martes, 25 de diciembre de 2018

Punta Espata, sobre la ralla

IXOS MONS
Punta Espata (2193 m)
Lunes, 24 de diciembre de 2018



            "No es más quién más alto llega, sino aquel que influido por la belleza que le envuelve, más intensamente siente."

            Esta frase, que le quita importancia a eso de subir alto, la dijo Maurice Herzog con la autoridad de ser el primer ser humano que se alzó sobre la primera cumbre hollada de ocho mil metros, el Annapurna, en 1950. En esa mitad del siglo pasado, con este logro se comenzaron a cobrar los frutos de tantos esfuerzos anteriores, marcando un hito en la batalla por la conquista de las montañas más altas de la Tierra. Y nos habla no de la cantidad, sino de la calidad. Hoy nos hemos llegado a la Punta Espata, y como otras veces que lo hemos hecho, ha sido disfrutando de cada paso que dábamos, dejándonos envolver por el bosque, oyendo el martilleo del pica pinos, cruzando el barranco varias veces y acompañándolo en algún tramo. Sintiendo crujir nuestros pasos por encima de los corros de nieve helada, observando el vuelo del buitre buscando esas térmicas que no llegan, sintiendo el aire puro tras el solsticio de invierno, una estación que anda despistada sin saber llegar. Allá donde esté tampoco hará papel.

Collarada, Collaradeta y asomando, los Somola

Lecherines, Tortiellas y Peña Blanca
            Pues sí, hoy hemos estado a un cuarto de un ocho mil. Hoy hemos estado en un dos mil. Hoy hemos estado en la Punta Espata, una cumbre humilde, una cumbre que por un lado parece eso, una punta, pero que en realidad es una rallera entre la majestuosidad de Collarada y sus adláteres y los montes que dan soporte a la Selva de Villanúa, y que ofrece unas vistas espectaculares sobre el entorno, porque la belleza que ve no se la queda para sí, sino que la comparte con quien deja llegar a su altura. Hoy nos hemos propuesto eso, llegar a su altura… y nos ha dejado.

Ameciendo, como el día

Refugio de la fuente del Paco
            Ocho y veinte de una mañana que tiene que contarle a las que le siguen que espabilen, porque cada día tienen que llegar antes. Arranque del camino de la fuente del Paco en Villanúa, por el que nos metemos con el amigo Miguel, tratando de importunar lo menos posible a todo bicho viviente que habita por las cercanías. Como en media hora el sendero se convierte en camino y nos lleva a la fuente del Paco, con su refugio, hasta donde llega una pista, que la seguimos hasta el puente que cruza el barranco de Bozuelo, y que la dejamos que vuelva hacia Villanúa.

Corros de tierra que el bosque va fagocitando

El sendero toca la pista para entrar en el cubilar
            Seguimos por el camino que pronto lo cruza y sigue por el bosque cogiendo altura despiadadamente, hasta que en hora y media del arranque nos presentamos en la pista, junto al refugio del cubilar de la Espata, donde echamos un breve bocado. La montaña está a falta de algo, las elevadas temperaturas de estos días han impedido que haya podido retener toda la nieve caída hace unas semanas, y lo acusa, se muestra como la madre cuando le arrebatan a un niño de sus brazos sin la menor confianza de que lo vaya a volver a ver. Pero tú, tierra, aguanta, que lo volverás a ver, lo volverás a arrullar entre tus brazos y verás cómo en un flujo inverso hará feliz a tus entrañas.

Punta Espata y su rallera

Llegando al collado
            Con estos y otros pensamientos continuamos nuestra ascensión con el objetivo ya a la vista. Un objetivo que ha cambiado de aspecto, pasando de lo puntiagudo que se muestra desde el fondo del valle, a una sorprendente rallera que da mucho juego. Dejando atrás el cubilar con su abrevadero entramos en terreno de tasca, y apurando un poco más este barranco de Bozuelo que va en busca del collado de Marañán que mira a otras alturas, nosotros nos desviamos a la derecha tratando de que la trayectoria de nuestros pasos coincida con la traza del camino, que va subiendo en fuerte pendiente hasta el collado que une nuestro objetivo con los Bacunes.

Ya hay quien ha llegado

Punta Retona, extremo occidental de la sierra de la Partacua
            Y a él llegamos, abriéndose la vista a la cuenca del Aurín, que alegre baja de Bucuesa para regar todo el valle de Acumuer. La Peña Retona se apresura a darnos la bienvenida, pero todavía nos queda superar la cuesta para entronarnos en nuestro objetivo de hoy, esa ralla, esa rallera, con crisis de identidad en los mapas, pero que para nosotros siempre es y será la Punta Espata, a la que llegamos en menos de tres horas desde el arranque, y desde donde disfrutamos de unas vistas excelentes, especialmente hacia esas moles vecinas que aúpan la comarca hasta su techo.


Una mirada hacia el norte
            El silencio es atronador. La luz nos acerca el abrupto paisaje a nuestra mirada, haciéndonos partícipes de él. De nuevo, por unos momentos, las montañas nos ceden su trono y hacen que nos sintamos los reyes de su imperio, pero no podemos caer en eso, sabemos que las verdaderas reinas son ellas, sabemos que las verdaderas protagonistas del espacio son ellas, sabemos que si nos acercamos a ellas con humildad y con respeto seremos depositarios de sus sentimientos, que nos inundan, que nos emocionan, y que nos transportan a las palabras de Herzog con las que encabezábamos este nuevo relato, que lo importante no es llegar lejos, ni llegar alto, lo verdaderamente importante es vivir con intensidad, y es lo que encontramos en las montañas.

Barranco de la Ralla. Al fondo, Canciás, Guara...

            Aquí, sobre ellas, el tiempo pasa lentamente, pero el reloj deprisa. Nada impide acariciar visualmente los 360 grados en derredor para transmitir a cada uno de ellos nuestro reconocimiento, nuestro agradecimiento, y nuestras inmensas ganas de volver.

Nieblas de fondo de valles

            Volver. Sí, eso nos queda, volver, bajar de esta ilusión hecha realidad. Y lo hacemos desandando lo andado hasta el refugio del cubilar, para continuar más relajados por la pista, como una hora, hasta dar con el camino viejo de Collarada, ese que unía, y une la Trapa con Villanúa, a donde llegamos al cabo de media hora, tras haber recorrido más de 17 km, en 5h 40’ de tiempo total, del que 4h 30’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado de en torno a 1350 metros que, bueno, no está mal.


Las fotos y el track

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