas aguas se preparan para su salida al mundo. Unas montañas que, sin embargo, se notan tristes, un poco contrariadas, porque se han visto desprovistas del manto nivoso con el que se habían ido adornando estos días. El fiero viento se lo ha ido llevando, pero las queremos igual. Para nosotros siempre están estupendas.

Buen marco para una foto
            Y un poco tristes también nosotros, porque es momento de abandonar este lugar. Y lo hacemos algo pasado el mediodía, desandando lo andado hasta el refugio de abajo, donde algunas castigadas rodillas dictan bajar por el sendero en busca de la amplitud de la pista, y donde las prisas de otros dictan hacerlo por el itinerario de subida, que el eslalon por entre los pinos consigue que lo hagamos en la mitad de tiempo.

            En el registro de hoy han salido poco más de 8 kilómetros, recorridos en 4h 45’ de tiempo total, con 2h 55’ de actividad. Poca tregua nos ha dado el terreno, de los 820 metros de desnivel, hemos hecho en torno a 880 acumulados. Una buena mañana entre amigos.
  



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