lunes, 9 de junio de 2025

Castillo d'Acher, por la Canal Oeste

 Año XIV. Entrega nº 944


AQUERAS MONTAÑAS
Punta de Oza (2193 m), Castillo d'Acher (2184 m) y Castillo d'Acher Sur (2347 m)
Jueves, 5 de junio de 2025

            "Mientras haya hombres que se hagan preguntas y montañas que parezcan inalcanzables, unos y otras estarán condenados a encontrarse". Sebastián Álvaro.



            Estaremos todos de acuerdo en que es la curiosidad la que mueve el mundo. La curiosidad por aprender, por descubrir, por investigar, por escudriñar los límites del ser humano y del planeta, en definitiva. Y el mundo de las montañas no ha sido ajeno a todo ello. A lo largo de la historia reciente ha habido grandes descubridores que han explorado este grandioso mundo, pagando algunos de ellos, incluso con su propia vida. Y en las últimas décadas los ha habido que nos las han acercado con su peculiar y apasionada forma de hacerlo, como es el caso del autor de la cita que traemos hoy de cabecera.



            Son gentes en cuyos espejos nos miramos para adaptar a nuestras posibilidades esa pasión por el descubrimiento de otras rutas, de otras formas de abordar una montaña, como ha sido el caso de hoy, y que ya teníamos en la recámara a la espera del mejor momento. Y como somos de las personas que creen que las cosas, igual que las personas, llegan cuando tienen que llegar, parece que ahora era el momento.



            En este mundo Acher, en el que nos movemos hoy, el que le pusiera el nombre de “castillo”, no fue nada original, pero, desde luego, acertó de pleno, porque se trata de un gran macizo calcáreo con aspecto inexpugnable. Hoy en día, con la gran cantidad de información que tenemos a nuestra disposición es muy fácil conocer, al menos de vista, una montaña sin haber estado en ella, algo que, como toda moneda, tiene dos caras. La parte buena es que te aporta un conocimiento que te ayuda a ir preparado para abordarla, pero la menos buena es que te priva del factor sorpresa.




            Y en alguna montaña, como ésta, es algo muy importante, porque por ninguno de los cuatro costados que la mires desde abajo, no te puedes imaginar lo que te vas a encontrar arriba. Tanto la fachada norte como la sur, forman en su interior un enorme valle colgado, de grandes dimensiones, que le aportan su singularidad e identidad propia. Lejos de otros casos en los que esa parte del paisaje está ocupada por suaves laderas de fina tasca, el puerto de montaña, que se llama, que hace la delicia del ganado, aquí está ocupado por cantos y por dolinas. 

      

            A pesar de haber subido esta montaña como media docena de veces, seguimos sorprendiéndonos con lo que nos encontramos arriba, primero per se, y segundo porque a la montaña le agrada sorprender, y hay que darle gusto. Se llevaba un tiempo acariciando la idea de hacerlo por la Canal Oeste, una de las muchas debilidades que tiene el impresionante murallón de la fachada suroccidental, y allá que vamos, con los JJJ, que vienen de Zaragoza a tal menester.



            A pesar de que las previsiones meteorológicas eran buenas, por la montaña son las boiras las que se pasean con total libertad, haciendo escala en lo alto de las montañas que osan estar más altas que ellas. La montaña manda, pero el tiempo, más. Con la esperanza de que se vayan disipando con el calor del día, nos ponemos en marcha desde Oza, con la desafiante estampa del Castillo d’Acher sobre nuestras cabezas.



            Damos comienzo a la ruta por la subida “normal”, cuyos primeros compases va revestida de blanco y rojo, los colores que distinguen las sendas de Gran Recorrido (GR), puesto que vamos discurriendo por el GR 11.1, una variante del principal, que descabalga de la alta montaña en Taxera (Zuriza), para volverse a unir en el comienzo de la Canal Roya, tras cuatro etapas.



            Dejamos atrás los artificios del centro de arborismo y continuamos inmersos en el frescor y la humedad que rezuma el hayedo tras los repetidos episodios de lluvia de los últimos meses. A los diez minutos dejamos el GR y continuamos por una senda, hasta que, en otros diez, cruzamos la pista. El bosque nos sigue envolviendo con su magia… y su pendiente. Con frecuencia te encuentras con pequeños barrancos que inundan el sendero, hasta que atravesamos otros de mayor porte, como el de la Espata.







            Una hora y cuarto vestidos de bosque hasta abandonar su magia y salir al praderío, con su tasca teñida de verde intenso, que es la forma que tiene de agradecer tantísimo aporte de lluvia de los últimos tiempos. Mientras andamos en esas y otras reflexiones, vamos viendo cómo los enormes paredones de la fachada suroccidental del majestuoso macizo del Castillo d’Acher se nos van echando encima, a la que humildemente nos vamos acercando.



            A poco más de media hora más, dejamos la ruta normal para tomar un desvío que nos va acercando más y más a esa base de la pared. Con fuerte pendiente, y sin sendero definido, los primeros compases discurren entre la vegetación, intercalándose, cada vez con mayor intensidad, el mundo mineral, hasta que le gana la partida, teniendo que transitar por algún paso con cierta exposición, y pocos hitos. Pequeñas dificultades que nos cogían ya con el casco puesto.








            Hora y cuarto desde el desvío para salvar los algo más de 200 metros de desnivel cuando, tras vacilar ante cuál sería la canal, porque son varias las debilidades que tiene la muralla, encontramos la buena, señalizada con una pequeña flecha blanca en su entrada. Se trata de una canal estrecha en su comienzo, con bastante inclinación y con muchas piedras sueltas que, al ir en grupo, obligaba a ir muy juntos, procurando progresar bien pegados a la roca, para tener en las manos la estabilidad que se nos negaba en los pies.





            Al margen de todo ello, la canal en sí misma no ofrece gran dificultad. Tras un tramo en vertical, se alcanza una pequeña plataforma a la izquierda, buen lugar para reagruparse. Por delante, una canal estrecha con una gran roca empotrada, que hay que pasar por debajo. En la comisura de esta pequeña estrechez, hay que auparse para asirse a una sirga y salir de su protección a otra plataforma, cómoda, pero con gran exposición.









            Vamos esperando para pasar todos y continuar con la ayuda de otra sirga para llegar a otro tramo, también protegido con sirga, que es más largo que los anteriores, pero cuyo anclaje central está suelto, lo que le aporta una mayor comba, dudando si pasar por debajo o por dentro de ella. Tampoco ofrece mayor problema al margen de tener que hacer las operaciones con la máxima concentración.



            Una vez fuera de estos tramos protegidos, nos espera otra pendiente canal, que nos saca ya a la desembocadura del valle colgado que forma este extraordinario sinclinal que es el Castillo d’Acher, visitado ya en varias ocasiones, pero nunca abordado por este costado. Tres cuartos de hora disfrutando los apenas 100 metros de desnivel de una canal tremendamente disfrutona. 





            El salir de ella, marca el fin de una etapa y el comienzo de otra, en la que los cielos, abiertos ya, suponen nuestro etéreo techo. Al cabo de dos horas y tres cuartos desde el arranque, nos recomponemos para el tránsito por la cresta norte del macizo, subiendo a la Punta de Oza que, con sus 2193 msnm, es la cota más occidental, desde la que podemos degustar ya la infinidad y la eternidad de los paisajes que se nos abren a la vista, especialmente todos los del espectro norte. El cielo sigue algo nublado, pero las boiras se han despejado, permaneciendo únicamente en las montañas más altas, lo que permite una buena identificación del entorno. Pasamos lista… y sí, están todos.





            Bajamos de esta primera cota para ir acometiendo las siguientes, algo que se convierte en un permanente subir y bajar, hasta que desistimos, tomando ya el camino directo a la punta más nororiental que, con sus 2384 msnm, es considerado el techo del macizo. Casi cinco horas hasta aquí. Felicitaciones y felicidad, mucha felicidad al haber conseguido la mitad del objetivo. Desde aquí, el punto más alto de este valle colgado, la vista se desliza a lo largo de todo él, hasta la desembocadura por la que hemos asomado las cabezas al salir de la canal hace una hora.




Lenito, Peña Forca, Alano, Estribiella, Tortiella, Sayestico, Chipeta Alto, Petraficha, Anzotiello, Mallo Gorreta, Gorreta de los Gabachos, Chinebral de Gamueta, Mallo de l'Acherito, Mesa de los Tres Reyes...

... a los de antes, añadimos el Anie, los Billares, el mallo Cristian, el Añarón, Guarrinza...

... Guarrinza, barranco de lo Barcal...

... Midi d'Ossau, Acué, Marcantón... 

... sierra Secús-la Portaza, Bisaurín, mundo Secús, la Costatiza...

... la Costatiza, Agüerris...

... valle colgado, Lenito, Peña Forca, Diente de Alano, Estribiella...

            Estamos sobre uno de las montañas más emblemáticas del Parque Natural de los Valles Occidentales, figura de protección que alberga 27 073 ha, más las 7335 ha de Zona Periférica de Protección, en esta comarca de La Jacetania, participando con terrenos de los términos municipales de Aísa, Ansó, Aragüés del Puerto, Borau y Valle de Hecho. Tiene su techo en el Bisaurín (2670 msnm), que cuando se asoma hacia el Cantábrico, no encuentra ninguna otra montaña más alta que él.



            A partir de aquí, ya tomamos la ruta normal para el descenso, con un par de excepciones, el asome a la chimenea de Ledormeur por donde ya subimos hace tres años, y por donde baja el track de Luis Mata, que nos ha guiado hasta aquí; y la otra, es un pequeño desvío para alcanzar la cima sur del Castillo d’Acher que, con sus 2347 msnm, es el punto más alto de esta fachada sur del macizo, y donde aprovechamos para echar un bocado, sin dejar de contemplar las vistas que nos ofrece, un panorama entre el que destaca, como decimos, el “jefe” de los Valles Occidentales, el Bisaurín.






            Con gran dolor de corazón, no hay más remedio que pensar en bajar. Una tímida despedida a esas montañas que tan bien nos han tratado siempre, y comenzamos el regreso por el sendero que discurre por la ladera sur de este singular valle inclinado, que nos lleva a una de las debilidades de la fachada sur, que hace de portal para el verdadero descenso, que se realiza en primer término por un escabroso sendero que, debido a su gran tránsito, se está convirtiendo en varios, algo que no nos gusta a los que somos amantes del orden… sí, también en la montaña.





            Finalmente, y aún a dos horas de terminar la ruta, nuestros pies descansan ya sobre el sendero entre la tasca, cuyo verdor invita a la vista para que se deslice por entre ella. Se cierra la circular, para continuar ya por el itinerario de subida, y entrar en el bosque, que sigue destilando su magia. A la llegada a la pista, se aprueba la propuesta de recorrerla para, a base de un pequeño rodeo, nos acercamos para visitar ese yacimiento arqueológico como es la Corona de los Muertos, en la que siguen en forma de crómlech esos testimonios milenarios, que esperan una mejor puesta en valor.









            Y poco más, retomar la pista a escasas decenas de metros para terminar la ruta en el punto de partida, tras haber recorrido una distancia de 13,5 km, a la que le hemos dedicado 8 horas y 20 minutos, con un desnivel acumulado de 1345 m D+/- (Wikiloc: 1225 m D+/-), lo que supone una pendiente media del 9,96%, habiendo alcanzado una altitud máxima en los 2384 m del Castillo d’Acher.



RECURSOS DIGITALES

Red Natural de Aragón 

El Pirineo de Luis 

Wikipedia 

Wikiloc   

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RAE  

Fundeu 

IGN  

Geamap 

Hijo de la Tierra  




Las fotos, con sus comentarios, y el track

 

Nota: La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.











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