lunes, 14 de noviembre de 2016

Faja Racón, Canarellos y Soaso, el espíritu del bosque

AQUERAS MONTAÑAS
Faja Racón, Canarellos y Soaso
Sábado, 12 de noviembre de 2016



“Hay algo de celeste en la belleza de los Pirineos:
allí se vuelve uno soñador”.

Valle de Ordesa
          Así terminaba el libro del conde Henry Rusell en 1878. ¿Pensaba en el Valle de Ordesa en esos momentos? Fácil es, porque era uno de sus niños mimados. Y es que no es para menos, porque esa belleza es mucha belleza. Belleza en su aire, belleza en sus aguas, belleza en su mirada, en su escuchar, en su serenidad, en su silencio, en sus ciclos, en su luz, belleza en esa vida que se retroalimenta con sus propios fluidos, con el amanecer de cada día, con el vibrante río Arazas que dibuja cabriolas en su corto discurrir; con su gran diversidad de vida animal, vegetal y mineral; con la energía que desborda a raudales, y que derrocha, y que contagia, y que envuelve todo tu ser haciendo una sola alma con la tuya propia. Subiendo sólo un peldaño en la escalera de este espacio infinito. Cuanto más caduco está tu bosque, más magia destila tu faz. Algo sospechábamos, cortos nos hemos quedado. Ordesa. Belleza. Ahí vamos.

Arrancamos

Progresando por el bosque
            Sí, y lo hacemos once mayencos en una nueva salida de su programa de montaña. Y por poner una nota gris, lo que nos apena ha sido tener que retrasar esta salida una semana, ya que estaba programada para el sábado anterior, pero jarreaba. La consecuencia, que el otoño no nos ha esperado, que tal y como vino se fue. El hayedo ha tirado ya sus hojas, inservibles para sus funciones respiratorias y terapéuticas, y que con el cambio de ciclo se convierten en pasto del suelo y sus depredadores para renovar ese manto y servir de alimento para una nueva primavera. Porque siempre hay una nueva primavera.

 
Un alto en el camino
Sierra de las Cutas
            Vamos a poner otra nota gris. Esas aguas, que en altura fueron nieves, y las bajas temperaturas de los días sucesivos han vuelto peligroso algún tramo de la Faja de Pelay, especialmente por allí por donde la cruzan los barrancos que vierte la Sierra de las Cutas, y que ha hecho que el Parque haya cerrado esa ruta. Pero cuanto más gris, más ganas. No somos de fácil conformar. No somos de rendirnos, y le damos la vuelta al planteamiento. Optamos por comenzar por la Faja de Racón, luego la de Canarellos, como previsto, pero al revés. Y luego… ya veremos.

Transitando por la faja
Senderos llenos de magia
            Y así hacemos, a las nueve y media de la mañana, habiendo dejado los vehículos en la pradera, tomamos la carretera hasta Casa Oliván, con tanta historia dentro y fuera de sus paredes. En este punto nos dejamos engullir por el bosque, siguiendo la senda, no siempre evidente por el efecto alfombra que las infinitas hojas tejen sobre el suelo. En cosa de una hora nos desembarazamos del bosque y llegamos al cruce de caminos, donde el de Carriata sigue y sigue para arriba dibujando sinuosas curvas por este circo custodiado por el Tozal del Mallo y las paredes más occidentales del Gallinero. Una hora en la que hemos ascendido casi quinientos metros.

Entrando en Cotatuero
Disfrutando
          Tras una breve parada para echar algo al cuerpo, a partir de aquí, el sendero se serena un poco, comenzando a ser protagonistas de una sinfonía de sensaciones en la que se intercalan las notas cortas, que van chocando con el arbolado, con unos seres, grandes seres en ocasiones, y las largas, que éstos en sus vacíos nos permiten sonar hasta la lejanía de las nevadas paredes de la Sierra de las Cutas. Una sierra que se muestra algo triste, algo como en tierra de nadie. El fugaz otoño se ha visto violentado por un zarpazo de invierno, y no sabe a qué atenerse. El sendero, que va abrazado al perfil de la pared, se muestra con gratitud, parece que hoy no tiene muchos más visitantes.

Puente sobre el barranco de Cotatuero

Cascada de Cotatuero
            Casi otra hora para transitar por la cintura de este espectacular Gallinero cuando notamos que lo vamos bordeando para encarar el barranco de Cotatuero y su impresionante cascada, que sin miedo se despeña mostrando así su poderío. Una vez llegados al cruce del sendero que sube desde la Pradera de Ordesa, podemos decir que hemos terminado esa Faja de Racón, hermana pequeña de la de las Flores. Tomamos dirección descendente para, en algo más de diez minutos, llegar a un abrigo en el bosque junto al puente metálico que con nosotros cruza el barranco. En este punto cambiamos de macizo, dejamos atrás el Gallinero y abordamos la Fraucata, por cuya cintura discurre esta otra faja, la de Canarellos. De nuevo, un entrar y salir de pequeños barrancos que modelan este otro gran macizo del norte del Valle de Ordesa.

Por la Faja de Canarellos

Gradas de Soaso
            Cuando el sendero se cansa de mantener la altura comienza a bascular introduciéndonos de lleno en el hayedo, en el desnudo hayedo que ha dejado su rastro a uno y otro lado del camino…y en el camino. Finalmente salimos a la pista del fondo del valle, la de Soaso, que tomamos hacia arriba para ir saboreando cada uno de los momentos vividos por este impresionante escenario, labrado por los hielos durante miles de años. Tras el crujir de nuestros pasos por la nieve dura del camino, superamos las Gradas de Soaso, la solución que pone la naturaleza para salvar ese desnivel. Y bien que lo hace, con una sucesión de pequeñas cascadas que rivalizan en belleza, y que nos miran al pasar como enseñándonos las gracias que son capaces de hacer. Como los niños. Al llegar ya a la planicie, una impresionante estampa nos roba el alma. Es ese macizo de Monte Perdido, nevado Monte Perdido, que quiere más, que quiere más invierno. Enseguida llega.

Camino al cielo
Ahí estamos
            Aprovechando semejante panorámica y los últimos rayos de sol que las proas de las Cutas le permiten, hacemos una parada para echar un bocado. Que no se diga. Luego no resta más que llegar hasta el final del circo, allí donde se cierra el cañón por cuyo fondo vamos circulando, allí donde habita esa Cola de Caballo, en ocasiones más lustrosa que en otras, ahora no está mal. Allí, decimos, donde hay que tomar decisiones. La nuestra es disfrutar del momento, cuatro fotos, cuatro risas, y para abajo, que el nublao y la tarde se nos echan encima. De nuevo, a recorrer esa planicie, bajar las Gradas de Soaso, y enseguida al bosque, a ese desnudo bosque de hayas que ha desparramado por el suelo toda su magia.

El alma desnuda del bosque
            Más seguiríamos contando, sin cansarnos, pero quizá cansando, de modo que aquí termina esto, en la Pradera, a la que llegamos a media luz, tras haber recorrido 22,1 km, en 7h 50’ de tiempo total, del que 5h 45’ han sido en movimiento, y habiendo salvado del orden de 1.600 metros de desnivel acumulado D+. Una jornada 10, en la que por más que hemos corrido no hemos alcanzado al otoño. Se fue sin despedirse.




lunes, 7 de noviembre de 2016

Jaca, Esculabolsas, Atarés, Jaca, más cerca de la "Puerta al Invierno"

ANDADAS
Jaca - Esculabolsas - Atarés - Jaca
Domingo, 6 de noviembre de 2016



            De nuevo a la batalla. De nuevo nos echamos a los caminos para ir rodando nuestras piernas e ir acostumbrando a nuestra cabeza para ese gran reto que es la “Andada Puerta al Invierno”, que promovida por la Comarca de La Jacetania, y organizada por el CP Mayencos, en dos semanas vamos a tener que afrontar. Será en distancia maratón, y para ello, los Andarines del Club Atletismo Jaca se afanan en entrenarse en tiradas cada vez más largas. El planteamiento de hoy era el de hacer 30 km, aunque ha salido un poco menos, pero no es lo esencial, porque lo que realmente importa es estar preparado mentalmente para resistir la distancia y el tiempo que lleve la prueba, quizá envuelta en mal orache, como el año pasado. Pero por encima de todo ello, naturalmente, está el disfrutar, el pasárselo bien entre amigos en una actividad que nos encanta hacer, que es la de recorrer los caminos y empaparnos de todo lo que nos ofrecen.

El sol cruje el césped de los glácis

Por hoy dejamos La Solana de lado
            El itinerario de hoy pasa por el Camino de Santiago hasta el barranco de Atarés, continuando hasta Esculabolsas, para entrar en la carretera vieja de Santa Cruz de la Serós, y tomar una pista que nos lleve a Atarés, desde donde bajaremos por la carretera hasta el cruce del barranco, donde cerraremos el círculo. Desde allí, sólo resta volver por el mismo camino que en la ida, hasta Jaca. Siempre se puede mejorar el trazado y evitar asfalto, pero con tantas escopetas sueltas por el monte, no hay muchas más opciones. Vamos.

Listos para salir

Celebraciones del Primer Viernes de Mayo (imagen de jaca.com)
            El termómetro ha caído en picado. Con tan sólo dos grados, que se miran uno a otro con más estupor que valentía, salimos de la Ciudadela para meternos en el Camino de Santiago, que nos saca al borde de la general a la altura del cementerio. Junto a él encontramos la ermita de Nª Sª de la Victoria, en cuya historia nos vamos a detener brevemente. “El templo medieval dedicado a Santa María de Mocorones fue levantado en este lugar, posiblemente, ya en época medieval. Estuvo cuidado por una Cofradía hasta que en 1597 el Concejo de la ciudad lo ofreció a la Orden de los Carmelitas Descalzos para que crearan un convento. A comienzos del siglo XVII se decidió cambiar la antigua advocación por la de Nuestra Señora de la Victoria…”. Todo ello, hace referencia a la batalla de la Victoria, que se abraza a la leyenda, y que todos los años, celebran en Jaca en el llamado Primer Viernes de Mayo. Si queréis profundizar en ello: http://www.jaca.es/sites/default/files/victoria.pdf.

En plena faena

Que no decaiga
            Pero nosotros a lo nuestro, que es continuar la ruta. El viejo nombre medieval de Mocorones, se ha quedado para la parte final de este camino, que nos lleva a enfrente del cementerio. Unas decenas de metros al borde de la carretera y la dejamos para continuar por el Camino de Santiago, que discurre junto a un canal, hasta que éste se queda en el molino. Salimos a la carretera para cruzarla y pasar el puente del Gas, cruzándola de nuevo a su término. Una lluvia amarilla recién caída nos recibe en ese ancho camino, dominio ya del monte El Boalar, con su merendero muy próximo a la desembocadura de éste río en el Aragón. Continuamos por las Batiellas y más allá, hasta que volvemos a pasar definitivamente al otro lado de la carretera, para integrarnos en ese bosque de El Boalar y encarar ya los últimos compases hasta llegar al barranco de Atarés, dejando atrás el sendero que nos llevaría hasta la Torrel del Moro, por no redundar en el Boalar, que también así se llama.

Lluvia amarilla en el merendero de El Boalar

Barranco de Atarés
            Una pasarela metálica nos permite el paso hasta la carretera de la localidad, que en pocos metros nos mete de nuevo en el Camino de Santiago, en dirección ya al paco Mondano, que a lo tonto somarda nos va subiendo y subiendo. Tanto es así, que una de las rampas ha sido empedrada recientemente. Alcanzamos un alto junto a una ventana del bosque, ideal para contemplar la depresión del río Aragón a su paso por la Balancha y Canal de Berdún, donde podemos contemplar sus hoy apresuradas aguas que van a se calmar en Yesa. Seguimos, y en poco ya otra empinada pendiente nos baja a la altura de la carretera general, que esquivamos para meternos por la vieja a Santa Cruz de la Serós. Por entre campos y pardinas, la seguimos hasta dar con una pista a mano izquierda, pista que se une con otra más ancha y que ya nos lleva en ligera subida hasta un alto, muga del término con Jaca, de donde depende la pedanía de Atarés, a donde nos falta poco para llegar, pero antes de hacerlo parada obligada en la fuente.

Empedrado subiendo al paco Mondano
Paisaje
            Enseguida nos incorporamos al GR 65.3.2, un ramal del Camino de Santiago que desde el principal sube a los monasterios. La llegada a Atarés es inmediata, y ya por la carretera, con sones de jotas, rancheras, y otras cosas inidentificables, que casi no consiguen convencer a la borrasca para que descargue, llegamos hasta ese Camino de Santiago, junto a la general, para cerrar el círculo antes de cruzar el barranco. Desde aquí, sólo nos resta volver por el mismo itinerario hasta Jaca, a donde llegamos unos más cansados que otros.

Curso del barranco de Atarés
            Finalmente ha salido una distancia de 28,1 km, habiendo invertido 5 horas de tiempo total, del que 4h 45’ han sido en movimiento. Poco descanso, sí, el tiempo no estaba para bromas. Lo que sí parece broma es el desnivel acumulado, pero no lo es. En torno a 870 metros D+. Bueno, pues a palmos, como dos terceras partes tanto en distancia como en desnivel, de lo que va a ser la “Andada Puerta al Invierno”. Si echamos la misma cuenta con el crono, habrá que prever en torno a 8 horas.







Maratón Blanco Jacetania: http://www.maratonblancojacetania.es/


sábado, 5 de noviembre de 2016

Majalinos y Tres Mojones, los techos de la Sierra de Ejulve

IXOS MONS
Majalinos (1.601 m)
Tres Mojones (1.618 m)
Jueves, 3 de noviembre de 2016



            Entre los municipios de Ejulve, Aliaga, La Zoma y Cañizar del Olivar, a caballo entre las comarcas de Cuencas Mineras y Andorra/Sierra de Arcos, en la provincia de Teruel, surge una sierra, que hasta julio de 2009 estaba vestida de una enorme extensión boscosa, que le daba color, que le daba oxígeno, que le daba vida. Todo un patrimonio natural ardió del 22 al 27 de ese fatídico mes. Más de 7.300 hectáreas fueron pasto del fuego, de un fuego que no tuvo piedad en cinco días que duró y que cambió para unas cuantas décadas la faz de estos montes, en esta Sierra de Ejulve.

Tristes montes

Algunos pinos sobrevivientes
            Un incendio provocado por las altas temperaturas, el fuerte viento y una tormenta seca. Tres factores que unidos son letales para el monte. Un monte que hemos querido visitar, un monte que nos ha expresado su dolor, un monte que lucha por sobrevivir a través de la auto regeneración. Ahí, en las dos máximas alturas de la sierra hemos estado con el amigo Vicente, que amablemente nos ha acompañado y nos ha contado esta triste historia que va a ser difícil de olvidar en varias generaciones.


Alto de Majalinos
            Majalinos. Partiendo de Ejulve dirección Aliaga, por la A-2403, nos detenemos en el Alto de Majalinos, para echarnos a andar. Un alto que hace muga entre ambos términos municipales, y en consecuencia entre ambas comarcas. Allí, un monte pelado se deja acariciar por maquinaria pesada para acondicionar la pista que nos va a subir a lo más alto de este monte. Poco a poco vamos tomando altura y perspectiva sobre toda la sierra de negras entrañas.


Vértice geodésico de Majalinos

Hacia Andorra
            Algunos corros de pinos han sobrevivido y permanecen de forma testimonial para dar fe de lo que un día fue. Encontramos señales de circuito de BTT, que no deja de ser una forma de darle alegría al entorno. En unas cuantas vueltas y revueltas, desde las que podemos ver el complejo de antenas de la cumbre, incluida la torre de vigilancia forestal, llegamos a todo ello, entre lo que se cobija el vértice geodésico, desde donde se puede ver la enorme extensión de terreno hacia Andorra y su humeante chimenea.

Un rayo de esperanza

            Con las mismas, y desandando lo andado, volvemos al coche, donde damos por terminada la ascensión a este monte, a la que le hemos metido 1h 10’ de tiempo total, del que 1 h ha sido en movimiento, habiendo realizado como 5,3 km, con algo más de 200 metros de desnivel acumulado D+.



La Cañadilla
              Tres Mojones.
Partimos del puerto de Majalinos y tomamos camino de Aliaga por la A-2403, y antes de llegar damos con La Cañadilla, una pedanía de aquél. Una muy pequeña aldea compuesta de cuatro casas contadas, pero alguna habitada, junto a su pequeña ermita que reza a San José. Tomamos el camino a Palomar de Arroyos, y pronto nos metemos en el barranco de Las Calzadas, que va dando vida a varias filas de chopos que ven caer su dorado pasado. Vamos ganando altura entre campos por el pinar. Unos campos que esperan ser labrados para la siembra del cereal. Pasamos junto a varios corrales espaldados, vestigio de otros tiempos, de otras formas de vida prácticamente extinguidas.

Camino a Palomar de Arroyos, por el barranco de Las Calzadas

Algunos se resisten
            Al cabo de unos 4 km, en un cruce, tomamos el camino que sigue por la derecha, que toma más inclinación. Antes de otro kilómetro hay que abandonarla, porque se gira perdiendo altura, y nosotros no debemos hacerlo, de modo que nos dirigimos ya monte a través, sorteando los troncos yertos que han ido quedando de aquel devastador incendio. Un par de cotas con sus vaguadas, median hasta alcanzar la máxima altura, que con sus 1.618 metros es la mayor de toda la sierra. Tres Mojones lo llaman, y es que en él confluyen los términos de Aliaga, Cañizar del Olivar y La Zoma.

Viejos corrales

Cuánto sufrimiento
            Ennegrecidos y retorcidos esqueletos, todavía en pie, dibujan su macabra silueta sobre el azul celeste. Las vistas desde aquí, como del precedente, son extraordinarias hacia los cuatro costados. Unas vistas desoladoras sobre una tierra que va regenerando lentamente, y que un día recobrará su esplendor. Continuamos por la loma pero perdiendo poco a poco altura, para cruzar otro cabezo más, pasando junto a una gigantesca torre del tendido eléctrico, y bajar ya hacia un barranco, que otrora regaba unos pequeños bancales.


La vida siempre se abre paso
Pequeño cementerio de La Cañadilla
            Ya por terreno más amable, nos vamos acercando a un pequeño portillo que pareciera estar excavado en la roca. A partir de él ya damos vista a nuestro destino, a la pequeña aldea de La Cañadilla, a la que nos acerca un zigzagueante camino que primeramente nos pasa por el cementerio, un pequeño recinto de piedra, en cuyo interior yacen un puñado de personas bajo lápidas de piedra. La entrada ya al pueblo se hace junto a la ermita de San José.


Entrada por la ermita de San José
            Y en poco más llegamos al coche, tras haber recorrido 9,8 km, en los que hemos empleado 3h 10’ de tiempo total, del que 2h 35’ han sido en movimiento, para salvar unos 550 metros de desnivel acumulado D+.





            Una buena jornada de monte, de montes para ser más exactos, con un tiempo muy amable para la época en la que estamos, y en muy buena compañía.



lunes, 31 de octubre de 2016

Aspe, gigante entre lapiaces

AQUERAS MONTAÑAS
Aspe (2.640 m)
Antecima (2.590 m)
Lunes, 31 de octubre de 2016



            Aspe. Pico de la Garganta. Punta Esper... Los mapas no se ponen de acuerdo en ponerte nombre, pero eso no te debe importar, de hecho no te importa, porque tienes identidad propia, porque te alzas sobre todas las cumbres que te rodean, sobre los abismos que forma tu altivez. Al norte y levante desafías con los escarpes más verticales. Al sur, tu cintura la cuidan un enorme sistema de karst, con sus afiladas superficies y profundos foratos que hacen que afinemos el equilibrio los que por allí subimos a mostrarte nuestros respetos. Aspe, entre grises y marrones. Aspe, gigante entre lapiaces. Aspe.

El otoño presente en los valles

Saleras
            Hoy, con el amigo Miguel, hemos querido acercarnos a una de las cumbres más altas del Parque Natural de los Valles Occidentales, y desde luego, la mayor de toda esta sierra de los Picos de la Garganta de Aísa. Hemos querido acercarnos, decimos, y lo hemos conseguido. Desde Aísa, regada por el Estarrún, subimos por todo ese espléndido valle vestido con sus mejores galas otoñales, con un bosque que se va despojando de su pasado, hasta que a los 8 km dejamos el vehículo junto a la valla que impide el paso. Comenzamos nuestro caminar con un solo dígito en el termómetro, con una ligera brisa, y con un cielo que nada lo oculta. Una mañana espectacular con la que terminamos este mes de octubre.

Embudo por el que se flanquea la muralla rocosa

Antesala del tirano mundo mineral
            Pronto salimos de esta envoltura otoñal que jalona el camino bajo el refugio de Saleras, y se abre ante nuestra vista el extraordinario panorama de esta sierra, de estas moles calcáreas que desafiantes se alzan hacia los claros cielos. Cruzamos el recién nacido Estarrún para emprender el ascenso sin piedad ya desde el primer momento. Un ascenso que se realiza por loma herbosa, para cruzarnos en media hora con el GR 11.1, una variante de la Senda Pirenaica que en este valle une el collado del Bozo con el de la Madalena. Otro poco más y encontramos las últimas vacas pastando alrededor de un seco abrevadero. Nuestra mirada ya puesta en ese evidente embudo, una debilidad de la muralla rocosa por el que hay que flanquear esta montaña, y que marca el límite de lo vegetal con lo mineral.

Inmensos y mudos patios

Vestigios de un lejano pasado
            El empinado sendero marcha pues en dirección a la roca, para disimuladamente acercarnos hacia ese paso que nos va a permitir entrar en esa tiranía mineral, en ese mundo áspero de calizas, blandas calizas con la erosión, pero duras con el visitante. Afilada roca de labrado lapiaz y profundos foratos que alcanzan la reseca alma de estas montañas. Un enorme anfiteatro da entrada a este imponente mundo pétreo que ha detenido el tiempo, y por el que tienes que andar con delicado equilibrio. Pronto se nos muestra el objetivo con toda su altivez, ese enorme macizo marrón que se ha sabido alzar sobre la gris caliza.

El sur también existe

Vista hacia levante
            Alcanzamos el paso de la Garganta de Aspe, que da vista al enorme espacio Esper, por donde se precipitan las aguas de estos macizos, hasta el embudo de la Chorrota del Aspe, en la misma muga, dando así comienzo al río del mismo nombre, y que discurre por el valle también del mismo nombre, en territorio francés. Desde este ancho collado, nos enfrentamos a la incómoda ascensión a la antecima, por entre estrechas rallas calizas, hasta pasar por debajo de ella y llegar a otro paso, a partir del cual sólo nos resta un cuarto de hora para superar los 60 metros hasta alcanzar la cumbre del Aspe, nuestro objetivo de
Vista hacia el norte
hoy. Una amplia cima que alberga su vértice geodésico, un buzón y una placa conmemorativa. Una amplia cima que alberga a otras personas con las que hemos coincidido hoy en intenciones. Una amplia cima que alberga nuestras ilusiones de hoy, nuestras incontenibles ganas de querer arañar horas, minutos, segundos, a esta última jornada de octubre para contemplar una increíble panorámica a los cuatro costados, y que no vamos a enumerar por prolija. Lo que sí destacamos en lontananza es el padre Moncayo, que se alza sobre las impenitentes nieblas del valle del Ebro, y las del Gállego que a él se dirigen en perfecta columna transversal.

Vista hacia poniente

Miguel en plena progresión
            Nosotros, aquí, por encima de esas nieblas que arrebatan pensamientos y sentimientos, por encima de los abismos que nos rodean, por encima de todos los espacios, enormes espacios, que tenemos a los cuatro costados, sólo nos queda sentirnos privilegiados por ser receptores de tanta dádiva. Sí, con esfuerzo, pero infinitamente recompensados. Nuestra mente vaga por donde nuestras inexistentes alas no pueden llevarnos, y cuando bajamos de nuestros sueños, soñamos que tenemos que bajar también de esta montaña. Y comenzamos a hacerlo desandando nuestros pasos, hasta la brecha primero y luego al pasar bajo esa antecima vemos de reojo que se nos queda mirando con cara de “ y por qué a mí no?”, y no le hacemos el feo, porque al subir nos hemos hecho los despistados, pero ahora no, ahora la visitamos.

Cima del Aspe

Enormes y laberínticos patios
            Bajamos esa pala por las incómodas rallas, hasta el collado, para luego enfrentarnos a esa enorme y callada ciudad de piedra, con sus recovecos en los que se hospedan manchas de vieja nieve, para recorrer con paciencia este laberíntico entorno hasta ese embudo. Un singular paso que nos devolverá al más amable mundo vegetal, por el que ya nos incorporamos al paisaje de la cabecera de este extraordinario valle del Estarrún. Abrevadero, cruce con el GR 11.1, vadeo del incipiente río, Saleras, otoño y valla.

Rabioso otoño
            Una improvisada mañana, pero que no ha defraudado, pasada entre siempre cordiales montes, en los que le hemos metido 5h 50’ de tiempo total, del que 4 horas han sido en movimiento, para recorrer 9,9 km, y salvar en torno a 1.220 metros de desnivel acumulado D+.