martes, 18 de septiembre de 2012

Paso del Sarrio (Estiviellas)

AQUERAS MONTAÑAS
Paso del Sarrio (2.150 m)
Sábado, 15 de septiembre de 2012



            Otra salida programada de Mayencos, tutelada por Aragón Aventura. Es Juan Bazán el que nos guía hoy por estos empinados senderos que, debido a la morfología de este valle, surcan siempre estas verticales vertientes de Canfranc Estación.

            Vuelve de nuevo el calor, vuelve de nuevo lo que se llama el buen tiempo, pero que dadas las circunstancias que rodean a esta pertinaz sequía, lo que realmente sería buen tiempo es todo lo contrario, es soportar la bendita lluvia durante varios días seguidos, por no decir durante varias semanas. Todavía tenemos esperanzas, y el terreno también las tiene.

Arranque de la jornada (F. Sin)
      Masiva participación en esta convocatoria, para una travesía algo sorprendente dadas las características de este valle. Hoy uniremos los dos núcleos poblados del municipio de Canfranc, partiendo del nuevo y terminando en el viejo, saliendo del que alberga esa estación, cuyo edificio central tiene la misma longitud que el Titánic, y llegando al milenario, al Campus Francus, dotado de diversos privilegios a lo largo de su dilatada historia.

Un primer incendio, en 1617, no fue suficiente para arrasar los restos del importante patrimonio histórico-arqueológico, que aún se conserva. Los restos del castillo, de origen medieval y ampliado en el S-XVI, anclados sobre una roca, junto a la actual carretera, en la parte N del pueblo. La fachada de la Torre de Aznar Palacín del S-XIV. La iglesia parroquial de la Asunción, con sus cuatro retablos barrocos. Y el conjunto monumental de la Trinidad fundado en el siglo XVI. Situado a 1.040 metros de altitud, en el seno de un profundo valle, las características de su terreno propiciaron que su mayor actividad fuera la del comercio con el país vecino. En la Edad Media era el lugar donde se pagaban los peajes de paso.

Estación Internacional de Canfranc
En los primeros años del S-XX, se comenzó la construcción de la Estación Internacional de Ferrocarril, en el llamado barrio de la Estación, perteneciente a la partida de los Arañones, cuyas instalaciones quedaron inauguradas el 18 de julio de 1928 por el rey de España, a la sazón Alfonso XIII. El 24 de abril de 1944, el pueblo viejo sufre otro devastador incendio. En palabras del ya desaparecido Toni, el último vaquero de Canfranc, salieron chispas de la chimenea de una casa, extendiéndose el fuego a todo el pueblo, no dejando ni una sola en pie, excepto la que generó la tragedia. A partir de entonces, gran parte de la población se instaló en el nuevo barrio, trasladándose incluso el Ayuntamiento y en consecuencia la capitalidad del municipio, pasándose a llamar desde entonces Canfranc-Estación. El antiguo pueblo estuvo a punto de quedarse totalmente abandonado. Fue en la década de los 80 del siglo pasado cuando comenzó a resurgir subiéndose al carro del turismo de montaña.

Estiviellas
Pero volvamos a nuestras montañas. La travesía, la vamos a hacer por el Paso del Sarrio, que bien podría llamarse del Buitre, por lo aéreo que es. Bien, después de organizarnos con los coches, nos dejamos engullir por el bosque justo en las piscinas de Canfranc Estación. Un bosque dormido, que apenas se da cuenta de nuestra presencia, y que espera que el sol lo caldee para desperezarse, para mostrarse al visitante tal y como es.

            Fuente del Burro, que a pesar de la sequía que estamos padeciendo, se sigue mostrando generosa. Por la falta de luz apenas los vemos, pero hay tres o cuatro salidas del camino que atravesando el barranco a distinta altura enlazan con el camino de la otra vertiente, el llamado de Secrás, antiguos viveros forestales. Todavía entre dos luces, pasamos por las ruinas de unos casetones que albergaban a los obreros que construyeron las defensas anti aludes en los tiempos de la construcción de la estación ferroviaria, los presos de un régimen que contribuyeron a esta obra, ejemplo de la ingeniería civil de hace un siglo.

            Salimos del bosque y podemos apreciar cómo el sol empieza a bañar, con sus oblicuos rayos, la Collarada y sus satélites. También Estiviellas, a cuyas paredes nos dirigimos pacienzudamente a través de lazadas y más lazadas. Se pasa por el pie de la Cola de Caballo, con ganas de agradar, con ganas de esparcirse por el enorme cortado que se despeña, con ganas de refrescar, y no sólo visualmente, tanto y tanto entorno reseco. Pero no puede. Ya piensa en ello. Pero no puede. Ganas no le faltan. Pero no puede.

El sol va entrando en los valles
            Una hora subiendo la empinada cuesta da de sí para ir ganando altura y poder ir contemplando ese fondo de valle, a cada paso más lejano, y a poder ir tratando de tú a esas cimas cercanas. Estamos en la llamada Olla de Estiviellas, desde donde se inicia el descenso por Secrás, y desde donde parte la senda, la zigzagueante senda, para subir al collado. Pero en esta ocasión no llegamos ni siquiera a este cruce de caminos, porque unas decenas de metros antes de llegar, está el desvío que sale a nuestra derecha, y que indica al collado de Estiviellas y al pico del Águila, y que de forma experimental tomamos en un intento de eludir esa amplia colección de desoladas zetas. Nuestro camino, pues, sigue por bosque.

            El serbal de los cazadores, o mejor dicho, su rojo fruto da colorido a esta mañana que parece terminar ya de desperezarse. Seguimos por este camino que se aleja del objetivo, pero que le da perspectiva. Así hasta que damos continuidad a una de las lazadas, sin tomarla, por donde nuestro guía Juan intuye un viejo camino que tras una larga travesía horizontal por entre los diques defensivos, no sin antes hacer unos incómodos pasos entre pinos tumbados por aludes, nos entrega en las últimas curvas, junto a unas modernas defensas metálicas, que han durado menos que las centenarias de piedra, antes de llegar al collado.

A nuestro paso por las defensas
Sistema de defensas de piedra, decimos, en este estrecho valle, que fueron construidas cuando se tuvo que rellenar el fondo del mismo para dar cabida a la estación internacional, aprovechando toda la enrona extraída del túnel ferroviario. Por aquí, tenemos los restos del muro de contención que esa avalancha de toneladas y toneladas de nieve, el 2 de febrero de 1986 se llevó por delante miles de árboles en su caída libre por este barranco, y que los gruesos muros de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar no fueron capaces de detener. Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, pero es una prueba más de que la naturaleza, de vez en cuando, reclama lo que le pertenece, y que el hombre ha tomado, en un intento más de domesticarla.

En el collado de la cabaña
            Diez y veinte de la mañana. Dos horas y media largas de ascensión. Estamos en un collado a 2.080 metros, a los pies del extremo sur del macizo calizo de Estiviellas, y donde hay un refugio que bien parece haber sido construido para albergar a los obreros de tan magna obra de ingeniería. La vista desde aquí es extraordinaria, sobre el alto valle del Aragón, la Canalroya, la de Izas, el dominio Ip. El Midi quiere hacer valer su protagonismo, pero hay otros, Anayet, Raca, Moleta, Tronqueras, Pala de Ip, de Alcañiz, punta Ezcarra, y la madre de todos, la Collarada. En dirección NE vemos también los Infiernos, con su característica marmolera. Y la luz. La luz, que pone todo ello en contacto con nuestras asombradas miradas de admiración. Sí, de admiración ante tanta belleza.

            No sólo alimentamos nuestro espíritu con la libertad, con la paz, con la armonía que nuestra vista capta, sino que lo hacemos también de forma menos mística. Hay que reponer fuerzas, aún queda lo suyo.

Canalroya y Midi
Aunque no todo son elementos naturales, también hay varias construcciones modernas, como grandes bombonas blancas, que bien pudieran tener que ver con el laboratorio de astrofísica que hay en las entrañas de estas tierras, uno de los pocos de Europa, emplazado bajo el monte Tobazo, a 850 metros de profundidad, y en donde se dedican a la investigación y a la búsqueda de materia oscura. También hay unos enormes cañones, que impiden que se acumule gran cantidad de nieve, y de ese modo disminuye el riesgo de avalanchas sobre la boca del túnel carretero. Estamos en la vertical, vertiginosa vertical, de la entrada española de ese túnel.

Chimenea para el paso del Sarrio
Ante nosotros, en dirección S, se adivina a lo lejos ese Paso del Sarrio, que es una hendidura que hace la Peña Blanca, y del que nos separa una expuesta travesía horizontal. Acometemos con sumo cuidado esta travesía, hay muchas piedras sueltas que deben permanecer donde están. Una chimenea, que el camino deja a nuestra izquierda, es la solución que da el terreno para ascender los pocos metros que nos quedan ya hasta el calcáreo collado, al que llegamos a las tres horas y media de haber comenzado a andar. Son las once y diez de la mañana, y estamos a unos 2.150 metros de altitud, casi mil metros más que en origen.

Gruta de Lecherines (F. Sin)
Un forato de medianas dimensiones llama nuestra atención. Son frecuentes en este tipo de roca. Una parte del grupo se dirige por la cresta a recorrer espacios fuera de ruta. El resto de personal comenzamos la bajada, que pasa por la entrada a un pequeño valle que alberga la Gruta Helada de Lecherines, donde nos reagrupamos de nuevo.

Un poco más de incómoda pedrera, y luego tasca, que nos conduce a un abrevadero donde paramos a echar el bocado central del día, y donde las risas se enredan con las gotas de agua que toman el aire para entre unos y otros refrescar el tórrido momento. Estamos en el dominio Lecherines, y pronto somos testigos del estado en el que ha quedado una de las cabañas de la majada baja, parcialmente pasto de las llamas hace unos días.

Con ganas ya de entrar en el bosque, en el reseco bosque, que nos deja en Gabardito, y de nuevo por bosque nos topamos con la fuente de los Abetazos. Aguanta, no te duermas, aguanta, le decimos. Cansada, ya da poco de sí. Al poco ya, el desvío para entrar en la senda que descendiendo por el barranco de los Meses, nos lleva a Canfranc, al filo de las tres de la tarde.

            Casi siete horas y media de duración. Unos 2.000 metros de desnivel acumulado. Y ganas, muchas ganas de armonizarnos con el entorno, han llenado esta mañana en estos parajes del alto valle del Aragón. Como siempre, gracias a todos y a todo.


El reportaje completo de fotos, en:

Y si queréis ver el álbum de Astrid, en:
https://picasaweb.google.com/109078681035512963538/PASODELSARRIO?authkey=Gv1sRgCO24mJ-IiqOB7gE&feat=email

Y si queréis ver el de Fernando Sín, en:

2 comentarios:

  1. muy buena crónica, la de cosas que se pueden hilar en nuestros valles, cómo los admiramos y disfrutamos , no se que son más liricos, si ellos, o nosotros al mirarlos.gracias Chema, no hay un bardo como tú.

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    1. Gracias, Cacatúa. Así es, para poder reconocer la belleza de nuestros valles algo de ella ya llevamos dentro. Están ahí, y disfrutan de nosotros tanto como nosotros de ellos. El Veni, Vidi, Vincit de Julio César debe ser nuestro lema cada vez que abordamos la montaña. Llegamos, vemos y vencemos. Vencemos con nuestras miradas, con nuestros reconocimientos, y con nuestros agradecimientos, por todo lo que nos aportan tanto a nivel físico como psíquico, tanto a nuestro cuerpo como a nuestra alma. Y el paisaje, el alma del paisaje lo percibe. Por cierto, para lo de bardo, me quedo con la primera acepción del Diccionario de la RAE, porque el segundo se las trae... Gracias de nuevo.

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