jueves, 20 de agosto de 2020

Punta del Sabre y Gran Bachimala, con sus afiladas crestas



AQUERAS MONTAÑAS
Punta del Sabre (3134 m)
Gran Bachimala (3176 m)
Miércoles, 19 de agosto de 2020


Cabaña en el campo
            No sabemos si Daniel J. Boorstin, historiador y escritor estadounidense, recientemente fallecido, tuvo mucho que ver o no con las montañas, pero sí nos ha llegado esta frase con la que no podemos estar más de acuerdo: “Mucho antes de que el hombre pensara en conquistar las montañas, las montañas habían conquistado al hombre”, porque mucho antes que el hombre, las montañas estaban ahí, y porque algo escasos de humildad andamos si pensamos que “vamos a conquistar una montaña”, o que “hemos conquistado una montaña”. Porque si algo conquistamos es alguna parcela de nuestro interior, algunas ambiciones, algunos recelos, algunos miedos… no sé, pero desde luego algo de nosotros mismos. Por el contrario, son las montañas las que conquistan al ser humano, con su porte, con su belleza, con su dificultad… en definitiva, solo con humildad nos podremos sentir conquistados por las montañas.

Zona de lajas para subir a la Punta del Sabre

Uno de los momentos de cresta, previa al Sabre
           El río Zinqueta, afluente del Cinca, discurre por el bellísimo valle de Gistaín, o Chistau, y se forma en Els Plans, una gran planicie rodeada de grandes montañas. Y lo hace con el aporte de dos afluentes, el Zinqueta de Añes Cruzes, por el barranco homónimo, y el del Zinqueta de la Pez, por el de Tabernés. Ambas cabeceras hacen güega con Francia, pero tienen algo en común, el gran macizo de Bachimala, que se aúpa hasta los 3176 metros de altitud, en su mayor altura, el Gran Bachimala o pico Schrader, que al norte deja su estela con una larguísima cresta hasta el Puerto de la Pez, y por el sur, con otra cresta, más breve, que lo une con la Punta del Sabre. Cuando seamos adultos en esto de andar por las montañas, quizá nos atrevamos con esa gran cresta norteña, pero mientras seamos adolescentes, eternamente adolescentes montañeros, nos tenemos que conformar con cosas menores, aunque también tienen lo suyo. Hoy vamos a dejarnos conquistar, pues, por ese Gran Bachimala y por la previa Punta del Sabre.

Salida en una titubeante mañana

APROXIMACIÓN Y ASCENSO AL SABRE
El sol, queriendo entrar en el valle
            El año pasado las responsabilidades de club no nos permitían hacer esa renombrada cresta del Sabre, teniendo que subir al Bachimala por la normal, pero como la paciencia todo lo alcanza, hete aquí que ha llegado el momento. Uniendo anhelos y voluntades, con María, Paco y Miguel y un madrugón de espanto nos presentamos en el refugio de Biadós a eso de las 7:20 de una mañana que ya ha despertado, y nosotros espero que también, si no, lo vamos a hacer enseguida, porque el pedazo de cuesta a la que nos enfrentamos nada más salir del recinto del refugio es para quitarse las tonterías. Ya la hicimos el año pasado, y ahí estaba, en nuestra memoria, y en el bosque. En media hora cruzamos una pista, a más de trescientos metros más arriba, una pista que va a unos corrales vecinos, y que intuimos viene de la de Tabernés.

Desvío a la derecha, abandonando las señales verdes

Punta Suelza y Punta Fulsa
            Como otra hora más y se alcanza el collado de la Señal de Biadós, habiendo pasado los últimos compases del sendero, tras haber superado un pequeño roquedo, por encima del barranco de Bachimala. Un collado, con un par de corros para vivaquear, y que da vista al vecino barranco de Añes Cruzes. Es aquí donde comienza la empinada loma que dará paso al más empinado todavía ascenso a la Punta del Sabre. Por empezarla de forma suave, nos dejamos mecer por un sendero que sale a la izquierda y que, de forma inmisericorde nos acerca ya al mundo pétreo.

Comenzando ya la subida al Sabre

En uno de los pasos más delicados
Progresando por la cresta, antes de la cima
            El sendero va subiendo haciendo alguna zeta hasta que ya decide ponerse más empinado y hay que echar las manos en llegando a la zona de lajas. El divertimento continúa al llegar al filo de la navaja, en el que hay pasos que se van alternando a uno y otro lado de la misma, con profundos patios, en los que no cabe error. Cincuenta minutos de máxima atención, tres horas y media desde el arranque, y alcanzamos la Punta del Sabre, pudiendo descansar un poco de esa tensión más que justificada. Aún, aún queda lo suyo, pero de momento, aquí estamos, disfrutando del momento y del lugar. Estamos en uno de los grandes, y cerca de más grandes aún, entre los que destaca el Posets, la segunda cumbre pirenaica.

En la Punta del Sabre, con el Bachimala al fondo

LA CRESTA DEL SABRE Y EL GRAN BACHIMALA
El tramo recorrido de cresta
            Pero aquí no acaba la fiesta, que hasta el Gran Bachimala tenemos la cresta del Sabre. De nuevo a lomos del filo de otra navaja, y esta más afilada aún. A la izquierda un gran y desierto circo pétreo, y a la derecha, ya terreno francés, otros circos menores, salpicados por algún ibón. Otra media hora de pura atención, salvando algún paso más delicado que los demás. Los que se dan bordeando por la izquierda están venteados y fríos, y los de la derecha, más caldeados y abrigados.

Último esfuerzo hasta el Gran Bachimala

Zona francesa de Aigües Tortes
            Como la mitad de la distancia discurre de la mano de la curva de nivel, mientras que la segunda mitad se empina para subir los cuarenta metros que nos separan de los 3176 del Gran Bachimala o pico Schrader, máxima cota de todo el macizo. Más tranquilos aún que en el pico anterior, el examen al entorno se hace más intenso y extenso si cabe, pudiendo contemplar con toda su crudeza esa enorme cresta que llega por el norte desde la Puerto de la Pez, y que pasa por un montón de tres miles, como son: Pico de la Pez, Pico del Puerto de la Pez, Pic de l’Abeillé, Punta del Ibón Chico, Marcos Feliú, Pequeño Bachimala, Punta del Ibón, Ledormeur… 

Macizo Posets-Espadas, y Eristes a la derecha de la imagen

Macizo de Cotiella, entre nubes
            Imposible sustraer la mirada también, al gigante local, al Posets o Llardana, cima compartida por tres municipios, San Juan de Plan, de Sobrarbe, y Benasque y Sahún, de La Ribagorza. Los Espadas, con la cresta que lo une al principal. Los Eristes y otros menores, al otro lado del collado de la Forqueta. Hacia el sur, Punta Suelza y Fulsa, sobre la cuenca de Urdizeto, cuya lámina de agua se nos ofrece a la vista. Y más al sur, el inmenso mundo Cotiella.

Gran Bachimala, desde la Punta del Sabre

EL DESCENSO
María, en el Gran Bachimala
            A pesar del reconocimiento visual, poco paramos en cumbre, la mañana está estorbada y con afluencia de gentes, por lo que optamos por ir bajando en busca de un sitio más cómodo y caldeado para echar un bocado. Iniciamos, pues, el descenso por una larga pedrera hecha zetas. Y tras el rodeo del cabezo, dentro ya del circo, encontramos ese lugar, desde el que ya reconfortados continuamos descenso hasta alcanzar el collado de la Señal de Biadós, donde nos unimos al itinerario de subida para desandarlo y llegar al refugio.

Refugio de Biadós, con el Puntal de Barrau

            En total, han sido 12,9 km la distancia recorrida, en un tiempo de 6h 50', del que 4h 20’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado total de 1495 metros, dando así por concluida una bonita ruta en la que se combina el senderismo con la ascensión a altas cotas, y el tránsito por lugares de vértigo, en una fresca mañana y con buena compañía.

En el Gran Bachimala

Las fotos y el track

lunes, 17 de agosto de 2020

Lienas de Garganta y Bozo, los eternos secundones del circo de Aísa



AQUERAS MONTAÑAS
Liena de la Garganta (2599 m)
Liena del Bozo (2566 m)
Domingo, 16 de agosto de 2020


            “Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador. Silencio al fin y al cabo”.

Pico Garganta de Aísa, Sombrero, Mallos de Lecherines
y Rigüelo, que también participan del circo de Aísa;
y en medio de ellos el pico Lecherín, algo más retirado
            Esta frase del controvertido Miguel de Unamuno nos viene al pelo para iniciar el recorrido de hoy, porque cumple todos y cada uno de sus términos. Hemos pasado entre duros y enhiestos peñascos para llegar allí arriba, a cumbres solitarias, que hemos compartido con un silencio divino y recreador. Porque hemos dejado a un lado la cumbre principal, más codiciada, más visitada, más masificada, para dar culto a las secundarias, pero por eso no menos importantes, buscando en ellas esa soledad, esa divinidad recreadora, ese silencio, al fin y al cabo. Hoy hemos dejado al Aspe disponible para el visitante, y como nos consideramos de casa, hemos acompañado en su soledad a las Lienas, de la Garganta y del Bozo que, con algo menos de altitud, se yerguen cerrando el circo de Aísa.

Una más amplia panorámica, que acoge a la Peña Mediodía, Ruabe Bernera y O l'Ibón, a la izquierda

Pico de Aspe, desde la Liena de la Garganta
            De nuevo en la Cleta, al final de la carretera de Aísa que sube hasta su circo. De nuevo en estos bellos parajes para dejarnos conquistar por sus montañas. Unas montañas que altivas se alzan sobre el paisaje, pero que si las tratas, si las recorres, si acaricias sus lomas, si te adhieres a sus paredes, si entras en su juego, se les bajan los humos y te acogen con su corazón puro y limpio. Hoy visitamos de nuevo estas montañas, pero de una forma diferente, porque si siempre lo habíamos hecho de forma individual, hoy el corazón de ambas ha estado más cerca, porque con el nuestro lo hemos unido en uno solo. Liena de la Garganta, por su flanco este, para bajar por una escurridiza chimenea hasta la brecha Wallon. Liena del Bozo, también por su flanco este, para bajar por el mismo y continuar por ese pequeño valle colgado donde conviven las calizas y las areniscas en perfecta armonía.

Con Juan y Miguel iniciamos nuestra particular singladura

APROXIMACIÓN Y PRIMERA ASCENSIÓN
El inevitable embudo se torna más cercano desde el abrevadero
            Tomamos el sendero que sube a la normal del Aspe. Dejamos atrás el desvío a la surgencia de El Chorrotal, cruzamos el GR 11.1, nos topamos con un seco abrevadero, y enseguida saludamos a un gran peñasco, por el que vamos a aparecer a la vuelta. Ese gran embudo entre el mallo Peñarueba y las estribaciones del Aspe, nos tenía echado el ojo desde nuestros primeros pasos. Pues aquí estamos, tras una hora desde el comienzo. Con paciencia lo vamos subiendo para llegar a la antesala de ese misterioso mundo del karst, con sus tramposas formaciones, pero mágicas al fin y al cabo.

El infinito mundo del karst

Miguel superando la pequeña trepada
            Nada más entrar, nuestros caminos se dividen. Los del Aspe, porque no hay solo uno, discurren por la derecha. El nuestro toma una deriva hacia la izquierda, para ir en busca de las visibles areniscas, y que al llegar a ellas gira bruscamente hacia poniente en una larga travesía horizontal, en la que, las piedras rojizas dan paso al canchal. Todo ello nos conduce a una corta chimenea que obliga a echar manos. Giro brusco hacia el norte, y en media hora, cuando con traza de sendero, cuando con hitos, se llega a lo más alto de esta Liana de la Garganta, descubriendo unos espacios infinitos hacia el norte. A nuestros pies, Esper, ese bajante de todo el macizo, que vierte en el país vecino. Al término de este ancho barranco, una Chorrota del Aspe duerme bajo la gabacha.

Bajante de Esper, con la Chorrota de Aspe inmersa en las nieblas

            Mientras vemos agolparse gente y más gente en la cima del vecino Aspe, disfrutamos de la soledad de esta montaña, sin dejar de echar el ojo a la otra vecina, la Liena del Bozo, que ya espera nuestra llegada. Tanto en una como en otras, las nieblas que hemos dejado en el fondo de los valles, con gran envidia van subiendo más etéreamente que nosotros, hasta estas cumbres, que no las dejan fijarse para mayor disfrute nuestro.

Desde la Liena de la Garganta, macizo de la Liena del Bozo, con su sinclinal

En la cumbre de la Liena de la Garganta

LA TRAVESÍA Y SEGUNDA ASCENSIÓN
Delicado tramo de hierba antes de entrar en la chimenea
            El descenso se toma por su lado norte, para ir virando enseguida hacia poniente. En poco tiempo el arrime a la cornisa te va llevando hacia el bajante. De nuevo giro hacia el norte, para situarnos al comienzo de una pequeña mancha herbosa, que hay que atravesar con sumo cuidado y lo más pegado posible a la pared, porque es muy expuesta. Antes de hacerlo, su desagüe natural se traga la mirada en un descenso aparentemente imposible, pero conforme se va cruzando ese tramo de hierba, se van apareciendo las posibilidades de hacerlo. Es una chimenea muy inclinada, más amiga de ser subida, y que hay que destrepar con cuidado, tanteando bien los apoyos de pies y manos.

La chimenea que nos engulle

Pequeño sarrio en busca de sus progenitores
            Una vez liberados de la tensión del momento, nos recreamos en los movimientos de un pequeño sarrio que ágilmente va en busca de sus progenitores, que no le quitan ojo de encima desde un altozano. Respetamos sus tiempos y tomamos el camino que, por canchal, nos va bajando hasta la brecha Wallon. Otro punto emblemático de la ruta, porque desde él se puede optar por continuar el descenso o alzarse hasta la Liena del Bozo, que es lo que decidimos tras un breve titubeo que no dejamos crecer.

Brecha Wallon

Comienzo del ascenso a la Liena del Bozo
            Un cuarto de hora empleamos en ir aproximándonos hasta la roca del propio macizo, y poco más de media hora más en llegar a cumbre, atravesando variados tramos empinados, en los que hay que echar manos en alguno de ellos. Una vez arriba, es fácil intercambiar la mirada que desde la montaña anterior teníamos sobre esta, creando así ese vínculo afectivo que une estos dos grandes macizos con nuestra propia voluntad de hacerlo. Desde aquí, las vistas no son muy diferentes, pero sí toman otra perspectiva, al menos sobre el barranco de Igüer y los cercanos Peña Mediodía, Bernera y Bisaurín.

Espectacular valle colgado entre la Peña Mediodía y la Ruabe Bernera
con el Bernera al fondo, y encima el Bisaurín y el Puntal de Secús

EL DESCENSO
Desde la Liena del Bozo, la de la Garganta, y detrás el Aspe

            Por el mismo trazado realizamos el descenso hasta la brecha Wallon, para continuar por el fondo de este pequeño valle colgado, hasta su mismo desagüe, donde da comienzo un canchal en el que la pérdida de desnivel se hace más fácil que cómoda, llegando finalmente a terreno herboso, dejando atrás ese tirano mundo mineral. En breves se llega a esa gran peña que hemos nombrado al comienzo, donde damos por cerrada la circular, desandando desde aquí el camino de subida. Abrevadero, cruce de GR 11.1, desvío de El Chorrotal y cruce del recién nacido Estarrún, y que sobrevive a duras penas.

La incómoda pedrera, con la vista puesta en el más cómodo manto herboso


            La unión de estas dos montañas, y el disfrute de su soledad, han dado como resultado una extraordinaria jornada, a la que le hemos dedicado 7h 30’ de tiempo total, del que 4h 10’ han sido en movimiento, para recorrer 10,8 km, con un desnivel acumulado total de 1415 m D+/-


Las fotos y el track



sábado, 15 de agosto de 2020

Punta Suelza, un gran pico entre ibones



AQUERAS MONTAÑAS
Punta Suelza (2972 m)
Viernes, 14 de agosto de 2020


Zona de Cotiella

            En el corazón del Sobrarbe, tenemos un recóndito valle, el de Gistaín, Chistau para los paisanos, quizá uno de los pirenaicos que más tardó en abrirse al mundo. Es por lo que aún conserva ese atractivo ambiente rural tradicional, que tiene su reflejo en unas todavía vivas, aunque en franco retroceso, actividades agrícolas y ganaderas. Unas actividades que delatan los grandiosos espacios naturales, en sus amplias laderas, ocupadas por grandes cantidades de bancales, pequeños trozos de terreno que desde hace siglos le han ganado a las montañas para uso propio, para uso de la casa. Una casa, una hacienda, que ha sido secularmente el centro nuclear de la vida humana en el Alto Aragón y que, como hilo conductor de usos y costumbres, ha preservado un verdadero legado patrimonial que se respira en cada uno de los rincones de sus pueblos, Plan, San Juan de Plan, Gistaín y Saravillo, regados por el Zinqueta, y Sin, Serveto y Señés, en un valle que se abre por su derecha, barranco del Mont, según los mapas.

La vista se desliza por el barranco de Pardinas hacia el valle de Pineta

Por delante, nuestra ruta
            Pero no es en esta ocasión que hemos venido para saborear ese gustillo etnográfico que ofrecen los pueblos y sus rincones. Lo hemos hecho para visitar su mundo natural, un puro paraíso con grandes posibilidades para echar el día en sus montañas. Hoy, hemos elegido la Punta Suelza, una montaña que en su proceso orogénico de elevación quizá aspirara a superar la mítica barrera de los tres mil metros, pero que se ha visto compensada con la tranquilidad de no haberlo hecho, porque así está libre de los “coleccionistas”. Una elevación, que hoy en día se reparten los municipios de Gistaín y Tella-Sin, y a la que no le es fácil definir su posición en el entorno, porque como buena gallineta de su corral, quisiera tener bajo sí a todos sus polluelos. Por una parte tiene en su seno sur los bellos ibones de Barleto, pero por otra, y nos meteríamos ya en terreno del término de Bielsa, su cordal tiene continuidad hacia otras dos puntas, la del Cau y la Punta Fulsa, que acogen en su seno otro ibón, el del Cau. Al propio tiempo, su fachada norte asoma a los grandes espacios del mundo Urdiceto, y sus ibones, y a la interminable bajada hacia Biadós, por las bordas de Licierte, que puedes recorrer en compañía del GR 11.

Listos para acompañar al nublao 

Maristás y l'Orbar
            En definitiva, una montaña, esta de Suelza, no demasiado codiciada, pero con unas extraordinarias vistas sobre el entorno, y a la que hoy nos disponemos a rendir culto. Para ello nos dirigimos hasta Serveto, para tomar a la entrada del pueblo la pista que a lo largo de unos 10 kilómetros nos deja en el collado de la Cruz de Guardia, a más de 2100 metros de altitud, desde los 1300 de su arranque. Una pista que se va cruzando con el GR 19.1, una variante del GR 19 o Sendero del Sobrarbe.

Cabaña de Pardinas y su entorno

Estiva de Pardinas
            Una vez llegados aquí, podemos contemplar un primer plano de una sierreta con cotas como Maristás y l’Orbar, cuyos poco más de 2400 metros se alzan sobre un impresionante canchal en su fachada norte. Dejamos el vehículo, dando comienzo a nuestra marcha continuando por la pista hasta su término, unos 2,7 km más, en la cabaña de Pardinas, construida al amor de una gran roca. Bajo ella, una deliciosa estiva, con su corral, con su fuente, con su abrevadero, un gran depósito abierto, y por el que surge el agua a borbotones, como si de un pozo artesiano se tratara… lo tiene todo, excepto el ganado.

Cabaña de pastor

Gran hito, con el objetivo a la vista
            Un sendero, no muy definido, pero ayudado de hitos, nos va subiendo por la ladera, pudiéndonos desviar un poco a nuestra izquierda para visitar otra cabaña de pastores, cuyo arreglo del tejado ha olvidado dar salida a la chimenea, lo que se nota también en el ennegrecido techo. Nos incorporamos al sendero, que aprovecha una pequeña canal para ir subiendo ya sin remisión, un ascenso que, con mayor o menor inclinación, apenas nos va a abandonar en todo el recorrido. Se le da la vuelta a la loma y se sigue subiendo, teniendo ya nuestro objetivo a la vista. Se pasa por una discreta cota, se baja un poco y se acomete la subida por una gran loma herbosa en la que destaca un gran hito de piedras.

Ibones de Barleto, con la desafiante Punta Fulsa asomando

Tramo de roquedo
            Algo antes de llegar a él nos situamos ya al borde de una cornisa desde la que se domina la cuenca donde habitan los ibones de Barleto, que son dos. Merece la pena detenerse para contemplarlos y animarlos a que sigan ahí. A la vista también, tenemos la desafiante Punta Fulsa, que con la cercana del Cau, forman un circo para alojar al ibón homónimo. Continuamos con nuestra subida, que se encamina ya hacia una loma que antes de los 2800 metros deja paso la vegetación al roquedo que, transitándolo con cuidado no ofrece mayores dificultades.

Ibones de Urdiceto, próximos al GR 11

Cuenca del Cau
            Un tramo más tranquilo antecede a la llegada a cumbre, provista de vértice geodésico, desde donde compartimos vista con su fachada norte, el gran espacio de Urdiceto, refrescado con sus ibones. Y siguiendo la cornisa hacia el NW se asoma uno a la cuenca del Cau. Dos horas y media hasta aquí han hecho de la ruta una ascensión muy llevadera. Una ruta que llevábamos meses tratando de encajar en el calendario, pero que por unas razones u otras no había podido ser, y que quizá tampoco era hoy el mejor día, porque las borrascas se ciernen sobre las cumbres, impidiendo una óptima vista sobre el entorno. Aun así nos da para ver el profundo valle de Pineta, encajado entre sus enormes paredones y las Tres Marías, al sur, y la sierra de Espierba al norte, y cerrado por el precioso ”Cul de Pineta”, bajo el macizo de las Tres Sorores. También entre velos, se puede adivinar la grandiosa sierra Ferrera, con Peña Montañesa, y su hermana Cotiella, otros dos portentos de la naturaleza. Sin embargo por la zona Posets, y posterior Aneto-Maladetas está peor, perdiéndose entre nubes los saludos que les enviamos.

Continuación del cordal hacia el oeste, con las zonas de Posets y Aneto-Maladetas entre nubes

            Algo más de media hora en la cima y tomamos el camino de regreso, exactamente por el mismo itinerario que el de subida, y al que le dedicamos no más de hora tres cuartos, dando término de este modo a una bonita ruta por entre paisajes increíbles por estas tierras de Sobrarbe, condado que fue y posterior reino, y cuyo nombre deriva del latín “Super Arborem”, sobre el árbol, haciendo alusión a la legendaria Cruz Roja que apareció sobre una carrasca en el asedio musulmán de la villa de Aínsa, y que no solo permanece en el escudo de la histórica Aínsa y de la actual comarca, sino que forma parte del primer cuartel del escudo de Aragón, como puede verse al margen.

El gran hito, con el comienzo del valle de Pineta al fondo

            Concluimos, como  siempre, con los datos de la salida, como referencia para posteriores usuarios. En total, han sido 12,6 km los recorridos, en un tiempo total de 4h 55’, del que 3h 50’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado total de 930 m D+/-, por una más que recomendable ruta.


Las fotos y el track.