viernes, 21 de octubre de 2016

Virgen del Águila y Cabezo Rodrigo, sobre Paniza

IXOS MONS
Virgen del Águila (1.055 m)
Cabezo Rodrigo (1.077 m)
Jueves, 20 de octubre de 2016




            Aragón, nuestra tierra, se articula a uno y otro lado del padre Ebro, que simplificando mucho, discurre entre dos grandes sistemas montañosos. El Pirineo al norte, y el Sistema Ibérico al sur. Lejos ya de la alta montaña, en nuestras visitas a esas otras sierras del territorio, no tan espectaculares, más cercanas, más suaves, pero no exentas de belleza, hoy nos acercamos a una de sus estribaciones. Con el amigo Rodrigo, del China Chana de Alfamén, hoy partimos de Paniza para degustar de su sierra, considerada por algunos como prolongación de la de Algairén. Una callada sierra, en un otoño al que no le queda otra opción que la de rendirse a la evidencia del empuje del calendario.

Los viñedos a la espera de verse despojados de su jugoso fruto

Indicadores de la ruta
 Virgen del Águila. Bien, partimos de Paniza, concretamente de la entrada a las piscinas municipales, donde un mural nos informa de que estamos en el GR 90.3, concretamente en su tramo central. Esta variante, lo es del GR 90, que recorre el Sistema Ibérico Zaragozano. Andamos como un kilómetro por la orilla de la solitaria carretera CV-700 que va a Aladrén en primera instancia, y tan pronto cruzamos el barranco de las Tejerías nos metemos ya a la derecha, por ancho camino, señalizado al principio, además como Ruta 27 por FEDIVALCA, la federación de asociaciones de las comarcas de Daroca y Cariñena, y que gestiona los fondos LEADER, de la UE.

Primeros compases del camino
Delicioso camino, entre carrascas y jaras
           Las hojas de las vides mudando a rojizo, tonalidad que contrasta con el morado vivo del fruto sin cosechar. Algún chopo acompasa también su ciclo con el amarillear de sus hojas, todo un regalo visual que recibimos antes de la total desnudez con la que encaran el invierno. Otro kilómetro y medio más desde la carretera, y en una bifurcación de caminos, tomamos el de la derecha abriendo de este modo la circular, que cerraremos volviendo por el de la izquierda. En lontananza ya, nuestro primer objetivo de hoy, la Sierra de Paniza, o Sierra del Águilla, donde se asienta el santuario de la Virgen del Águila, pero ya llegaremos.

Y la luna de parranda todavía

Extraordinario ejemplar de carrasca
            El tiempo ha ido haciendo pasto de su voracidad las marcas rojiblancas, que hay que ir buscando para no meterse por otros caminos en los diversos cruces que nos encontramos. Según los mapas, vamos subiendo por el barranco de la Carrasca, y suponemos que el nombre le viene de un enorme ejemplar que nos encontramos en un cruce, que se erige como la madre y protectora de todas demás, que son muchas, porque el camino va discurriendo entre ellas, en un ambiente mágico, acompañado por la fragancia de las jaras. “Regüelta el Trago”, nos indica un vertical cartel en una de las curvas, junto a un barranco. Enfrente, un nuevo poste con indicadores, apoyado en una de las carrascas y que no entendemos muy bien las direcciones de las tablillas, porque no se ajustan muy bien a los caminos que se abren en este cruce. A las de GR 90.3, y Ruta 27, se le añade el PR-Z 46. Bien se vale que el nuestro lo tenemos claro.

Peirón próximo al santuario
Interior de la ermita, integrada en el santuario
            El suave desnivel con el que veníamos transitando, partir de aquí adquiere más carácter, pero sólo es cuestión de un cuarto de hora, porque en ese tiempo se llega a la estrecha carretera que viene de la antigua general y que en poco ya llega hasta el santuario, enclavado en la cima de este monte, en una gran explanada, en la linde entre Paniza y Cerveruela, y en la divisoria entre el Jalón y la Huerva Se trata de un gran complejo con patio interior, desde el que se accede a gran cantidad de estancias habilitadas como comedor y salas de estar, estancias con barbacoas, otra hace de aseo, amén de la casa del santero. Y la joya de la corona, claro, la ermita, de cuya historia nos da buena cuenta la leyenda de un
Vista de una de las estancias
peirón situado en el centro del patio. Leyenda que leemos, y que nos cuenta que fue terminado de construir en 1519, a raíz de una gran pedregada que asoló todas las cosechas en 1501. Que una de las imágenes del retablo, construido por Grabiel Joli, sudó por tres veces, fenómeno que se difundió por la redolada y motivó que innumerables peregrinos acudieran al milagroso lugar. Durante la guerra de la Independencia fue completamente destruido, llegando a ser lo que hoy es tras varias restauraciones. Hoy en día, suben en romería para San José y San Jorge. En el exterior, al sur, la gran explanada cimera aún da de sí para albergar una caseta de vigilancia forestal.

Patio del santuario

Cabezo Rodrigo, nuestro siguiente objetivo
            Cabezo Rodrigo. Último vistazo a nuestro alrededor, en el que apreciamos viejos montes de la sierra de Algairén, recorridos ya con anterioridad, y con nuestro próximo objetivo a la vista, el Cabezo Rodrigo, dejamos este compacto edificio para volver a meternos de lleno en el GR 90.3, que baja a saco por un ancho y roto camino que es pasto de las precipitadas aguas… cuando las hay. Varios inclinados toboganes nos aguardan, con algún tramo de sendero para burlar amplias lazadas del camino, para alcanzar la cima del Cabezo Rodrigo, máxima altura de esta sierra de Paniza.

Empinadas rampas
            En un momento determinado se deja el GR 90.3 que va en busca de Cerveruela, y nosotros seguimos nuestro camino, que se empina y empina. A renglón seguido, baja a una especie de vaguada, a modo de collado, con un cruce de caminos. Seguimos recto y nos enfrentamos a la última subida, fuerte subida, que nos alcanza ya el vértice geodésico, desde el que tenemos unas vistas muy parecidas a las ya obtenidas desde la Virgen del Águila, pero más cercanos a la cuenca de la Huerva. La callada sierra nos contempla mientras volvemos sobre nuestros pasos hasta el primer cruce, que tomamos a la derecha, para ir bajando ya entre el bosque, que vamos dejando atrás al tiempo que circulamos por el barranco de las Tejerías. Comienzan a aparecer los viñedos, cansados ya de sus hojas, de sus frutos, incluso de sus sarmientos, deseosos ya de su despojo.

Última cuesta
            Una hora justa desde el abandono de este segundo monte y alcanzamos el cierre del bucle, para seguir por el mismo camino ya que hemos tomado para internarnos en estos solitarios montes, hasta la carretera, que al cabo de ese primer kilómetro llegamos a Paniza, dando por terminada esta magnífica vuelta por la sierra del Águila, habiendo invertido en ello 4h 15’ de tiempo total, del que 3h 30’ han sido en movimiento, para recorrer 15,5 km, y salvar 765 metros de desnivel acumulado D+, en una mañana ideal para echarla en el monte. 




martes, 18 de octubre de 2016

Hoyalta y Castelfrío, en la Sierra de El Pobo

IXOS MONS
Hoyalta Alto (1.760 m)
Hoyalta Bajo (1.759 m)
Castelfrío (1.757 m)
Lunes, 17 de octubre de 2016



            Hoy nos hemos acercado a la Sierra de El Pobo, que se puede decir que forma parte de las serranías de Gúdar. Geológicamente, está compuesta por materiales viejos, lo que le hace estar exenta de cimas espectaculares. Constituye un eje norte sur, con suaves y erosionadas lomas, que se intercalan entre amplias mesetas desde las que se observa al oeste la depresión del Alfambra en primer término, y la del Jiloca más al fondo. Es una sierra castigada por los escarceos de nuestra guerra civil, por su ubicación privilegiada sobre la citada cuenca del Alfambra, que rodea con un arco de herradura la localidad, así como otras cercanas. Esta sierra aúpa las mayores alturas de la comarca de La Comunidad de Teruel, y a ella hemos acudido con la ayuda de Pedro, Manuel y Leopoldo, del Club Alpino Javalambre, de Teruel.



Crucero en El Pobo
            A la perezosa mañana parece que le cuesta llegar a la cita, y cuando lo hace va descubriendo alguna capa de más, como que la noche se la hubiera puesto. Indecisa en lo meteorológico, nos va acompañando desde Teruel hasta El Pobo, uno de esos pueblos que no llegan al centenar de habitantes, y que luchan por sobrevivir en estas mesetas turolenses, en un entorno cada vez más hostil debido al paulatino abandono de las prácticas agropecuarias. Unos ricos pastos, que lo eran, el tiempo y la falta de ramoneo los están convirtiendo en escenario para la aparición de cardos y otras plantas colonizadoras, introduciendo un desequilibrio que poco a poco va a más, que poco a poco irá a más, si no se remedia.


Hoyalta
El Hocino
            Hoyalta. Situados en El Pobo, partimos desde el Pilón, desde un crucero a pie de carretera para recorrer con el vehículo los 9 km hasta el alto de la meseta que alberga los puntos más altos de esta sierra, haciendo a pie los últimos cientos de metros. Salimos, pues, dejando atrás el lavadero y las estrechas calles, que confieren a la localidad su autenticidad. El camino comienza por la partida llamada el Hocino, que en sus comienzos alberga un paraje en el que se practicaba el tiro al plato, y del que aún se conserva una caseta. Continúa por entre ambiente con aspecto estepario, que impaciente espera la llegada de las nieves, para replegarse en sí mismo. Poco a poco, dejando el Portal de Orrios a nuestra derecha, vamos alcanzando la meseta cimera, con esa extraordinaria atalaya sobre la que se adivina el cauce del Alfambra, debido a la fina línea de nieblas que nos lo indica.

Cuenca del Alfambra

Austeridad en estado puro
            Tenemos dos cumbres, nada prominentes, una a la derecha y otra a la izquierda, provistas las dos de sendos vértices geodésicos. Hoyalta Alto al norte y Hoyalta Bajo al sur, con apenas uno o dos metros de diferencia de altitud, mediando entre ambos unos cientos de metros que recorremos deleitándonos de las amplias vistas sobre esa cuenca del Alfambra, con la localidad del mismo nombre. La planicie está salpicada de montoneras de piedras a modo de abrigo, y que en su tiempo sirvieron de protección para los escarceos de la guerra civil. El frío viento que azota en la cornisa nos sugiere que lo vayamos dejando y enfoquemos el siguiente objetivo.
 
Hoyalta Alto
            El recorrido total ha sido de 18,3 km, con un desnivel acumulado en torno a 480 metros D+. El tiempo empleado ha sido algo superior a hora y media, pero que caminando bien te puede costar en torno a cuatro horas, por unas tierras que todavía anhelan lo que fueron y no son.




Cuatrovientos, puerta del Castelfrío
            Castelfrío. Salimos de El Pobo dejando atrás la monumental ermita de la Virgen de Loreto, fechada en el siglo XVIII, para meternos en carretera dirección Teruel. Como a unos 8 km encontramos a mano derecha la entrada de una pista de tierra. No tiene pierde, pues en el comienzo hay un curioso abrigo techado, compartimentado a cuatro lados, construido para proteger de las inclemencias de tiempo a las decenas de obreros que durante unos años trabajaban en este monte y se llegaban hasta la carretera a la espera del coche de línea.


Sabina rastrera
Monte pelado tras elincendio
            Un monte éste que fue pasto de un voraz incendio en el verano de 2009, y que languidece al verse desprovisto de la masa forestal de pinares que le confería un atractivo especial, un vacío que hoy en día contemplan con gran tristeza los que lo conocieron en pleno apogeo. Tan sólo unos corros se han conservado. La repoblación llevada a cabo tardará lustros en adquirir la apariencia que tenía este bonito monte de la Sierra de El Pobo, hoy poblado por infinidad de estériles tocones. El verde lo dan las sabinas rastreras que van colonizando el suelo.



Antenas en la cumbre del Castelfrío


Vértice geodésico en el Castelfrío
          Bonito monte, decimos, si nos abstraemos de la cantidad de antenas que, como otros montes que visitamos, luce en su cumbre. También hacemos motorizados una buena parte del recorrido, para culminar caminando los últimos cientos de metros. En este caso, la vista que se nos abre a nuestros pies en dirección a la cuenca del Alfambra es la de unos tristes montes que añoran la actividad que los ocupó en el pasado cuando estaban entretenidos en labores experimentales agropecuarias. Viejas masadas que aún conservan en su memoria épocas de arraigo entre el hombre y la tierra.


Recordando viejos tiempos

            Poca distancia, 4,3 km. Poco desnivel, 155 D+. Y poco tiempo, apenas una hora, que caminando desde Cuatrovientos bien pueden ser dos, a poco que nos entretengamos arriba contemplando las amplias panorámicas que nos ofrece esta cumbre que se alza en un monte con más apariencia de tal.



            Y de este modo damos por concluida la visita a estos montes cercanos a la capital sureña de Aragón, en una mañana que parece que estaba esperando que termináramos la faena para decidirse a regalarnos la lluvia que tanta falta le hace a estas tierras, y que aunque incipiente todo es bueno para el convento. Unas tierras deseosas de dar, pero que no tienen fácil a quién.

martes, 11 de octubre de 2016

Posets, Lardana por Biadós

AQUERAS MONTAÑAS
Posets (3.368 m)
Domingo, 9 de octubre de 2016

Posets para unos
Llardana para otros
Lardana desde Chistau
Infinitos pedregales
Profundos abismos
Grande entre los grandes


Puntal de Barrau
            Tras una intensa, muy intensa hora, en el club acompañando a familiares y amigos de Juan Marcén, y con el alma sunsida por tanto dolor compartido, lo abandonamos apresuradamente para ir a Biadós, donde tendríamos que haber estado ya a estas horas. Allí nos esperan amigos, bellos paisajes y un proyecto, el de subir al Posets, segunda cumbre pirenaica, para ponerle el broche final a este verano pleno de alta montaña, y que aunque haya parecido excesivo nos ha permitido auparnos a verdaderos gigantes de esta extraordinaria cordillera que tan enganchados nos tiene. Sí, porque aunque siempre salgamos de ella derrengaos, aunque siempre salgamos de ella saturados en la corta distancia, aunque siempre prometamos poner tiempo por en medio, en todos los diálogos que mantenemos con ella, siempre termina convenciéndonos para volver una y otra vez. Es la llamada eterna.

Nos ponemos en marcha
Cruzando la palanca de Biadós
            Una montaña, y más cuanto más grande sea, se la puede abordar por varios itinerarios. Es el caso del Posets, que vierte a tres valles, el de Estós y el de Eriste, en la vecina comarca de La Ribagorza, y el de Chistau, en Sobrarbe. Desde Estós se alcanza por La Paúl, contando con el refugio de Estós; desde Eriste por la Canal Fonda, partiendo del Ángel Orús; y desde Chistau por el Clot, teniendo lo más cercano el refugio de Biadós. Como ya habíamos probado las mieles y hieles de los dos primeros, teníamos que hacerlo ahora por este extraordinario paraje que es Biadós, lo que hace que los lugareños lo denominen Lardana, en cuenta del más extendido Llardana, aunque nosotros sigamos con el término más comúnmente usado.

Granjas de Biadós
En plena progresión
            Biadós es un recóndito y lejano valle, cabecera del de Chistau, que se interna hacia lo más profundo de la cordillera, por el que circula el río Cinqueta de Añes Cruzes, que junto con el Cinqueta de la Pez, que discurre por el valle de Tabernes, en Els Plans, se funden para formar el Cinqueta, que vierte al Cinca en Salinas. Este primer valle, el de Añes Cruzes, está ocupado en sus primeros compases por un paraje llamado las Granjas de Biadós, de extrema belleza, salpicado por viejas bordas todavía en uso. Unas cabañas, rodeadas por su terreno de pasto, que siguen ejerciendo su función pastoril, un fenómeno de lo más auténtico, y que no se conserva en muchos más valles del Pirineo, donde o están espaldadas o reconvertidas para el turismo, que no decimos que no haya que hacerlo, pero lo que es cierto es que produce una grata sensación el ver el arraigo a la tierra que todavía existe en algunos lugares.

Al salir del bosque la cosa se empina

Duras rampas
            La vieja noche está como la dejamos de joven, rabiosamente estrellada, prometiendo una buena jornada de montaña. A media luz ya, acompañados por Sara, María, Elena, Josemari, Rafa, José Antonio y Raúl, a los que se añaden Alberto y Vicente, del CAS, comenzamos una nueva salida desde los 1.760 metros de altitud del refugio de Biadós. Y lo hacemos por el GR 11 en dirección al puerto de Chistén, aunque por poco tiempo, ya que enseguida bajamos a la cuenca del río para cruzar la palanca de Biadós. A medida que la luz va desvelando la oscuridad, van ganando esas magníficas vistas sobre el imponente macizo Posets-Espadas, collado de la Forqueta, y Eristes, así como el puntal de Barrau, como árbitro visual de todo ello.

Glaciar norte del Poset

Morrena central de la Pequeña Edad de Hielo
            Tras cruzar el Cinqueta de Añes Cruzes, el sendero nos asciende a un ancho camino, que discurre subiendo y bajando hasta llegar a unos pastos al pie de la cabaña de La Basa, al cabo de algo más de media hora, donde se decide ya por su verdadera vocación, que es la de subir y subir y subir. He dicho subir? Sí, unas empinadas laderas tenemos que burlar con amplias zetas para llegar a las ruinas de los corrales del Clot, situadas en un gran claro del bosque, del que adquiere su nombre. Claros que se van haciendo mayores, hasta que salimos de él.

Llegando al collado
          
Primera ventana hacia La Paúl
            Y no sólo el bosque, sino el mundo vegetal también nos va dejando poco a poco, entrando en el terreno del reino mineral, tirano, despiadado, no te lo pone fácil. Su dureza contrasta con la amabilidad de un sol que va dorando ya las cumbres a nuestra espalda, y que tardará en alcanzarnos. El subir por esta vertiente no implica que haya un itinerario, que los hay varios, pero no uno más cómodo que otro. Están provistos de hitos, sí, pero el terreno se va arrastrando debido al efecto de las nieves sobre la descompuesta pendiente.

Ascensión hacia la cresta

Ya en la cresta cimera
            Conforme vamos ganando altura, se va haciendo más y más grande un enorme montón de derrubios a nuestra derecha. Son los que componen la morrena central de la llamada Pequeña Edad de Hielo, que extremó sus rigores entre los siglos XVII y XVIII, al contrario de lo que se estima como restos de la última glaciación, que podrían llegar hasta el comienzo del valle, cerca ya de su desembocadura en el Cinca. No sin trabajo conseguimos auparnos por encima de esta inmensa masa de piedras para contemplar, bajo la imponente cresta de los Espadas, en un circo que se ha hecho a sí mismo, el exiguo glaciar, seco, semienterrado, pero que lucha por mostrarnos una imagen del último aliento de esa era glacial de hace diez o doce milenios.

Glaciar norte del Posets, desde la cresta

Tocando la cima
            Otro esfuerzo para alcanzar una abertura que nos da vista a la cuenca de la Paúl, al gran norte de este salvaje lugar. Estamos a más de 3.200 metros, lo suficiente para que el sol nos intente calentar del frío aire reinante. Hace lo que puede. Echamos un breve bocado al abrigo y pergeñamos la estrategia para acometer lo que nos queda hasta llegar a la cresta. Y lo que nos queda es una loma, que alberga un sendero, pero que está bajo una capa de nieve helada, no recomendable para su tránsito, por lo que asumimos el meternos por la descarnada loma a doble vertiente, la que traemos y la de la Paúl. Una loma rota, con infinidad de esquistos de pequeño tamaño que no les importaba nada despeñarse por cualquiera de los dos abismos. Todo ello intercalado por algunas manchas de dura nieve. Sólo pensando en lo malo del descenso se hace bueno el ascenso.

Tras el esfuerzo viene la recompensa

Cambio de tiempo
            Superado ya este delicado tramo, entramos de lleno en la cresta cimera, larga cresta cimera, que pasando primeramente por la cima Norte (3.325 m), nos acerca a la cumbre del Posets o Lardana, según por dónde lo subas. En ella nos encontramos a un grupo que la abandona, quedándonos ya en pêtit comité, lo que aprovechamos para, con voz quebrada y glarimas en os guëllos, tener un sentido recuerdo de nuestro compañero del club, Juan Marcén, que dejó su vida recientemente en la práctica de esta bella actividad como es el acercamiento a las montañas. En nuestra mente y en nuestro corazón se cruza una cascada de sensaciones difíciles de describir. El conjugar el esfuerzo, con el disfrute y con la asunción del riesgo, es algo que tiene en una delgada línea el equilibrio que permanentemente hemos de mantener.

Las nubes se van echando encima
Tras el destrepe nos incorporamos al camino
            Los nubarrones que en lejanía se iban formando, ya no están tan lejos, llegando a ser una verdadera amenaza estando todavía en cumbre, desde la que hemos podido contemplar los enormes abismos que cría a sus pies, destacando entre ellos la impresionante cresta que conduce a los Espadas, y que ya son palabras mayores. Pero todo ello se queda ahí. Volvemos sobre nuestros pasos y desandamos nuestra cresta, que con un mínimo de atención se puede pasar sin mayor problema. Donde sí está lo peliagudo es en el destrepe de la loma, que nos conduce hasta ese pequeño collado donde se puede respirar más tranquilo.

Un alto en el camino de regreso

Al paso por el bosque
            Varios son los itinerarios marcados a través de este auténtico mar de piedras. A tramos seguimos el de subida, a tramos no. Nos despedimos del lánguido glaciar y su abultada morrena, y con grandes dosis de paciencia alcanzamos el más domesticado pisar, dejando atrás la tiranía del mundo mineral para adentrarnos en el bosque, hasta que alcanzamos la cabaña de La Basa, que nos acoge con gran amabilidad, lo que aprovechamos para echar otro bocado. Al cabo de media hora más nos encontramos pasando la palanca de Biadós, restando sólo el llegarnos hasta los vehículos a través de estas bordas que no encuentran muy bien el límite entre el pasado y el presente.

En la cabaña de La Basa
            Una más que emotiva jornada de montaña, por unos extraordinarios parajes en un Pirineo salvaje, un Pirineo en estado puro, a la que le hemos dedicado 9h 30’ de tiempo total, del que 5h 30’ han sido en movimiento, para recorrer 14 km, y en torno a 1.800 metros de desnivel acumulado. Una jornada diez, como decimos, en buena compañía, en este magnético paraje que cada vez que lo visitamos nos encandila más y más.