miércoles, 10 de septiembre de 2014

Aneto, el Sancta Sanctorum

A TUCAS ALBARS
El Aneto (3.404 m)
Domingo, 7 de septiembre de 2014




            Todo en esta vida tiene dos caras. También la codicia, la avaricia. Vamos a centrarnos en lo bueno, porque lo malo ya nos lo recuerda a cada momento esa que se cree la dueña de nuestra conciencia. Y el aspecto positivo, y copiamos la 2ª acepción del Diccionario de Lengua Española de la RAE, no es otra cosa más que ese afán, esas ansias, de desear cosas buenas. Y ya teníamos ganas de encontrarle una virtud a tan denostado defecto. Sí, porque no sólo hay que hablar de objetos, de bienes materiales, no, precisamente esas “cosas buenas” rehúyen de todo eso. Las “cosas buenas” esencialmente son momentos, lugares... Momentos vividos con personas con las que te une un conocimiento, una amistad, pero fundamentalmente el compartir esta irrefrenable pasión por el mundo de las montañas, y esos son los lugares.

En Benás, la víspera
            En las montañas se encuentra la libertad física y del espíritu. En las montañas se encuentra uno con la verdadera dimensión de ese mundo natural que nos pone a cada uno en nuestro sitio. En las montañas se encuentran esos lugares extremadamente bellos que tanto admiramos. En las montañas se encuentra el lugar y el momento para, con profundo respeto, poder alzarnos sobre sus más altas cimas e intentar comprender por qué están ahí, qué las hace empinarse hacia arriba, hacia lo más alto, como los brazos de un niño buscan a los de su madre. Y si es algo que ocupa nuestra mente y nuestro corazón cada vez que nos aupamos a una de ellas, con más razón cuando lo hacemos sobre la más de todas ellas, sobre la más alta entre ellas, sobre la que más amplifica, si cabe, esa experiencia mística que representa siempre el subir, subir y subir.

En un momento de la progresión
            Con Sara, Silvia, Ástrid, Juan, Rafa, Paco e Isidro, con la ayuda técnica de David, y por un itinerario poco habitual, hemos culminado la cima de las cimas. Con su permiso, hemos hecho pie en su majestad el Aneto, que con sus 3.404 metros de altitud se alza como el punto más alto de la cordillera pirenaica. Hemos realizado, decimos, la consecución de una de las salidas programadas por la Sección de Montaña del CP Mayencos para la presente temporada. Sí, comenzamos la recta final del verano subiendo al gigante de los gigantes por el inconmensurable mundo Coronas, otrora indiscutible glaciar, que al retirarse ha dejado al descubierto un amplísimo circo abierto al sur, con una enorme suma de tarteras, ocupadas por una sucesión de ibones como grandes ojos de mirar infinito, cuyo húmedo lacrimal destila sin cesar esas gélidas aguas por encima y debajo de un excesivo mar de bolos de granito que hacen agudizar la atención, mejorar el equilibrio y reforzar los tobillos.

Nuestros precursores (heraldo.es)
          Desde la antigüedad, siempre se han asociado a las montañas y sus altas cimas con las divinidades, y ésta que nos ocupa no puede ser menos, naturalmente. Leemos a Santiago Broto, que tanta profusión literaria sobre el Pirineo nos ha dejado, lo que nos dice sobre el propio nombre de Aneto. “La más remota tradición suponía que este monte era la residencia de un dios, cuyo nombre sirvió para designarla; se cree que para los íberos, el Sol era el dios Neto, y según esto, los habitantes del valle acabaron llamándolo La Neto, con su evidente transformación posterior”. Otros autores, como el francés Reboul, en 1817, lo deriva de la población Néthou, la última aragonesa regada por la Noguera Ribagorzana, antes de entrar al valle de Arán.

Primeras visiones del Aneto
            Muchas rutas suben a la cima. Todas son largas, pero tanto la normal como ésta, no ofrecen grandes dificultades, a excepción de la cresta cimera, el llamado Paso o Puente de Mahoma, que para atravesarlo es necesario extremar la precaución. Franqueville, en su relato de 1845 decía al respecto: “Estamos separados del pico por una arista extremadamente aguda; a la derecha, bajo nuestros pies, se abre un abismo en cuyo fondo se despliega el glaciar de Coronas y las aguas negruzcas de su lago; a la izquierda, a una profundidad un poco menor, la porción oriental del glaciar del Aneto desciende con una inclinación pronunciadísima. La cúspide de esta arista está cubierta de granitos disgregados por la helada o dislocados por el rayo, y muy peligrosos, a causa de su poca estabilidad. Sin embargo, ese puente de Mahomet es la única vía que se nos ofrece para llegar al fin tras el que vamos desde hace tanto tiempo”. Sin que hayan disminuido los riesgos, evidentemente, esta visión ciento setenta años más tarde se queda un tanto obsoleta, pero habría que añadir que hoy en día un nuevo factor se suma, y es lo pulidas que están las presas donde echar las manos, debido a la gran masificación que padece este lejano y altivo rincón del Pirineo.



            Hoy es nuestra montaña. Hoy es nuestro momento. Vamos con los detalles. Nos acoge Benás la víspera entre tormentas y amenazas de pocos cambios, sin embargo una luna casi llena se alza sobre Sarllé (en patués Benasque y Cerler, respectivamente), que alumbra un firmamento completamente limpio de esas amenazas. Pocas horas más tarde, ya la tenemos paseando a lomos de la Sierra de Chía, con intenciones de irse a dar lección a otra parte. Son las cuatro de la mañana cuando eso ocurre, y tras ese escandaloso madrugón, nos dejamos mecer por el bus a través de la pista que cuelga sobre Ballibierna hasta sus mismísimas entrañas, hasta Puente Coronas, a casi dos mil metros de altitud.

Restos del fogonazo una hora más tarde
            Seis de la mañana. La noche duerme, y entre sus sueños nos deslizamos hasta que lentamente, muy lentamente, va dejando abrir sus párpados mostrándonos la belleza inigualable de estos mares de granito salpicados por los ibones de Coronas, verdaderas reliquias glaciales que pacientemente han ido abriéndose su hueco en el paisaje. No tan lentamente ha sido el sobresalto producido en los cielos por un gran fogonazo muy cercano, hacia el NE, y que deja una larga y duradera estela, que se convierte en una nube plomiza, que tarda alrededor de dos horas en disolverse. Todavía de noche, nadie habíamos visto nada semejante. Luego nos enteramos de que fue un llamado “bólido o bola de fuego”, como lo denomina la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, perteneciente al CSIC, y del que dice ser “partículas de origen interplanetario, que penetran en la atmósfera terrestre a velocidades comprendidas entre 11 y 73 km/s. Tales partículas son rocas desprendidas de asteroides, cometas o, más raramente, pueden ser incluso rocas de la Luna o Marte”. Éste, que ha caído sobre Cataluña, ha sido registrado por el citado instituto como el “SPMN070914, 04h56m46.7±0.1s T.U.C.”, y es que, efectivamente, fue avistado cerca de las siete de la mañana, desde puntos muy lejanos del territorio nacional.

En el Gran Hito
            La emoción por semejante destello en una noche a punto de dejar de serlo, nos ayuda a sobreponernos al murallón que media para alcanzar el plató donde se asienta la Pleta o Ibonet de Coronas, el primero de todos ellos, que vamos pasando impenitentemente.  Cuatrocientos metros de desnivel más, y el Ibón Inferior lo dejamos a nuestra derecha. No confundirse con los hitos que nos llevarían a la Cresta de Llosás, otro itinerario que lleva a la cumbre del Aneto, pero más técnico. Mucho más que el Paso de Mahoma que se elude.

Preparándonos para cruzar el nevero
            El Ibón Medio de Coronas, el más grande, se queda a la izquierda, y le sirve de espejo al Aragüells, una pirámide de gran porte, que con sus 3.037 metros de altitud es la última cima que sobrepasa la mítica barrera, y desde la que se va descolgando la divisoria de Coronas con Cregüeña hasta el mismísimo pico de Estatás, que hace de pivote entre Ballibierna y el principal, encima ya de Plan de Senarta.

Superado el collado
            Enseguida alcanzamos el Ibón Superior de Coronas, que lo dejamos a la derecha, enfilándonos ya hacia ese collado, hacia esa puerta que como otras, comunica el norte con el sur de este extraordinario cordal de los Montes Malditos, que ya están siendo visitados por unas nubes que también gustan de estas alturas. El pronóstico para hoy no era el mejor, y peor que la falta de visibilidad serán las tormentas que se vayan formando por la tarde. Veremos.

Circo de Coronas
            Dos horas y media largas para superar ya todos los ibones de este extenso circo, y otra hora más para toparnos con el primer nevero, que dada su escasa inclinación pasamos bien. Continuamos. Son las diez cuando nos vamos acercando ya a la base de la corta muralla para subir al collado, y nos encontramos con el último nevero antes de llegar a él, que ya nos pide a gritos que lo acariciemos con pinchos. Y ya sin quitárnoslos acometemos la subida a este collado, a tramos por piso muy descompuesto, y que nos da vista al mundo norte del macizo, con su comatoso glaciar, al que nos incorporamos para rematar esta ascensión.



En la antecima, con los preparativos
            Poco más de cinco horas para llegar a la antecima, donde la indecisión quiere ganar la partida. Una partida que ya venía hace horas, por no decir días, preparando, colándose a hurtadillas por entre las neuronas de algunas personas más llevadas por el mito que por sus propias potencialidades. Pero no, no lo permitimos. Esta partida la ganamos con decisión y aplomo. Con confianza en el cordón umbilical unos, y sueltecicos otros, pasamos el Puente de Mahoma, para llegar hasta la mismísima cima del Aneto, un paso definido como el purgatorio necesario para alcanzar el paraíso, esa única cumbre pirenaica capaz de mirar por encima del hombro a todas las demás, y no por dificultad, pero sí por su altura y belleza.

Al norte, vertiente de Barrancs
            Dentro de ese paraíso se encuentra el que, coincidiendo con nuestra llegada, Eolo se ha hecho cargo de los nubarrones que se habían instalado por aquí, lo que nos permite disfrutar de unas vistas excepcionales sobre todo nuestro alrededor. Sobre la extensísima cuenca de Coronas, por la que hemos subido. Sobre Ballibierna, a la que rinde cuentas. Sobre Barrancs y Aigüalluts al norte. Sobre el resto del macizo por el este… y por el oeste. En fin, que sería muy largo nombrar todo lo que nuestros ojos ven y tanta y tanta dificultad tienen para asimilar, por más ayuda que le preste nuestra alma en tan dichosa tarea.

Comenzando el paso
            La redondeada cima alberga un vértice geodésico, una enorme cruz y una imagen de la Virgen del Pilar, que han hecho hueco desde hace poco tiempo a una pequeña capilla que alberga una imagen de San Marcial, patrón de Benasque, en cuyo municipio estamos, siendo el que más extensión aporta a las 33.440,60 Ha del Parque Natural Posets-Maladeta, estando solapadas además, las figuras de protección de los Monumentos Naturales de los Glaciares Pirenaicos, LIC (Lugar de Interés Comunitario) Posets-Maladeta y ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) Posets-Maladeta, lo que en su conjunto le proporciona ese plus de atractivo para tantas y tantas personas que lo visitan a lo largo del año.

De regreso por el Paso de Mahoma
            Para la mayoría de nosotros era la primera vez que se llegaba al techo del Pirineo. Sensaciones indescriptibles. Emociones desatadas. Discreto homenaje a un amigo, a un compañero de montes que queriendo llegar, se quedó por el camino. El haber estado aquí una y otra vez no le resta emoción, que hay que contener para centrarse en la vuelta por esta estrecha y afilada cresta. Ya es paradójico que para acceder a la Cruz, a la Virgen y al Santo, haya que hacerlo a través de Mahoma. Pero no deja de ser anecdótico. Lo que cuenta es el Templo, donde todos cabemos, y donde bajo el palio del sol y de las estrellas, de una u otra forma todos rendimos culto.

Descendiendo del collado
            Cinco horas y media para llegar a cumbre, más el cuarto de hora de disfrute. Y aun habiendo sido largo hasta aquí, sólo estamos en la mitad. Hay que bajar, y lo hacemos por el mismo sitio, disponiendo de cuatro y media si queremos llegar al autobús de las cuatro de la tarde. Sin prisa, pero sin pausa, vamos cerrando todos los capítulos del libro que hemos ido abriendo en la subida. Antecima, pedregal, crampones, glaciar, despedida del mundo norte, cuidadoso, cuidadosísimo, descenso del collado, nevero y crampones a la mochila. A partir de aquí los montes de nuestro alrededor se van haciendo más  grandes a cada paso que damos. El circo nos va engullendo. Pasos cortos y resbaladizos en ocasiones, y largos con grandes equilibrios en otras.

A nuestro paso por el nevero inferior
            Un ibón, otro y otro. Las fuerzas van mermando, la distancia no es mucha, pero el recorrido es explosivo. Y como con paciencia se alcanza todo, también nos valemos de ella para ir bajando y bajando, mirando con ojo y medio el suelo que pisamos, y con el otro medio los negros y espesos nubarrones que se van formando por la zona del Ballibierna y Culebras. Alcanzamos la pleta, y acometemos el vertical descenso, cuya visibilidad esta mañana la noche nos ha negado. El tiempo pasa y nuestro ritmo se acompasa. Cuando ya vamos viendo claro que llegamos al autobús, comenzamos a preocuparnos por la tormenta. Aguanta, le decimos, con una cierta autoridad que sabemos no tener; de vosotros depende, nos responde con su voz atronadora. Y sí, se porta, nos da tiempo de llegar, que lo hacemos con casi media hora de anticipo sobre el bus.

Marrón por el Ballibierna
            Las frías aguas de esta cuenca de Coronas arrastran hacia el Ballibierna el cansancio de nuestros pies, que chapotean en ellas en busca de un merecido alivio. No han sido los casi 13 km, no, han sido los en torno a 1.500 metros de desnivel acumulado positivo, y otros tantos de descenso, que hemos hecho en poco más de nueve horas y media, de las que seis han sido en movimiento. Como contrapartida, las emociones por todo lo vivido nos han dado alas para superar todo el esfuerzo. Unas expectativas cubiertas, incluso superadas, que ya tienen acomodo en las runas de nuestra memoria y que van a perdurar ahí durante largo tiempo, especialmente para los neófitos en estas grandes alturas. Como siempre, gracias a todos y a todo.

  




Las fotos, en:

El trac, en:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7759407

8 comentarios:

  1. qué bonito relato, fiel y puntilloso, otro gran recuerdo, gracias Chema!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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    1. Gracias, Cacatúa, por el comentario y por haber estado ahí, compartiendo emociones.

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  2. Chema haces fácil lo que no es tanto... da enorme emocion el acometer jornadas
    en las que la dureza del esfuerzo requerido se ve minimizada por la mejestuosidad del entorno donde se realiza acompañados por una inmejorable compañia. Gracias Chema por hacernos lo duro tan fácil. Adelante.

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    1. Cuando uno se encuentra entre los grandes, se siente grande. Quizá sea eso lo que nos pase. Gracias, Isidro.

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  3. Chapeau Chema!
    Otra vez más consigues dejarnos con la boca abierta. A ver qué día me regalas a mi una jornada como esta!
    Sigue disfrutando, titán!

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    1. Gracias Albertico. No será porque no lo hemos intentado. Seguiremos haciéndolo.

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