domingo, 6 de julio de 2014

El Cristales, en la frontera

AQUERAS MONTAÑAS
El Cristales (2.890 m)
Sábado, 5 de julio de 2014



            “… como parra fecunda…”, que decía el Sabio. Y para eso están los sabios, para aprender de ellos, y lo que nos enseñan hoy es la tenacidad. Sí, la tenacidad. Virtud del ámbito de la voluntad, de la acción, que nace del buen maridaje entre el mejor pensamiento y el mejor sentimiento, entre una buena idea y un buen deseo. Y es eso lo que hace que las personas no dejen las cosas a medias, es eso lo que hace que las personas perseveren hasta alcanzar lo que se proponen, es eso lo que hace que las personas no cejen en el empeño, es eso, en definitiva, lo que hace poder cerrar los proyectos con fuerzas renovadas para comenzar otros.

La generosidad sin límites
            Y esa es la atmósfera que envuelve a una persona en este “proyecto” de hoy, y que es capaz de arrastrarnos hacia él, y de contagiarnos por él. Y ya nos alegramos de haberlo culminado con éxito… porque… está muchismo lejos, que diría un castizo. Muchismo.

             La montaña es así. Es como todo, pero distinta a todo. Es un buen terreno de juego en el que se propician estas cosas. Personas con las que es la primera vez que te cruzas en esta vida, pero si lo haces en la montaña, todo es distinto. Promovido por uno de ellos, Larru, con Jose, Josemari y Miguel, hoy hemos sido cinco los que nos hemos juntado para ayudarle a dar capetazo a este monte, porque un montañero que intenta sin éxito una ascensión, jamás olvida que tiene esa deuda con la montaña, y tarde o temprano se las arregla para pagarla. Y hoy ha sido ese día.

El bosque encantado
            Gran madrugón para arrancar en la Sarra a las siete de la mañana. Una mañana que va a su aire, sin hacer mucho caso a lo que se esperaba de ella, claro que, una cosa son los pronósticos generales, y otra los locales…todo depende de a qué altura pongas el foco. Bueno, la cuestión es que pinta gris, el cielo está ocupado por unas borrascas inquietas, con unas nubes que no saben muy bien si van o vienen. Desde tierra se ve plano, pero las muy distintas alturas en las que se encuentran hacen que lleven sus luchas internas, unas luchas para las que no tenemos ninguna intención de esperar el resultado.

El recorrido discurre en buena parte
por el GR 11, en una de las etapas
más alpinas
            Nos ponemos en marcha, y lo hacemos abrazados al Aguas Limpias, que le aporta un enorme caudal al Gállego en estos días. Los neveros se desangran, y los barrancos bajan bien cumplidos. El tramo hasta alcanzar Respomuso salva como 700 metros de desnivel, y está cifrado en dos horas y media. Nosotros le acortamos un cuartillo. Cuando comienza a afear en la retina ese enorme muro de cemento que sujeta las aguas del embalse, sólo hay una compensación, y es la aparición por encima de él de los primeros picos del circo de Piedrafita, un circo que a pesar de lo domesticado de las aguas es salvaje, se muestra salvaje, siendo uno de los más bellos de los Pirineos, y no decimos el que más por si nos oyen los otros.

     

            Ermita de Nª Sª de las Nieves. Es su sitio. Nos acercamos hasta las proximidades del refugio, donde un cartel del Centro Aragonés de Investigación de Flora y Fauna (CAIFF), Los Silos, nos muestra la labor realizada desde hace décadas para el estudio de esta singular cuenca, con la colaboración de los guardas del refugio de la FAM. Bocado y trago.

Pequeño circo y valle colgado
de Llena Cantal
            Seguimos, dejando a nuestra izquierda una de las subidas al Balaitús, o Pico Moros, el tresmil más occidental de la cordillera. Pasamos por enfrente del valle glacial de Llena Cantal, en cuya cuenca vierten las faldas de Tebarray, Piedrafita y el propio pico homónimo, entre otros. En poco más de un cuarto de hora nos presentamos en Campoplano, con su sinsentido e inútil presa, cuya visual hay que ignorar si quieres seguir manteniéndote en el paisaje. Por encima del ibón, el sinfín de riachuelos que lo alimentan no nos lo ponen fácil para pasar hacia nuestro siguiente hito, que es culminar la cubeta y posicionarnos al pie de la subida al collado de la Piedra de San Martín, muga con el país vecino, aunque de eso no entiendan los montes.

Las Faixas se hacen presentes
            Primer nevero y vamos subiendo por el sendero, hasta que lo dejamos que vaya al collado y vamos acortando por la izquierda, siguiendo unos tímidos hitos que confirman la ruta del mapa. La cosa se empina, y no todos hacemos intención de llegar. En un abrigo, a unos 2.600 m, se queda Jose, que prefiere guardar fuerzas para el regreso. La cima se adivina entre las brumas, pero quedan aún casi 300 metros de desnivel, que nos disponemos a salvar los demás, desprovistos de las mochilas, y con algo más de ropa de abrigo, porque el viento es entre fuerte y muy fuerte.

Acariciando granito
            Media hora sorteando bolos de granito median hasta alcanzar una corta cresta que nos da vista a unos espectaculares circos con verticales laderas nevadas, y a lo que se adivina el gigante local, el Balaitús. Este buen día de mal tiempo nos da para estar veinte minutos en la cumbre de este pico, tratando de identificar los demás entre las nieblas, y que saca pecho desde este alejado rincón del circo de Piedrafita, ya que con sus 2.890 metros de altitud baila sus aguas a dos vertientes, la mediterránea y la atlántica, y eso es muy importante, y él lo sabe. Muga administrativa e hidrográfica.


Bajando a escoba
              Para el descenso aprovechamos que se ha reblandecido algo, no mucho, la nieve de los neveros para quitarnos los bolos de encima. Hay quien lo hace con espectacular maestría, el amigo Josemari nos da una clase magistral de descenso en escoba. Otros nos vemos obligados a hacer autodetención, porque la escoba está embrujada y adquiere vida propia. Nos reunimos con Jose, y sin más dilación continuamos la bajada hasta esa cubeta de Campoplano, que nos hace afilar nuestra pericia para cruzar los arroyos que serpentean por ella hasta alcanzar el ibón. Ibón no represado, aunque con presa. Inútil presa.



            Siete horas y media comiendo cuatro pingos hacen necesaria una parada para algo más serio.  La hacemos en un herbazal, en un recodo del camino, justo encima del refugio, como un elemento más del paisaje de este extraordinario circo de Piedrafita. Y ya sin dejarlo, hasta la Sarra, a donde llegamos justo diez horas después de haber salido, con casi siete y media en movimiento, tras haber recorrido casi 25 km, y salvado en torno a 2.300 metros de desnivel positivo acumulados, y otros tanto de bajada. Y todo ello en una mañana indecisa en lo meteorológico y que hemos estado ahí para echarle una mano, por eso se ha decantado a nuestro favor.




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