lunes, 21 de julio de 2014

Ribagorza sin fronteras

AQUERAS MONTAÑAS
TRAVESÍAS VARIAS JORNADAS
Ruta 3 Valles
Lunes 7 a viernes 11 de julio de 2014



            Cuando se apagan las luces de los sueños y se encienden las del camino sólo nos queda recorrerlo. Así podríamos comenzar esta nueva historia. Una historia compartida por una zona histórica de nuestro Pirineo. Una historia compartida por una Ribagorza sin fronteras. Una historia compartida por tres de sus numerosos valles. Una historia, compartida, en definitiva, entre un numeroso grupo de jóvenes viejos, o de viejos jóvenes, como prefiráis, pero con un corazón que se acompasa para latir unido en torno a esta pasión de andar, de ver, de conocer, de reír y de disfrutar de este gusto por las montañas, por estos viejos condados, a través de una ruta organizada por la agencia Free Flocks, de Pont de Suert, ese fluir libre que nos ha permitido unir, en sentido ciclónico, los valles de Bohí, Barrabés y Castanesa. Vamos.





            Primera jornada. El Pont de Suert – Erill la Vall. Con la tradicional burla al colesterol en forma de blanco por fuera y amarillo por dentro, como dice la adivinanza, 18 de los 23 iniciales, pero todos en el corazón, partimos del hotel Cotorí de El Pont de Suert, con la promesa de volver al cabo de cinco días, y de hacerlo, además, con el mismo entusiasmo y con la misma alegría que ahora, pero también con más conocimiento del medio y de las personas con las que vamos a compartir caminar y camino. Esta primera etapa discurre abrazados al Camí de l’Aigua, uno más de los Caminos Naturales que tenemos a nuestra disposición en todo el territorio nacional, y que señalizada con vistosa cartelería metálica de color granate hace fácil su seguimiento.

Grandes seres
            Partimos pues, tras la foto de familia, de uno de los puentes que une ambas orillas de esta Noguera Ribagorzana, que pronto abandonamos para seguir por uno de sus vástagos, dicen que el principal, por la Noguera de Tor. Una vez fuera del casco urbano, travesía de la carretera incluida, nuestros pasos se encaminan ya por agradable sendero, en dirección a Caldes de Bohí, y en una hora pasamos por uno de los puntos, sin duda, con historia. Se trata de la Ermita del Remei, un conjunto de pequeña capilla, casona en ruinas y románico puente, el del Castillo de Tor, buen escenario para una foto de grupo. Un par de horas más de robledal y de lluvia nos sacan del bosque a la carretera de Irán, donde aprovechamos para echar un bocado y airear nuestras prendas. Seguimos dirección descendente, y al poco de nuevo al sendero, que en otra hora y media nos lleva hasta el Salencar de Barruera, un pequeño oasis junto a ese ensanche artificial del río que ha ido alojando los sedimentos de su vida a raíz de la construcción de la presa de Cardet, y que es un comportamiento ejemplar de la naturaleza para adaptarse a las agresiones del homo sapiens (¿??). Bocao y trago… y que la bota no pare…

Viejos condados en el más viejo
aún reino del granito
            Un largo paseo domesticado a la ribera del río nos lleva hasta Barruera, donde un curioso monumento a base de una gran roca madre de granito, de la que maman diez chicorronas, nos recuerda que estamos no sólo en la Vall de Boí, sino también en su municipio, a uno de cuyos núcleos hemos llegado, y al que nos acercamos para ver, aunque sólo por fuera, su iglesia románica de San Feliu (S XI y XII). Una hora más de incómodo pisar por los bolos de la orilla del río, y tras ser engullidos por un tubo intestino metálico bajo la carretera, y cuyos peristálticos movimientos corren por nuestra cuenta, nos acerca ya a destino.

Santa Eulalia, en Erill la Vall
            Llegamos a Erill la Vall, y no  nos es difícil acercarnos, es más, nos lo pide el cuerpo, a su iglesia de Santa Eulalia, bello ejemplo del románico de estos valles, con su esbelta torre de 6 pisos, que visitamos uno por uno, y donde tenemos ocasión de ver el entorno a través de sus ajimezadas ventanas. En el portal de entrada a la iglesia, reposan apoyadas en la pared como una cincuentena de grandes antorchas cuidadosamente arregladas, y que entre esta jornada y la siguiente terminaríamos comprendiendo su significado y utilidad. El interior del templo es pequeño, pero repleto de antiguos objetos robados a la historia, con unos paneles informativos, a los que no se les hace mucho caso, pues los cicerones Maribel y Luis se encargan de ponernos al corriente. Estamos hablando de un monumento histórico-artístico desde 1962, y que ha ido reencontrándose con su cronología constructiva gracias a unas excavaciones arqueológicas en su subsuelo y alrededores, que le han afianzado su identidad.

            Casa Pernallé, a la que llegamos guiados por una mocica homónima de la santa del lugar. Buena cena. Buena compañía. Buena armonía. Primera etapa: El Pont de Suert – Erill la Vall. Distancia: 19,7 Km. Tiempo total: 7h. En movimiento: 4h 55’. Desnivel positivo acumulado: 1.293 m. Negativo: 883 m. (según mi GPS. Y 849 y 436 según la agencia).





Largas sombras a primera hora
            Segunda jornada: Erill la Vall – Aneto. La mañana está serena. Las lluvias quedaron atrás. Salimos para enfrentarnos al barranco del Basco, previo al Port de la Gelada, cumbre de hoy. Nos adentramos en el barranco por su margen izquierda, que pronto abandonamos en busca de un tortuoso sendero que con esfuerzo nos va subiendo, ofreciéndonos como recompensa unas buenas vistas sobre valle de Bohí. El bosque nos da un respiro, que aprovechamos para echar breve bocao y trago, que nos sirven para acometer el último tramo, unas poco definidas lazadas por entre la tasca, y que en casi dos horas desde el arranque nos dejan en el collado, a casi dos mil metros, desde el que damos vista ya al siguiente hito, y punto más alto de la jornada de hoy. También lo hacemos a las altas cumbres del Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de St. Maurici.

Subida hacia el collado del Basco
            Por delante, el rodeo de un circo en el que se van intercalando sucesivos barrancos que todavía albergan restos de neveros de un invierno atropellado por una breve primavera y un perezoso verano. Aguas, todas ellas, que confluyen en Berruera. En una hora alcanzamos el Port de la Gelada, que desde sus 2.070 metros es una excelente atalaya sobre el valle de Barrabés, al que desde aquí se puede decir que comenzamos su visita. El fuerte, y nada de este tiempo, viento empuja al grueso del pelotón a ir perdiendo altura en pos de uno de los refugios, quizá la Artica Longa, para darle gusto al gastro. Mientras tanto, unos cuantos nos acercamos, dirección sur, a uno de los picachos que flanquean el collado, el que en principio pensamos que es Les Pales del Port, pero que igual no lo es, siendo un apéndice hacia el SE, que aparece en los mapas como l’Estalliró, a unos 2.250 metros. Y por eso de que detrás de un monte siempre hay otro monte, aún nos acercamos hasta el siguiente, hasta los 2.400 del Cap de la Gelada.

En el Cap de la Gelada
            En el descenso tratamos de recuperar el tiempo invertido. De nuevo al collado, para seguir dirección a la cabaña donde nos espera el resto del personal, bien comiditos y reposaditos. Ahora nos toca a nosotros, pero más breve. Todos juntos ya, nos incorporamos a la llamada Ruta de la Fauna, un atractivo turístico de Senet, a donde llegamos y damos buena cuenta del espacio expositivo e informativo de La Serradora, un centro que nos acerca a los usos y costumbres de las gentes de estos valles, de cómo el hombre se ha aprovechado del medio para su subsistencia, y no para su depredación y especulación como hacemos ahora, una vez que nos hemos cargado esa otra forma de vida. Un vídeo sobre la formación y los aspectos más importantes de esta cordillera que tanto amamos, nos recoge en una pequeña aula, donde la ama del lugar nos pseudo secuestra para pasarnos un documental sobre las fallas, esa fiesta típica de los
Barrabés, valle compartido
pueblos del valle, que nos traslada inmediatamente a las antorchas que vimos en el atrio de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall. Son tradiciones que en los últimos años se han preocupado de recuperar y de incorporar a las ofertas turísticas, poniéndose de acuerdo los distintos núcleos para no celebrarlas el mismo fin de semana, de modo que se puedan recorrer las de varias localidades. Es la fiesta del mallo, la del fuego, la de la purificación… en fin, la de tantas y tantas tradiciones, con tantas y tan diversas formas, pero con el mismo contenido, con el mismo sentido, que no es otro que el de recordar que formamos parte de la tierra y de sus latidos.

Antigua parroquial de San Clemente,
en Aneto
            Cuarenta minutos desde Artica Longa, y cuarenta más en este centro. Cruzamos el río y la raya virtual administrativa. Unos pocos cientos de metros de carretera local nos suben a Aneto, y no podemos por menos que acercarnos hasta una ermita que hay a la entrada, y que alberga el viejo cementerio, que reza a San Clemente y que fue parroquial. Nuestros huesos llegan ya al alojamiento de hoy… y el de mañana. Casa Moliné, donde nos enteramos de que mañana hay una coincidencia onomástica. Buenas noches. Segunda etapa: Erill la Vall - Aneto. Distancia: 13 Km., (con los dos picos, 16,4 Km). Tiempo total: 8h 45'. En movimiento: 5h. Desnivel positivo acumulado: 1.468 m. Negativo: 1.358 m. (según mi GPS. Y 1.012 y 910 según la agencia).






En un ambiente desapacible y frío
salimos del embalse de Llauset
            Tercera jornada: Embalse de Llauset – Embalse de la Baserca. Etapa fuera de programa, y que sirve para adentrarnos en la tiranía mineral, granítica, exigente y bella de la alta montaña pirenaica. Con salida y llegada igualmente en Casa Moliné de Aneto, los rodantes nos echan una mano para comenzar y terminar la jornada, que empieza acercándonos hasta el embalse de Llauset por esa serpenteante carretera construida para tal fin, y que nos cuesta recorrer casi media hora. Y terminan, llevándonos desde el término del barranco de Salenques, en el embalse de la Baserca, de nuevo hasta Aneto.

La entrada al barranco nos coge en frío
            La de ayer fue una jornada de regalo en lo meteorológico. La borrasca nos hizo un guiño, y lo disfrutamos. Hoy es distinto, hoy vuelve a enseñar sus fauces, hoy vuelve a agarrarse la raca a las altas cumbres, y hasta aquí llegan sus bramidos en forma de frío, viento y alguna goteta suelta. Pero no nos va a parar. Foto de salida, cánticos, y a las furgos, que hay un largo y espectacular camino por delante. La llegada al embalse no es de lo más amable que se pueda esperar, más viento, y más frío nos reciben con ganas de no hacernos agradable el arranque, pero lo suplimos con ganas, con coraje, con pitera. Vamóóóóóós!!! El arranque es bajo roca,
Y qué contentas se ponen al llegar al sol
por un túnel que acrecienta más si cabe esa sensación de frío que está instalada en estos montes, y que sólo una esperanzada salida al sol puede aliviarnos. Es lo que hacemos. Por el GR 11, o mejor dicho, por una de las dos variantes que hay desde el ibón de Cap de Llauset, subimos hasta el collado de Angliós, donde ya podemos ir disfrutando del cálido sol y de las vistas que al grupo de ibones nos ofrece.

Embalse de Llauset
            Menos de una hora para alcanzar el collado, desde el que se divisa la vertiente que dejamos atrás, que reposa con el embalse de Llauset a los pies, y el collado de Vallibierna en uno de sus lejanos altos. Por delante, una extraordinaria cubeta que alberga un rosario de pequeños y grandes ibones, llamados de Angliós, a los que tras las fotos de rigor, y ya al sol que más calienta, vamos bajando lentamente, como si nos hiciera duelo perder altura. Una vez abajo, repaso de mapas y viandas, para ir recorriendo el fondo de este inmenso plató de ibón en ibón, hasta el último, a cuyas orillas dan reposo algunos cuerpos, mientras otros lo buscamos en el afán de subir y subir. De subir y subir. Hasta el Serradet de Angliós nos apretamos, para dar buena cuenta de sus alrededores, entre lo que destaca otro ibón, el de Fe, según los mapas.

La furia de los vientos, sobre Angliós (foto de Fdo. Cebrián)
            Vuelta a bajar y a dar alcance al grupo, ya bien entrado en el barranco de Salenques, que te engulle súbitamente entre pronunciadas pendientes y exuberante vegetación. Sin apercibirnos de ello, nos saltamos la entrada a la cascada del Pi, y seguimos bajando sin remisión, hasta encontrar un lugar algo menos incómodo y pararnos a echar un bocao. Seguimos, hasta que a los veinte minutos nos topamos con el punto de regreso de una pequeña ruta que, saliendo del final del barranco, une los dos márgenes a través de un puente que aprovechamos para hacer fotos y más fotos.

Un respiro en el camino
            Lo salvaje del descenso parece que se suaviza, y ya abrazados al cauce, como decenas de troncos detenidos, vamos perdiendo altura a su ritmo. Una hora larga media para llegar al final de este viaje de agua, donde las que trae este barranco se amansan y se funden con las de la Noguera Ribagorzana en el embalse de la Baserca, allí donde continúa la cuatribarrada del GR 11, pero con otro nombre. Aquí finaliza el tramo aragonés de la Senda Pirenaica, que dejó de ser navarro en Zuriza, a doce jornadas al oeste. Aquí, a pie de pantano, nos recoge Mario y sus hijas, los posaderos, que en varios viajes nos acercan hasta su casa, donde daremos cumplido reposo tras la preciosa jornada de hoy, la más alta, la más alpina, la más bella.

Noche de celebraciones
            Y aquí podía terminar el relato de hoy, pero hay que dejarle hueco para contar lo bien que lo pasamos en la fiesta de cumpleaños que entre todos hemos preparado. Salimos esta mañana, y hemos vuelto con un año más, y el casero también. De modo que corre el cava y los tropiezos de una riquísima tarta de manzana con la que nos sorprende Pilar, la ama de la casa, de una casa en la que, y de la que, vivieron sus antepasados durante varias generaciones.

            Cava, jotas, tarta de manzana, jotas, más cava, más jotas… y sobre todo risas y más risas, en un ambiente de fiesta en el que hacemos partícipes a Pilar Amat, a su hija, también Pilar, y cómo no, a Mario, el otro homenajeado. También a otros tres alojados en el establecimiento. Ahora sí. A dormir. Tercera etapa: Embalse de Llauset – Embalse de la Baserca. Distancia: 9,3 Km. Tiempo total: 6h 45'. En movimiento: 3h 25'. Desnivel positivo acumulado: 460 m. Negativo: 1.230 m.





Espléndido valle de Barrabés
            Cuarta jornada (tercera de la ruta original). Aneto – Castanesa. Una nueva mañana por delante, y que comienza como todas, cabalgando a los sones de la Albada, ese canto mañanero labordetino que “anima a las gentes a comenzar la jornada”, como dice su letra. Subimos a la parte alta del pueblo para salir a la estrecha carretera del embalse, que vamos burlando a tramos, hasta darle esquinazo al monte y encararnos ya hacia el interior del barranco de Llauset. Última mirada al pueblo. Última mirada a Barrabés. Última mirada a una Noguera Ribagorzana con dislexia lingüística, y que hace bueno lo de que nunca una raya en el mapa consiguió no entenderse a sus gentes.

Por el camino verde...
            Ahora toca bajar. Ir bajando poco a poco hasta el fondo de este valle que, como los anteriores, rezuma agua por todos sus poros. Un agradable sendero nos deposita con cuidado en la carretera, que pronto abandonamos, al igual que el GR 11, para seguir por el GR 18 dirección Castanesa, no sin antes pasar por las bordas de Nestui y Moliné. Hace tiempo que venimos ya viendo de reojo el collado de Salinas, nuestro punto más alto de hoy, al que nos vamos dirigiendo. En una evidente pista que sale a la derecha, y cortada por barrera, nos desviamos y detenemos para darnos un respiro antes de acometer ya la subida al collado. Hacemos otro alto en un refugio de pastores, el de Salinas, como el entorno, donde nos cruzamos con Fernando, un viejo amigo que viene repasando el terreno tras haberse celebrado una prueba deportiva por estos caminos.

En un promontorio del collado de Salinas
            Sin perder de vista el objetivo, nos dejamos engullir por el barranco de la Font del Bisbe, que al empinarse demasiado tratamos de eludir. Intenciones que nos despistan y alejan, pero que consiguen que subamos más descansados. Finalmente llegamos al collado de Salinas, que desde sus 2.180 metros nos ofrece ya unas excelentes vistas sobre la cabecera del valle de Castanesa, esa puerta de atrás de Cerler que en alguna pesadilla se nos ha mostrado atacado, invadido, agredido, desprovisto de identidad, en un alarde monopolístico de explotación insostenible y cortoplacista. Pero dejemos las pesadillas y volvamos a nuestros sueños. Sueños de montañas libres, como éstas, aunque la amenaza sigue en el aire.

Verde, que te quiero verde...
y blanco inmaculado
            Estirada al punto más alto del collado y al abrigo del aire para descansar y echar un arranque, más de cuatro horas de ascenso lo merecen. El patio es inmenso, la vista no da alcance a las ansias de devorarlo. Bocao, trago y paisaje, un embudo de sensaciones que alimentan cuerpo y alma. Emprendemos la bajada, y las marcas rojiblancas nos van metiendo a un barranco que vamos dibujando con él su tortuosa trayectoria. Los materiales blandos ceden siempre ante los duros. También las personas. Barranco de Pletillet, que al cabo de una hora acompañando a sus aguas, nos detenemos para echar otro bocao y reposo. Los pies agradecen el remojo.

El agua nos da un respiro.
            Cascadas que desaguan de los altos de las montañas refrescan la visual. Una hora más nos queda para llegar al fondo del valle, donde en un costado de la pista sale el camino para la variante de Denuy (GR 18.1), que ya teníamos decidido no hacer, de modo que seguimos ya por pista hasta Fonchanina, que alcanzamos en tres cuartos de hora más. Aldea que vive del pasado. Iglesia de San Antonio y seguimos, ya por carretera, otra media hora, que se hace eterna, hasta Castanesa Bajo, nuestro alojamiento de hoy. Ca de Graus lo tiene como misión, en donde nos
Un peirón en el camino
acomodamos para a la tarde a visitar el barrio alto, la Vila de Dalt, como la llaman, y recorrer sus rincones, sus calles, sus casas, alguna de ellas de gran porte y hacienda. Iglesia de San 
Martín, con su cementerio. Iglesia de la Virgen de la Nova, con su accesible campanario separado de la nave principal, que nos es mostrada amablemente por uno de los paisanos que mata la tarde a la sombra. Vuelta al alojo, para ponernos a la orden de Alejandra, una rumana con lo suyo bien puesto, y que nos lleva a raya. Más risas, claro. Cuarta etapa: Aneto - Castanesa. Distancia: 21,9 Km. Tiempo total: 8h 50'. En movimiento: 5h 45'. Desnivel positivo acumulado: 1.306 m. Negativo: 1.216 m. (Según mi GPS. Y 1.106 y 1.010 según la agencia).





El bosque nos da un respiro
            Quinta jornada (cuarta y última de la ruta original): Castanesa – El Pont de Suert. El sol se despereza iluminándole el flequillo al Turbón. Es hora de mover. Es el último día, y no será el mejor… eso de perder altura es lo que tiene. Y para ir acostumbrándonos, tenemos por delante un rosario de poblaciones, Ardanuy, Benifons, Noales, Bibiles, Bonansa y Cirés. Ahí estamos. Pueblos que vamos a ir recorriendo hasta acercarnos a El Pont de Suert, nuestro lugar de destino de hoy y definitivo. Foto de familia en el gran perolo de Ca de Graus, y comenzamos la marcheta por caminos de todo tipo, descarnados, emboscados, bonitos rincones, otros no tanto… hasta cachos de carretera… pues eso, no tanto. Los primeros compases están aromatizados por un intenso olor a jara, que hace las delicias de nuestro olfato. Conforme van cayendo pueblos a nuestras espaldas, también lo hace el sol, un impenitente sol que nos recuerda que estamos en verano, que estos días atrás se nos había olvidado.

El bosque, siempre el bosque
            Al llegar a Noales salimos a la carretera, que en unas decenas de metros recorremos en dirección a Castejón de Sos, para tras cruzar un puente sobre el río Baliera, volvernos a meter de nuevo en sendero, que al poco nos lleva a la base de un gran promontorio de rocas rojas que se agarran como lapas a nuestros pies. Y qué mal nos cae a todos… Eso sí, al terminar, encontramos un corro de sombra y llano, donde damos buena cuenta de bocao y trago. Qué delicia, xD.

Santos que ya no amparan
            La idea es parar a comer en Bonansa, y es lo que hacemos, no sin antes detenernos a visitar la ermita de San Roque. Estamos ya en tierras bajas, y eso se nota, el calor comienza a ser insoportable. Sólo nos queda Cirés, que no nos recibe con amabilidad, los trajines de unas obras son los culpables. Un breve tramo de carretera y de nuevo al sendero, que al volver a salir a un codo de la misma enfilamos visualmente nuestra meta de hoy… y definitiva, El Pont de Suert, al que vamos llegando poco a poco para agruparnos y hacer una entrada triunfal todos juntos.

Entrando en El Pont de Suert
            Foto de familia, visita a la agencia, y al hotel, donde Maite y José Luis nos dan una sorpresa con su presencia. Se adhieren a la cena, al alojamiento y al desayuno. Última cena, último alojamiento y último desayuno. Gran velada final, donde no falta el cava, las risas y los parabienes, ni los diplomas, ni las jotas, ni otros rancios ya, pero queridos cantos de juventud. Los últimos también… de momento. Quinta etapa: Castanesa – El Pont de Suert. Distancia: 20,4 Km. Tiempo transcurrido: 8h 30'. En movimiento: 5h 25'. Desnivel positivo acumulado: 824 m. Negativo: 1.447 m. (Según mi GPS. 657 y 1.269 según la agencia).




            Cinco días, cinco. En los que hemos pateado tres grandes valles, el de Bohí, en la Ribagorza catalana; el de Barrabés, compartido con la aragonesa; y el de Castanesa, en Aragón. Participando todos de un mismo conjunto paisajístico, y que ha hecho las delicias del caminante. Y por si fuera poco, lo hemos enriquecido con una etapa central, en la que nos hemos adentrado en la alta montaña granítica y lacustre, salvaje, exigente y bella. Cinco días, sí. Cinco días en los que hemos compartido caminar y camino, pateando bosques y pastos, prados y aldeas de montaña que aún conservan ese ambiente de antaño cuando el hombre estaba más apegado a la tierra, más integrado en el paisaje. Cinco días, decimos, en los que en total hemos recorrido casi 88 km, en cerca de 40 horas de tiempo total, de las que 24 y media han sido en movimiento, para salvar 5.350 metros de desnivel positivo acumulado, y 6.135 negativo. Un verdadero placer. 

            Y con esta foto de cima, terminamos agradeciendo a todos su trabajo e implicación para que esta ruta haya salido como ha salido. Como siempre, gracias a todos y a todo. Y......... yavalepués.




El reportaje completo de fotos, en:

Las fotos de Fernando Cebrián, en:

Y las de Caco, en:

La página oficial de la ruta:

Los tracks, en:

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