lunes, 5 de julio de 2021

Peña d'as Cuellas, las Escuellas de Mallaruego

 


AQUERAS MONTAÑAS
Peña d'as Cuellas (2507 m)
Dedo de Yenefrito (1818 m)
Domingo, 4 de julio de 2021

            En distintas épocas de la historia, la humanidad ha sido asistida por pensadores que han puesto de manifiesto que más importantes que las respuestas son las preguntas. El chino Confucio, fue uno de ellos, y ya en el siglo IV/V a.d.C. nos decía aquello de que … si el objetivo te parece difícil, no cambies de objetivo, explora otros caminos…, y parece que viene hoy al pelo de nuestra actividad, porque es algo parecido a lo que nos hemos encontrado, o quizá no tanto eso sino que la ausencia de un camino claro haga extremar la atención para no perder de vista el objetivo.


            La zona de Mallaruego se compone de una serie de sierras, al este de Panticosa. Unas sierras con altivas cotas y profundos valles, como los de la Ripera o Yenefrito. Entre estos se alza una montaña que reúne esas condiciones de altas y agrestes cotas, cuya mirada no da abasto a absorber todo lo que le rodea. A pesar de su modesta altitud de 2507 m.s.n.m., pone a prueba al visitante dado que su acceso está reservado a gentes expertas en la progresión sobre un tipo de terreno muy vertical, descompuesto y con gran exposición, y quizá por ello carente de trazas claras de sendero para llegar a cabalgar sobre su lomo, entrando en el bucle de pensar que es difícil porque no hay buen camino, o que no hay camino porque hay poca afluencia de visitantes al ser difícil. De cualquier modo, era esa una de las virtudes que hoy se buscaban, la escasa, o mejor, nula, afluencia de personal, dado que estamos ya en una época en la que las montañas están ya siendo pasto de masificación. Y es algo que hoy hemos conseguido, acudiendo a una solitaria montaña, que no te lo pone fácil, pero que la estancia en su cima compensa con creces todo el esfuerzo. La Peña d’as Cuellas cumple todos los requisitos. Un nombre que hace referencia a los collados, y que ha derivado en el más conocido de Pico de las Escuellas, derivando también en el de Escuelas, aunque nunca lo aceptaremos.


LA PEÑA D’AS CUELLAS

            En una mañana que parece decidida a aguarnos un poco la fiesta, partimos del terminal de la telecabina de Panticosa, para tomar el sendero haciéndonos disfrutar ya desde el primer momento. Puente la Zocha, para cruzar el río Bolática, fuente la Campana, al lado de su barranco, tránsito junto a campos más aprovechados antes que ahora, son algunos de los hitos que nos encontramos en la hora y media que tardamos hasta salir a la pista de la Ripera, acompañados por ese ir y venir de borrascas que velan la visión de las cumbres. La tomamos a la izquierda, en dirección bajada, y en menos de cinco minutos la abandonamos para tomar el camino de entrada al valle de Yenefrito, o barranco de Aulot, con el llamado Dedo de Dios que capta toda la atención. Se trata de una pronunciada prominencia en una rallera, fruto de unos movimientos orogénicos ocultos a los legos. De reojo nos ve pasar, en la confianza de que lo visitaremos a la vuelta. Trataremos de no defraudar.






            Dos horas hasta aquí, cuando empieza la verdadera ascensión, que lo primero que conlleva es lo de apartarse del evidente camino que plácidamente va subiendo valle arriba, porque hay que ir tomando altura por las lomas herbosas comiéndotelas a pecho, por un camino que solo lo conoce el mapa, y que hay que ir adivinando hasta que vas teniendo el objetivo a la vista que, sin haber ganado calidad la traza mejora mucho la confianza. Y eso se consigue, como a la media hora, tras haber subido como unos 250 metros de desnivel, al ir encontrando ya hitos del camino que sube directamente desde el refugio de Yenefrito. Es hora de sosegar las piernas y reponer fuerzas. Ante nosotros, una prominencia hacia el valle, más apariencia que otra cosa, como luego iremos viendo, y la gran mole d’as Cuellas, en la que ponemos todas nuestras miradas, como así lo hacemos en un ramillete de la calcícola Edelweiss.





            Aunque sí físicamente, el camino se hace menos penoso psicológicamente al ir encontrando ya hitos que nos van llevando como una hora, combinando pedriza y tasca, hacia la izquierda, para situarnos en la base de la chimenea que hay a la derecha del ancho collado. Una chimenea sin demasiada dificultad, pero por la que hay que ir progresando con un cuidado exquisito, porque está muy descompuesta y tiene mucha piedra suelta. Los últimos pasos se ve más aconsejable salir de ella por la derecha e ir trepando por entre las lajas de roca. En veinte minutos mal contados, se expande la vista, se expande el alma, la relajación y la tranquilidad vuelven a nuestro sistema nervioso, cuando alcanzamos la cresta, que nos permite alargar la mirada al infinito. Todo el valle de la Ripera a nuestros pies, el Ríncón del Verde, formado por los desafiantes paredones de la cara norte de la sierra de Tendeñera






            Desde el arranque, unas cuatro horas, para ascender los más de 1350 metros de diferencia de cota, y en un santiamén se nos olvida todo, centrando nuestra atención en las amplias vistas que se nos abren a los cuatro vientos, sin dejar de prestarla al sitio donde estamos, una estrecha loma que no admite errores. La recorremos, encontrando tramos que se puede hablar de cresta más pronunciada, pasando por la mayor cota, a los 2507 m.s.n.m., y llegando hasta el final, donde más cómodamente podemos disfrutar de todo lo que nos ofrece, y que es mucho. Entre las vistas, destaca el macizo del Viñemale, sobresaliendo por encima de otras montañas de esta zona de Mallaruego, pero también la cercana y sobrecogedora sierra de Tendeñera, la algo más alejada de la Partacua, la del conjunto de Collarada, con su Anayet pidiendo turno para ser observado. ¿Qué decir del Midi d’Ossau?, imponente. Mundo Garmo/Argualas/Infiernos… Mucha. Mucha tela que cortar, y que ninguna montaña se nos ofenda por no ser nombrada.










DESCENSO Y DEDO DE YENEFRITO

            Montaña, esta en la que estamos, que no nos ha puesto fácil el ascenso, no solo por su dificultad, sino también por su carencia de traza de sendero, y que intuimos que va a ser la tónica en el descenso, tanto una cosa, como la otra. Abandonamos este mágico lugar recorriendo de nuevo la cresta hasta la mismísima salida de la chimenea, que no encontramos muy aconsejable usar para bajar. Nos tiramos hacia la derecha, valiéndonos de las manos para ir descendiendo por muy pendiente ladera hasta debajo del collado, y desde ese punto, por el, también pendiente, canchal hasta llegar a la tranquilidad del fondo del valle y su sendero, a lo largo de más de una hora para descender como 560 metros de desnivel, por supuesto intuyendo el camino. Tanto la subida, como la bajada, ya en las faldas de esta montaña, es un inhóspito lugar que da rienda suelta a grandes manadas de sarrios, que amenizan nuestro tránsito.


            Pero hablando de fauna hay algo que creemos digno de mención. En un momento del descenso nos sale de los pies una víbora con su veloz zigzagueo, que impide calcular con certeza su longitud, pero que bien podría superar los 60 m. Pero esto no es lo inusual en estos terrenos, lo que sí nos lo parece es el hecho de haber llegado tan solo un instante después de la captura de dos crías de pequeños pájaros que nos encontramos agonizando a dos pasos, y que mueren en ese instante. La conclusión que sacamos es la de que acababa de inocularles el veneno y huía ente nuestra presencia. La mayor simpatía que se les tiene a los pájaros sobre los reptiles reviste de crueldad el acto, sentimiento que se aminora cuando piensas que todo ser vivo tiene necesidad de alimentarse.



            El relax que nos ofrece el sendero del fondo del barranco se acrecienta al catar sus aguas en una pequeña poza bajo una cascada, del que salimos renovados para afrontar las más de dos horas que nos quedan de descenso. En menos de media hora alcanzamos ya el collado, habiendo pasado antes por el refugio de Yenefrito, junto al que se apostaba esta mañana un buen rebaño de ovejas. Una vez en el collado nos acercamos al Dedo de Dios, con la firme intención de subirlo… y no es fácil, de nuevo a echar las manos. De vuelta al collado, continuamos bajando sobre nuestros pasos hasta llegar a la pista, desde la que, al contrario que por la mañana, tomamos ahora de bajada, para recorrerla como un cuarto de hora y meternos en un camino a la izquierda, que enseguida converge con el de subida, que nos lleva ya al punto de partida.












            Un punto de partida que encontramos infinitamente más concurrido y al que llegamos tras 8h 30’, habiendo recorrido 18,9 km, y salvado un desnivel acumulado total en torno a los 1450 metros D+/-, haciendo lo que nos gusta, que es subir montañas, y la de hoy un tanto especial, en una jornada en la que las tormentas se han quedado en amenazas.


Las fotos y el track


2 comentarios:

  1. Hola Chema.

    Toda esta zona del ibón de Catieras - la Peña d'as Cuellas, son poco frecuentadas, lo que las convierte en una zona perfecta, para los que nos gusta salirnos de lo "habitual". Los hitos, como bien indicas, son un refuerzo moral, cada vez que se localiza alguno.

    Bonita actividad. Salud y montaña.

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