Año XIII. Entrega nº 871
”Andamos metidos por un camino forestal un tanto mediocre, pero cuya belleza y grandiosidad lo hacen más que recomendable. Coronado el puerto, se ensancha de golpe el horizonte, y bajo nuestros pies, desde lo alto del monte casi cortado a pico, se nos ofrece el angosto valle de Tormón. La vista tiene un atractivo impresionante. El apretado pueblecito, se ciñe a las sinuosidades del terreno alrededor de un erguido peñascal, casi como una aguja encrespada sobre la que se afianzan los últimos restos de una torre fortificada, que se presentan como una fantasía agreste en la que se nos prueba que finura y arcaísmo no andan divorciados”.
José Albi.
Estas cosas del turismo, el de naturaleza, decimos, es lo que tienen, que no se encuentran representadas en los libros que van acumulando polvo y amarilleando sus hojas de casi ya medio siglo en nuestra biblioteca. El párrafo con el que abrimos esta nueva entrega del Hijo de la Tierra está extraído de uno de esos atractivos libros de la época, que editaba Everest en León con tapas duras, que no nos costaría más de unos pocos cientos de pesetas y que, ahora, por curiosidad buscamos y encontramos en el gigante del comercio mundial, una edición con tapas blandas, publicado en 1992, al “módico” precio de 166 €. “Cosas veredes”, amigo Sancho.
Hojeando el viejo libro en mis manos, rememoramos la aproximación que hacíamos días atrás hasta llegar a esta localidad de Tormón, encajada en el fondo de un barranco regado por el río Ebrón. Un trayecto, hoy en día asfaltado, que se hace largo, sólo compensado por esos extensos pinares donde la vista se mece a placer. Aunque para largo, largo, el trayecto desde Zaragoza, y más si venimos del norte, hasta los confines meridionales de Aragón. Siete horas de bus, para una ruta de cuatro, a priori no parece muy razonable, pero si quieres visitar lugares con tanta belleza, merece la pena el esfuerzo… y mucho.
De nuevo con los compañeros de Montañeros de Aragón para llevar a cabo esta actividad incluida en su programa de actividades, rico en variedad y cantidad, y que en este caso nos lleva a recorrer uno de los 10 senderos más bonitos de España, según una web especializada.
Seguimos por la VF-TE-13, una de esas carreteras locales que seguro que pasan el tiempo más al sol que a la sombre de los vehículos. Ahora somos nosotros los que le damos sombra, al menos como algo más de doscientos metros, hasta dar con el desvío que nos baja ya a abrazarnos, casi ansiosamente, al río. Y lo hacemos en un paraje que llaman Calicanto, que le da nombre al viejo molino, uno de los varios que aprovechaban la fuerza del agua para beneficio rural, y a la cascada, que se nos muestra al fondo, clara, vibrante, con ganas de contagiar su vitalidad y su pureza.
Ya damos alcance visual a uno de los hitos de la ruta, a ese puente natural de roca que llaman de La Fonseca, donde se impone una foto de familia. Unas escaleras de madera nos ayudan a sobreponernos a la cuesta que se nos viene encima. Dejamos a la derecha lo que sería la vuelta a Tormón por una circular. De nuevo al lecho del río para reflejarnos en sus límpidas aguas, tratando de imitarlo, tratando de hacer la poesía que él hace, tratando de emitir los destellos que él emite, tratando de fluir como él fluye… pero sin conseguirlo.
Imagen cedida por Andrés Aznar
Pronto comienza el congosto, el verdadero estrecho que le da nombre a esta espectacular ruta. A las dos horas y media del comienzo, nuestras miradas comienzan a rebotar en corto en el seno del barranco. Siempre con la ayuda de los peldaños y de las pasarelas, vamos avanzando lentamente, como si quisiéramos que esto durara más de la media hora que nos cuesta el recorrido. Un recorrido que termina en un merendero, punto final de la pista que viene de El Cuervo, nuestro destino de hoy. Media hora más de una pista jalonada por campos de cultivo, hasta dejarla y tomar un desvío a la izquierda para recorrer el Sendero Botánico.
Un corto tramo por ancho camino, hasta que nos abrazamos a una acequia que lleva el agua a otros campos de cultivo, incluso a una abandonada piscifactoría, que dejamos atrás para aproximarnos ya a El Cuervo, que nos recibe tras cruzar el río por enésima vez, con un merendero junto al bar “Los Chorros”, homenajeando así ese salto de agua contiguo que invita a su contemplación. El autobús espera, y lo tiene que hacer un poco más, hasta que repongamos fuerzas junto a esa refrescante cascada.
Todo un lujo de ruta, que saboreamos de la mano de una leyenda que le atribuye el superlativo al nombre del río a que, en alguna ocasión, llevara más caudal que el Ebro. Lícito es que se quiera engrandecer a la propia tierra, ¿verdad? De cualquier modo, el disfrute ahí ha estado, recorriendo en casi 4 horas los 9,7 km, salvando un desnivel acumulado de 340 m D+ y 485 m D-, siempre según Wikiloc. Recomendable, totalmente recomendable.
Bibliografía:
Albarracín y su serranía. José Albi. Ed. Everest (1977)
Web:
Los senderos más bonitos de España
Montañeros de Aragón de Zaragoza
* La publicación de la ruta, así como del track, constituyen únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
Vídeo YouTube de Francisco Izuzquiza (Montañeros de Aragón)