viernes, 26 de mayo de 2017

Plana de la Balsa, sobre el mirador de la Sierra de Arcos

IXOS MONS
Plana de la Balsa (829m)
Mirador Sierra de Arcos (800 m)
Domingo, 21 de mayo de 2017



            Otra nueva ruta por los dominios de la Sierra de Arcos, que está dando mucho de sí. Esta vez por Ariño y sus alrededores, una tierra que muestra sus profundas y sufridas entrañas, donde una gran paleta de policromía atrae la mirada del visitante. Pero antes… no podemos pasar tan cerca de un prodigio geológico de altísimo nivel sin entrar a conocerlo de primera mano. Estamos en una tierra llena de contrastes, humilde, callada, anodina en apariencia, pero deseosa de ser descubierta porque no se arredra en hacerte partícipe de lo mejor de sí misma.

Sima de San Pedro

Impresionante
            Hablamos en este caso de la Sima de San Pedro, fenómeno de origen kárstico único en Europa. Si no fuera por las rugosidades propias de la roca se podría decir que constituye un cubo casi perfecto, de 100 metros, aproximadamente de lado. De un altísimo valor ecológico, es un reducto de biodiversidad. Está situada en un entorno en el que todo habla del santo clavero celestial, la ermita, la sima, el poblado íbero… algo que nos inspira a pensar el gran poder telúrico sin par de estos lugares, y que el poder religioso imperante en la época ha monopolizado rebautizándolo. Hasta Calapetre se nos antoja topónimo relacionado (cabeza de Pedro?). Sí, Calapetre de las Brujas, envuelto en leyendas de aquelarres… cuando el río suena…

Poblado íbero del cerro de San Pedro

Camino de Arcos
            Bueno, tras este paréntesis nos encaramos a nuestro objetivo de hoy, que como algunos otros deja el protagonismo a la ruta. Con el amigo Rafa nos dirigimos a Ariño, entrando por el puente sobre el Escuriza. Partimos de la calle las Minas, por el camino de Arcos, cara vista a su valle. En plena Sierra de Arcos ya tenemos desbrozado un sendero, que va a ser señalizado próximamente como Sendero Turístico de Aragón, con el número PR-TE 92. Unas oportunas brumas cubren las enormes simas de las minas a cielo abierto, confiriéndoles un halo de misterio. Como a algo más de un kilómetro el sendero se bifurca, debiendo permanecer fieles al que llevamos por el valle principal, al que nos uniremos al regreso por el que parte a la izquierda, que se mete hacia el barranco de La Francisca, que nos espera a la vuelta.

Misterio en las minas

Balsa de la Plana de la Balsa
            Un corral espaldado de gran tamaño marca el acceso a lo alto de esta loma, en la que hemos de buscar su mayor altura, que encontramos junto a las ruinas de otro de los corrales que antaño poblaban estos montes. Nos incorporamos al sendero y pasamos por la balsa que le da nombre al entorno, Plana de la Balsa, un pequeño depósito entre yesos. Venimos por el llamado Camino de Arcos, y seguimos por él hasta algo más de cien metros, cuando damos un giro brusco a nuestra izquierda, adquiriendo franca dirección norte, para dirigirnos ya hacia el lugar idóneo para instalar un mirador, como así va a ocurrir ahí, al filo de la curva de nivel de los 800 metros, porque las vistas que nos ofrece sobre toda la amplia cuenca del Martín son extraordinarias, algo que pensarán también las decenas de buitres que se solazan por debajo de nosotros aprovechando las térmicas de la mañana.

Vistas desde el Mirador de la Sierra de Arcos

Descendiendo por el barranco de La Francisca
            Volvemos sobre nuestros pasos como algo más de cuatrocientos metros, para dejar el camino de ida y desviarnos a la derecha, para meternos por el barranco de La Francisca, que con gran esfuerzo intuimos fue aterrazado en un pasado labriego, dejando testimonio de lo que fue. Este barranco hace un amplio giro a la derecha, y lo abandonamos en un alto para incorporarnos al sendero de subida, en el que nos detenemos al pasar junto a unas grandes rocas verticales, o casi, ante la llamada de atención de unos relieves en forma de conchas marinas, donde está escrita la convulsa historia de los lechos oceánicos a los que pertenecían.


Ariño, con su Atalaya

Con una espléndida imagen del pueblo, custodiado por su Atalaya, llegamos al mismo, tras haber recorrido 9,5 km en 2h 55’ de tiempo total, del que 2h 20’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado +/- de 400 metros, en una ruta que sin duda merecerá la pena volver con calma cuando esté señalizada, momento que se podrá aprovechar para visitar el Museo Minero y/o Valcaria, sede de Dinópolis, donde podremos conocer la historia… y más allá.







jueves, 25 de mayo de 2017

Escoz, el vigía de Alacón

IXOS MONS
Escoz (879m)
Sábado, 20 de mayo de 2017



            Aún aprovechamos la tarde para visitar otro de los montes de esta columna vertebral que es la Sierra de Arcos, aunque en este caso, en la vertiente de la comarca de Andorra, y lo hacemos acercándonos a uno de los emblemáticos de Alacón, compartido con Oliete. El Escoz, que en algún momento de las eras geológicas truncó su carrera y prefirió quedarse tumbado, llevando grabadas en su piel esas estrías de conchas marinas que trajo consigo. Así es que con los amigos Rafa, David y José Ignacio, más el concurso de Vicente nos dirigimos a él en una estupenda tarde de sábado.

PR-TE 114, señalizado como Sendero Turístico de Aragón

Inicio de la ruta, junto a la parroquial
            El PR-TE 114, en sus poco más de 16 kilómetros recorre un itinerario plagado de sorprendentes rincones con profundos barrancos dotados también de pinturas rupestres. Con un extremo en Oliete, a su paso por Alacón, concretamente por la parroquial de la Asunción, junto a la que hay un mirador interpretado, nos unimos a este Sendero Turístico de Aragón para ir bajando por la zona de bodegas hasta la parte baja del pueblo, donde las eras y sus casetas se consumen en su agonía.

Lavaderos de Alacón

No quedan muchas como ésta
            El camino baja a la zona de las huertas, con algún testimonio todavía de este oficio. Merece la pena detenerse en los lavaderos, recientemente restaurados, y al poco en la balsa de San Miguel, que toma el nombre de la ermita aledaña. Aquí, un gran panel de la ruta del barranco del Mortero y Cerro Felío nos ilustra sobre los muchos puntos de interés que contiene, por su orografía y su historia. Continuamos por la pista, pasando por el Bolar, un pequeño oasis entre el monte bajo y los yesos. Donde se desparrama el barranco del Mortero encontramos las ruinas de un corral, que llaman de la Cañada Blanca. 

Ermita y balsa de San Miguel
Hitos por el sendero
            Adentrándonos en el bosque, la pista termina a los pies de este monte, donde dejamos el vehículo y comenzamos su ascensión, que discurre por estrecha senda, pero marcada con hitos. Una senda que va coqueteando con el recto límite entre Alacón y Oliete, por cuyo término finalmente se decanta al llegar a un altiplano, desde el que descuelga una gran vaguada en otro tiempo explotada para menesteres agropecuarios. Disfrutamos un buen rato de la tarde desde el vértice geodésico, que apunta sobre la parte más alta de este monte, y que nos ofrece unas vistas extraordinarias sobre toda la redolada.

Vicente y Rafa, dos amantes de estos montes

Torre de los Moros
            Con las mismas, vamos bajando para regresar a Alacón, una población de la comarca de Andorra-Sierra de Arcos que, como muchas del entorno luchan por sobrevivir. Un pausado paseo por su casco urbano nos hará saborear los valores tradicionales que siempre han caracterizado a estos pueblos, sostenidos por una generación cada vez más envejecida con la que se irá una página de nuestra historia reciente. Con identidad propia, encontramos los restos de la Torre de los Moros, o Torre Vieja, sin una fecha definida de construcción pero que lo fue entre los siglos IX y XII, es lo más visible del conjunto formado además por palacio y mezquita. Considerado como castillo de Bien de Interés Cultural, dicha torre ha sufrido, y lo decimos con toda la intención, varias restauraciones en estos últimos años. Bajo ella se extiende la ermita del Calvario, y muy próximo el Museo del Molino, que muestra el proceso de obtención del aceite de oliva, tan afamado en su tiempo como el vino, que queda demostrado por los cientos de bodegas excavadas en el cerro sobre el que se sustenta la población.

Auténtico

            Así damos por terminada esta jornada por entre montes de la Sierra de Arcos, entre las comarcas del Bajo Martín y Andorra. La ruta de Escoz la hemos hecho apoyados por un rodante, pero calculamos que sus 12,2 km de ida y vuelta y los 425 metros de desnivel acumulado +/-, nos pueden llevar entre 3 horas y media y cuatro. Un paseo a realizar en cualquier época del año, salvando la temporada de más calor.
  




Atalaya, junto a los Estrechos de Albalate

IXOS MONS
Atalaya (753m)
Sábado, 20 de mayo de 2017



            Lo que tienen las comarcas no demasiado montañosas es que las alturas están en zonas próximas, de modo que aprovechamos la mañana, y al volver de Valdoria-La Silleta-Cueva Negra, con los amigos Rafa, David y José Ignacio, nos vamos a por el siguiente monte, que aunque aparece en los mapas como Atalaya, localmente se le conoce como el Cerro de la Bandera, por su implicación en la contienda civil, pero nosotros preferimos dejar esto como anécdota y seguir llamándolo por su nombre oficial.

Casa Roya, al comienzo de la ruta

Corral de los Cocas, donde dejamos el vehículo
            Junto al PK 28,3 de la A-1401, un poco antes del Santuario de Nª Sª de Arcos, declarada BIC en 1983, sale una pista, en la que primero nos encontramos la Casa Roya, y luego unas antiguas minas, unas de arcilla primero y las de carbón, de Carmona, después.  Pasamos por el cruce del camino que baja a los Estrechos de Albalate y seguimos hacia la partida de Ortas, llegando hasta el corral de los Cocas, donde dejamos el vehículo, a unos dos kilómetros desde la carretera. Aquí topamos con un APN que nos saca de una confusión que, sin habernos percatado todavía ya llevábamos encima. Nos indica la mejor subida a este monte, que como los de escasa entidad carecen de sendero para subirlo. También nos da indicaciones para uno de los de mañana.

Merendero, donde nos incorporamos al STA GR 262

Marcas del GR 262, a su paso por los Estrechos
            Efectivamente, tras bordear unos campos labrados, nos encaramamos a una loma que nos lleva, entre arañazos y más arañazos, hasta el vértice geodésico, desde donde se tienen unas vistas que hacen honor a su nombre, Atalaya. El descenso lo hacemos por el mismo sitio, o parecido, hasta alcanzar el vehículo, con el que nos bajamos hasta el cruce de los Estrechos, donde salvo el conductor, echamos pie a tierra para tomar este itinerario de bajada. Comienza por un fuerte descenso para llegar al barranco del río Martín, donde lo primero que nos encontramos es un pequeño espacio de merendero, donde nos encontramos las primeras marcas del GR 262, que marcado como Sendero Turístico de Aragón, cubre un tramo de especial interés sobre el río, pasando por cantidad de abrigos con vallas que protegen las pinturas rupestres localizadas en ellos.

Zona con profusión de abrigos y pinturas rupestres

Indicaciones del STA GR 262
            Estas pinturas prehistóricas, declaradas Patrimonio de la Humanidad, son el principal argumento para hacer acreedor a este espacio del título de Itinerario Cultural Europeo, estando enclavado en el Parque Cultural del Río Martín. Nos incorporamos al sendero, que tiene su réplica en el otro margen del río, pudiéndose hacer una circular desde el puente del Batán hasta aquí, incluso alargarla hasta la Central Hidroeléctrica de Rivera, aguas abajo. El tránsito por el sendero se efectúa a gran altura, y paralelo al río, hasta encontrarnos con un gran entrante que forma un espectacular circo formado por grandes paredones repletos también de abrigos, y que una vez recorrido nos permite volver al barranco de los Estrechos, por el que continuamos hasta dar con la salida, al cabo de una hora, en el puente Batán, sito en la A-1401 junto al PK 30, sobre el propio río Martín, donde termina nuestra ruta.

Puente del Batán

            Una ruta que hemos recorrido parcialmente en vehículo dado el escaso interés de caminar por según qué recorridos, pero que con calma se puede hacer, ya que sale una distancia inferior a los 12 km, calculando que se podría hacer en unas 4 horas, saliendo un desnivel acumulado +/- de 680 metros. De cualquier manera, lo que no se puede perder es el recorrido a vista de pájaro por el río Martín en los llamados Estrechos de Albalate.






miércoles, 24 de mayo de 2017

La Silleta, la cumbre de Valdoria

IXOS MONS
La Silleta (788m)
Sábado, 20 de mayo de 2017



            De nuevo por tierras turolenses, concretamente por el Bajo Martín, un río tributario del Ebro, y que, junto a la Sierra de Arcos, vertebra esta comarca. Una comarca de monte bajo, pero que esconde en sus entrañas rincones auténticamente extraordinarios, rincones vetustos, tanto de naturaleza como de restos prehistóricos dignos de visitar, y es lo que vamos a hacer. Hemos puesto la mirada en uno de los montes de esta sierra, La Silleta, que aun siendo ello importante por alzarnos a lo más alto de la redolada, la verdadera singularidad se conserva en el barranco de Valdoria, que forma parte del Parque Cultural del Río Martín. Con el amigo Rafa nos hemos dado una vuelta por todo ello, admirando cada uno de los puntos de interés que nos muestra la ruta, y que no son pocos.

Comienzo del sendero

Anárquicas formaciones de conglomerados
            Para ello partimos de la carretera de Albalate a Andorra, la A-223, en cuyo PK 25 tenemos el arranque de una pista que tomamos, dejando el vehículo al final de la misma, a unos 2,9 km. Desde aquí más vale estar atentos para no perder detalle. Desde los primeros pasos por el sendero, ya se impone sin imponer un silencio que acompaña nuestro deambular por este inicio del fondo del barranco, habitado entre otras especies por el introducido ciprés de Arizona. En un punto determinado, el sendero se bifurca, pudiendo optar por seguir por ese fondo de barranco o tomar el que se va elevando en busca de las paredes. Unas imponentes paredes de arenisca horadadas, que sirven de cobijo a las grandes aves rupícolas. Se continúa con unos conglomerados que no han resistido el paso del tiempo, desgajándose grandes moles de piedra, creando una verdadera anarquía pétrea junto a la que pasamos, incluso por el interior de esas formaciones, ayudados por peldaños de madera y sirga como pasamanos. Unos roquedos muy visitados por la avifauna local, a juzgar por la enorme cantidad de guano depositado en la salida.

A la salida del interior

Pequeño embalse de Valdoria
          Seguimos nuestro sendero, que se ciñe a la vertical del conglomerado, formando una escorrentía con gran profusión vegetal. Lo llaman el Rincón del Gorgo. La mañana sigue su curso, igual que nosotros. Comienzan a sucederse las construcciones que hace un siglo se dispusieron para la recogida y traída de aguas a Albalate, que de esa época culminan en unos depósitos rupestres de agua, aprovechando unas concavidades bajo los conglomerados, y a los que accedemos a través de unas grapas. El momento más íntimo con la roca se desarrolla cuando nos tenemos que quitar la mochila para avanzar con mayor facilidad. Una gran mole ha decidido bajar a beber al barranco, aunque afortunadamente no lo ha conseguido del todo, teniendo que pasar entre la piedra y el agua. A través de una escalera metálica nos situamos al pie de una presa de 15 metros, construida en los años 60, cuando se decidió taponar la cabecera del barranco para embalsar más agua para el suministro a Albalate. La superamos ayudados de una hilera de grapas de la época y otra más actuales. La lámina de agua refleja serenamente todo lo que le rodea, y suponemos que también a nosotros en el momento de encaramarnos a la pared por la pequeña ferrata que nos ayuda a superarla, una ferrata equipada con grapas y sirga como línea de vida. Es francamente fácil, pero es en la facilidad donde hay que extremar las precauciones y no relajarnos.

Ferrata para superar la cuenca del embalse

Huerto de Valdoria
            Llegamos a un cruce que nos da la opción de continuar el sendero o de desviarnos momentáneamente para hacer una visita a la Cueva del Huerto. Pues allá que vamos. Tras detenernos unos instantes para observar la evolución de unos ejemplares de cabra montés, continuamos unos cientos de metros por un sendero elevado sobre una cornisa, que rodeando un pequeño circo nos lleva a un punto donde tenemos que volver a bajar al fondo del barranco mediante una escalera metálica. El misticismo vuelve a nosotros. Entramos en el llamado Huerto de Valdoria, junto a la Cueva del Huerto, de donde mana toda el agua del barranco, y que según dicen nunca ha dejado de manar. La surgencia viene de una cueva, que según dicen también, comunica con la Cueva Negra, que luego visitaremos.

Surgencia de la Cueva del Huerto

Escalera para acceder al Huerto
           El lugar sólo merece nuestro silencio y respeto. Salimos de él por la misma escalera, y por el mismo sendero llegamos al mismo cruce, desde el que seguimos dirección ya a La Silleta, hasta una pista, que abandonamos para visitar el mirador, que nos muestra todo lo mejor que sabe, y hoy lo hace hasta la cordillera nevada del Pirineo. Como el ascenso a La Silleta está carente de sendero, al menos que sepamos, nos incorporamos a la pista para seguirla unos cientos de metros, hasta que deja de subir y comienza a bajar. Ahí mismo nos decidimos a meternos de lleno en el monte buscando su máxima altura, algo que conseguimos tras veinte minutos de sortear piedras, aliagas y secas jaras que dejan rayas no sólo en el track que vamos grabando.

Vistas desde el mirador, con el Pirineo al fondo

Aspecto del mirador
            Tras llegar a ese punto indefinido que, con 788 metros de altitud, tomamos como cumbre, bajamos por el mismo sitio, o parecido, de nuevo a la pista, para volver al cruce del mirador y tomar el sendero de descenso en dirección a la Cueva Negra, a la que llegamos desde el cruce, tras algo más de una hora desde la cumbre. Se trata de otro de los lugares llenos de mística, al menos eso intuimos que ha ocurrido aquí a los largo de los últimos milenios. Unos grandes paredones de conglomerados cierran este circo. Unos paredones que albergan grandes concavidades que con seguridad han tenido mucha vida en el pasado, de hecho se han encontrado restos de dos personas, útiles y cerámicas datados en el Eneolítico-Bronce Antiguo (2500-1500 a.C.).

Llegada a la Cueva Negra

            Volvemos al cruce y tomamos ya el camino de salida, y que ayudados por David y José Ignacio que vienen a nuestro encuentro en vehículo hacemos en un cuarto de hora hasta la carretera A-1401 en el PK 31. Una singular ruta por las entrañas de la Sierra de Arcos, en la que hemos recorrido 13,3 km, en 4h 45’ de tiempo total, del que 3h 55’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado nada desdeñable de 665 metros D+ y 720 D-, en una mañana que se ha portado en lo meteorológico y por una ruta señalizada en parte como Sendero Turístico de Aragón.






jueves, 18 de mayo de 2017

Muela del Horcajuelo, la Muela y el Morrón, más Moncayo

IXOS MONS
Muela del Horcajuelo (1706 m)
La Muela (1663 m)
El Morrón (1730 m)
Martes, 16 de mayo de 2017



            Se dice que unos llevan la fama y otros cardan la lana. Pues sí. Cotidianamente tenemos ejemplos de ello. Sin ir más lejos, en el Moncayo, porque es algo más que el Pico de San Miguel. Es mucho más, sí, y por eso nos acercamos a descubrirlo. En sus estribaciones, las que se dirigen ya hacia tierras arandinas, pero antes de abandonar las turiasonenses en el municipio de Añón, tenemos unos montes que aun de categoría menor, sí son dignos de visitar. Estamos hablando de la Muela del Horcajuelo y del Morrón, que no alcanzando gran altura, si los unimos subiendo por el barranco de la Morana y bajando por el del Horcajuelo, nos sale una magnífica circular, en la que podremos disfrutar de una mañana de monte por solitarios lugares y agradecidos paisajes. Es lo que hemos hecho hoy, con el amigo José Luis de Esbarre. Vamos.

Carbonera puesta en valor, en las proximidades de Alcalá de Moncayo

Recuperación de la Cabra Moncaína
            A pesar de estar casi toda la ruta en término de Añón, para su comienzo debemos dirigirnos a Alcalá del Moncayo, para salir por el camino de Albeca, y tomar luego ya el de Morana, que es PR-Z 3 desde el pueblo. A unos 4,7 km encontramos un parquin donde dejamos el vehículo. Hasta ahí, tres puntos de interés. El primero lo encontramos en una carbonera recuperada y puesta en valor, recordemos que es zona de carrasca. El segundo, el refugio de El Tejar. Y el tercero, que al poco antes de dejar el coche, salta a la vista unos corrales en venta, que según reza un mural se trata de un proyecto de recuperación de la Cabra Moncaína, en riesgo de extinción… lo que sí se han extinguido son estas recientes instalaciones. Pero bueno, a lo nuestro.

Barranco de la Morana

Acebo hembra
            Los primeros cientos de metros a partir del parquin son de camino adaptado, que llega hasta una plataforma habilitada como mirador. A partir de ahí, el camino se hace senda, y el arroyo amigo, tanto es así, que durante las próximas dos horas y media vamos a tratarnos de tú con él, vamos a entrar en el juego que nos plantea. No tenemos más remedio que hacerlo. Llegando a la unión del barranco del Horcajuelo, dejamos con éste el PR-Z 3, para seguir por el de la Morana, cuyo sendero se afana en que lo recorramos, aunque no siempre nos lo pone fácil. La enorme profusión vegetal que alberga al amor del agua lo hace confuso a tramos. Nos lleva a cruzar el barranco continuamente, lo que le aporta un enorme valor de frescura, y sobre todo, de sentirte parte de un juego, que te lleva por donde quiere, para mostrarte rincones sencillos pero bellos, humildes, modestos, pero verdaderamente encantadores, con profusión de acebos, esa planta dioica, cuyos pies hembra lucen los rojos frutos.

Más barranco

José Luis, a pie de levada
            Se pasa junto a una cabaña, siempre disponible en caso de apuro. A continuación, se llega al inicio de un canal de la central hidroeléctrica, alimentado por un ramal domesticado del barranco, que nos recuerda a las levadas de Madeira. Al cabo de esas dos horas y media, salimos de la zona vegetada, encontrándonos al rato un cartel avisando de sendero intransitable. A buenas horas… pero aunque así fuera, no solamente no se ajusta a la verdad, sino que es un verdadero placer haber compartido todo ese tiempo con él. Seguimos junto al barranco, circulando por la llamada Umbría La Tellana, que es todo el paco de este nuestro primer monte que vamos rodeando. Y como el terreno se va ya empinando más y más, el arroyo lo tiene que solucionar con frecuentes saltos de agua que alegre se va colando entre la vegetación que alimenta. En definitiva, que se hace bueno eso de que el camino cuenta más que la meta.

Vida por todos los lados

Primeros saltos de agua
            Unas aguas que amansadas vienen del Prado Herrería, a modo de aguas tuertas. Unos prados que se descuelgan ya de las estribaciones del Lobera, uno de los grandes del eje principal del Moncayo. Sin apenas alcanzar el puerto, damos un brusco giro a nuestra ruta para comenzar a la izquierda la ascensión a la Muela del Horcajuelo, que en veinte minutos alcanzamos, abriéndose una imponente vista sobre nuestro siguiente objetivo, el Morrón, que junto con las Peñas de Herrera, forman una imagen sin par de la vis salvaje del Moncayo.

 
Primer hito, la Muela del Horcajuelo
Peñas de Herrera y la Tonda
            Bajamos a una collada que arbitra el barranco de la Morana, por el que hemos subido, y el del Horcajuelo, que aquí nace y por el que bajaremos, abandonándolo para subir al Morrón y su Muela, y tomándolo de nuevo para salir de estas montañas. Bien pues, comenzamos el descenso por este incipiente barranco, en el que encontramos los Corrales de Arriba, totalmente espaldados, pero con las huellas aún de la trilla, y los de Abajo, si no en uso, no hace mucho de ello. Alcanzamos otro puerto, más bajo que el anterior, donde confluyen el PR-Z 3 con el GR 90.1. Antes de llegar a ello, encontramos más vestigios de viejas formas de vida, con corrales y cabañas abandonados, pero con algo de vida, porque unas colmenas salpican el terreno.

Corrales de Horcajuelo de Arriba

Corrales de Horcajuelo de Abajo
            Al llegar a la pista tomamos una vaguada en dirección SE, corta pero valiente, y más a estas horas en las que el sol comienza a ponerse tieso. El inicio es por hierba, y termina por canchal. Finalmente, y tras un tramo ya muy tendido, alcanzamos el punto más alto del extremo sur del Morrón, la Muela lo llaman. Con ese Morrón ya a la vista, sólo queda bajar un poco hasta un collado y ascenderlo, algo que se hace en un cuarto de hora. Todo este macizo está enclavado en una cuña de Añón en el término de Purujosa, al que se asoma con gran curiosidad. La cara norte es prácticamente inexpugnable, pero alguna debilidad tiene. Aprovechamos una de ella para bajar hacia la pista, unos 250 metros más abajo.

Arranque para la Muela y el Morrón

La Torre de Morana
            Es la misma pista que hemos atravesado para subir. En ella, tomamos el PR-Z 3 y no lo abandonaremos ya hasta el coche, porque es el que está señalizado por el barranco del Horcajuelo, que retomamos para bajar. Aparte de estar señalizado, es mucho más ancho que el de la Morana, más definido y más cuidado, pero no tiene su encanto. A pesar de ello, también se deja querer, y no le tiene envidia a muchos del Pirineo. Con el aliciente de esa Torre de Morana, por cuyos pies nos hace pasar, en menos de una hora llegamos a la confluencia de los dos barrancos, uniéndonos de ese modo al itinerario de subida. Hay quien opina que de esta unión nace La Huecha, un afluente directo del Ebro, al que se rinde tras 51 km de recorrido y habiendo pasado por esta comarca de Tarazona y la de Borja.

Disfrutando

            Y en menos de media hora más de disfrute llegamos al coche, habiendo recorrido cerca de  20 km, en 7h 20’ de tiempo total, del que 5h 45’ han sido en movimiento, con un nada despreciable desnivel +/- en torno a 1280 metros. Una mañana pasada por el otro Moncayo, y en buena compañía.