domingo, 16 de noviembre de 2014

De nivoteo por el Castillo de Acher

A TUCAS ALBARS
Castillo de Acher (2.384 m)
Sábado, 15 de noviembre de 2014



            Los días pasan, los meses pasan. Las hojas caen, también las del calendario. Haciendo funambulismo con el tiempo, hoy toca visitar de nuevo la Selva de Oza, ese lugar mágico de nuestro Pirineo, que se ha merecido a pulso el figurar entre los espacios protegidos de nuestra Comunidad Autónoma. Conocido como Parque Natural de los Valles Occidentales, agrupa éste y otros adyacentes, gracias a su enorme riqueza medioambiental y paisajística. Montes que no envidian las grandes alturas pirenaicas porque se miran a sí mismos, y se sienten orgullosos de lo que son, alturas modestas pero bravas, muy bravas, que colaboran a que la cordillera, que viene medio arrastras desde el Cantábrico, pase de ir de rodillas a ponerse en pie. Hoy, con Mayencos, seguimos dando cumplimiento al programa de la Sección de Montaña. Hoy, con Mayencos, nos vamos al Castillo de Acher.

El bosque de muda
            Pues eso, hoy, con Sara, Javier, Josemari, Paco y Jose, hemos sido escoltados por una compañía de lujo, Olga, cuyo conocimiento de estos montes, de estos bosques, de estos caminos, siempre añade un plus de placer a nuestras caminatas. Con todos ellos, y con ese placer, nos acercamos hasta la Selva de Oza para encarar la subida a este barco varado en el tiempo, y que se ha comprometido a destilar, a contribuir con sus barrancos de la cara norte, a hacerse mayor, en definitiva a ese todavía incipiente Aragón Subordán, que después de brindarnos el enorme espectáculo de las Aguas Tuertas, tras haber roto aguas en las faldas del Marcantón, se despeña por esa cascada al comienzo de Guarrinza. Sí, un río que con su apellido indica a las claras su subordinación de ese Aragón, que da nombre al territorio y que tanta historia lleva a través de su geografía. Geografía, territorio, que no olvida tanta sangre, tanto sudor y tantas lágrimas de antiguos moradores que ya participaron de su 15M particular antes de ser inventado.

Cruzando el barranco de la Espata
            Pero vamos a lo nuestro, porque la mejor forma de rendir homenaje a nuestra historia es la de patear sus músculos, patear sus nervios, patear sus venas abiertas al infinito. Unas venas, unos barrancos, especialmente crecidos en estos días de incesantes lluvias que la tierra ya esperaba con impaciencia. Unas lluvias de las que huíamos en el día de mañana y por lo que nos hemos adelantado a hoy, pero que no ha habido forma de engañarlas. Aquí somos, que dicen los chesos. Aquí somos, recién llegados y viendo llover. Hay otras opciones, pero con las mismas escasas garantías. Las borrascas van y vienen, dejando nieve en las alturas. Nos pilla el cuerpo perezosillo. Un cuerpo que apenas se ha habituado al otoño, de repente se tiene que enfrentar al invierno, y tarde o temprano lo tiene que hacer. Es buen momento. Vamos.

Ojos del bosque
            Arranque con chubasqueros, pantalón de agua y paraguas. Arranque con un extremo W del Castillo de Acher que nos mira por encima del hombro, que nos mira de reojo, por alguno de esos espacios que esporádicamente le dejan los nubarrones. Nos enfrentamos a una montaña con faldas jaspeadas de mil colores, que desborda nuestros sentidos, y con blusa blanca e inmaculada. Una blusa que lentamente lleva tejiendo toda la noche… y sigue. Una montaña otoñal de cintura para abajo, e invernal de cintura para arriba. Dejamos un Subordán otrora tímido, y que hoy ruge porque luce con todo su esplendor, un royo esplendor que le aportan los sedimentos que trae desde su cuna, confiriéndole esa precoz pubertad que va a ir in crescendo a lo largo del valle.

El musgo revive
            Salimos, decimos, vistiéndonos de bosque desde el mismo inicio. Un espacio habitado por bellísimos seres encerrados en cuerpos de diversas formas, y que nos muestran su decadencia culminando una parte de ese ciclo vital, y que prometen trabajar hacia su interior en estos meses que vienen, para volver a renacer con más vigor, con más experiencia, con más vida, en definitiva. Son los grandes ciclos de la Naturaleza a los que estamos sujetos. Favorecer nuestra integración en ellos es dirigirse al equilibrio, a la salud. Lo contrario… el desequilibrio, la enfermedad y la muerte prematura. Todo está ahí, en ese Gran Libro de la Naturaleza Viviente, que tantas lecciones nos da.

Progresión ya por terreno nevado
            Con estas y otras reflexiones compartimos ese ambiente reinante que invita a ello. Un empinado sendero que cruza la pista de la Espata nos hace acortar y enlentecer el paso… aunque no a todos, los hay que no se han dado cuenta de semejante inclinación. Tres cuartos de hora con apenas visibilidad sobre los montes cercanos obliga a fijarnos más en lo que nos rodea, y que no nos cansamos de describir. Esas hojas, que ya han cumplido su aérea función, se humillan poniéndose a los pies de ese ser que les ha dado la vida, siguiendo con su contribución de enriquecer el suelo y continuar con ese incesante ciclo de la vida. Sí, la materia se transforma, pero no la esencia.



El bosque encantado
            Barranco de la Espata, que se crece ante nuestra presencia, se nos echa encima, pero no va a poder con nosotros, que lo vadeamos aunque no sin dificultad. Salimos del bosque, dejamos atrás esas faldas de mil colores y poco a poco vamos alcanzando esa blusa blanca, esa blusa de invierno, más espesa a cada paso que damos. Niebla cerrada. Ambiente invernal. Los hitos casi, casi, ya invernando también. La nieve nos oculta el piso, que de tasca pasa a pedregoso. En una hora más llegamos a esa gran roca que marca el comienzo de la subida por la ladera en busca del paso a la antecima, a la que no llegamos todos. Las condiciones climatológicas empeoran, a más altura, más frío, más niebla, más viento, que hacen más penoso el ascenso, que hacen que la montaña cree un vínculo especial con los que no la acometen, gestando una nueva invitación para su visita. Sí, eso hacen las montañas que en algún momento no se dejan, un compromiso que hay que reconocer y valorar, y con el que hay que sentirse cómplices. Humildad y buenas relaciones con esos seres vivos que nos atrapan en sus faldas y nos acogen en sus cumbres.

Junto al río
            Dos horas y cuarto hasta aquí. Mientras el grueso del grupo sigue subiendo en busca del paso que les acerque a la cima, nosotros emprendemos el descenso en busca de esos terrenos menos inhóspitos, más serenos, donde vive la vegetación ocupada en su muda. Dejamos atrás esos suelos nevados, que van solidificando, creando placas. De nuevo nos vestimos de bosque para circular a través de él, con un plácido caminar que invita a la contemplación y al enriquecimiento. Nos sentimos que no vamos de paso, como otras veces. Al llegar a la pista de la Espata, abandonamos la pendiente trocha para continuar por ella, por hacer tiempo y por esperar menos abajo. Voces lejanas que resuenan en nuestra bóveda y recuerdos en sepia llenan la conversación. Aprovechamos para hacerle una visita a esa Corona de los Muertos que tantos secretos oculta todavía, hogar de vida y muerte de nuestros antepasados que gustaban, como nosotros, de estos lares. Unos bellos lugares, con bellos rincones y bellos momentos, que hoy se han mostrado celosos de su intimidad. Fotos que hemos hecho, no han salido. Algo que no nos había ocurrido anteriormente. Otro motivo más para volver.


            Dos de la tarde y llegamos a los coches. Ni quince minutos pasan cuando llega el resto del grupo. Cambio de impresiones entre bocado y bocado, contemplando la popa de ese gran barco, que ahora se deja ver más que antes. Y poco más. Enhorabuena a algunos y recordatorio para cumplir promesas a otros, a los que hemos hecho algo más de 12 km en 5 horas, con 4 en movimiento, para hacer de los 1.000 metros de desnivel con casi 1.200 acumulados. Los que se han encumbrado hasta los 2.384 metros de su máxima altura en la cima norte, pues como 270 metros más. Vale. 




4 comentarios:

  1. qué chulada de primera invernal, eso sí, cerrado ,cerrado en esas faldas del castillo.Enhorabuena!

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  2. Preciosa excursión!!! Otoño...

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