Año XIII. Entrega nº 869
“Azorín decía que el sentimiento amoroso de la montaña fue cosa del siglo XIX, que había nacido con el Romanticismo… Las visiones tradicionales de la montaña ya no eran posibles en ese momento, y de ello surgía la necesidad de inventar nuevos espacios… Al sentirse fascinados por la potencialidad destructora de la naturaleza, los románticos acabaron reencantando el mundo creyéndolo dominado por unas fuerzas de orden superior, a veces consideradas de orden religioso”. Francesc Roma i Casanovas.
En tres cuartos de hora más, llegamos a una pista, que tomamos a la izquierda para visitar la ermita de la Virgen de Viña de la que, según leemos, no se conoce el origen, aunque sí que se reconstruyó a lo largo de los siglos XVI y XVII, como también que, el obispo de Huesca, a comienzos del XVIII abrió una suscripción popular a cambio de días de indulgencia.
De vuelta al punto del desvío para retomar la ruta, ahora por sendero, con el impresionante telón de fondo de la sierra de Guara, de derecha a izquierda, el Cabezo, el Cubilás, la punta Ballemona y el propio Tozal, techo no sólo del cordal sino de todo el parque, que fueron recorridos de forma integral todos ellos hace cinco años, y que, de forma individual, están incluidos en el libro 100 cimas, 100 paisajes. Aragón comarca a comarca (Prames 2018). Una perspectiva ésta que impide la visión del Fragineto, visitado hace más de diez.
Pero volvamos al terreno. Al sendero no le queda más remedio que ajustarse al trazado y acompañarlo a las entradas y salidas de los barrancos en un continuo subibaja. En una de esas subidas alcanzamos el alto del Corral Nuevo, a las tres horas y media del arranque, como a mitad de camino en tiempo. Un camino que va intercalando tramos de quejigos con otros despejados, que nos permiten bandear la vista hacia el horizonte.
En diez minutos llegamos a uno de los hitos interesantes del recorrido, quizá el que más, al menos geológicamente. El barranco de Capillas, o de Cautiecho, cuyo significado es “cauce estrecho”, media entre nuestra mirada y el paño calizo que se nos muestra al fondo, un extraordinario escenario compuesto por pináculos de afiladas agujas, que dejan entrever grandes oquedades en la roca que seguro callan más de lo que muestran. Las Palomeras, lo llaman.
Un cuarto de hora más y llegamos a otro punto de interés, con leyenda incluida. El puente de las Brujas, sobre el mencionado barranco de Cautiecho, que habla de la presencia de esos misteriosos seres cautivados por la belleza del lugar. Hoy en día, un sólido puente ha sustituido al antiguo, que aún puede verse, realizado con raíles de tren trenzados por ramas de chinebro y relleno de piedras, por el que antaño transitaban “trajineros y arrieros con mulas cargadas de aceite, trigo, vino, patatas o miel, salvando la profunda grieta gracias al sencillo, pero ingenioso puente”, según reza el panel informativo.
Un barranco, éste que cruzamos y que, a su salida, nos permite ver, al otro lado, un nutrido rebaño de cabras asilvestradas. Cautiecho, tributario del Isuala, enseguida sale visualmente a nuestro encuentro, y a cuyo seno bajamos, para acompañarlo hasta el Tranco de las Olas, otro de esos lugares mágicos en los que merece la pena detenerse. Las aguas transmiten la alegría de ver la luz tras haber atravesado los Oscuros del Balced, que también así se llama este río, en el tramo llamado Balced Superior en el argot barranquista. Y lo hacen en un espectacular paraje donde encaja perfectamente el concepto de hierofanía que acuñó el filósofo rumano Mircea Eliade y su famosa trilogía, que conjuga tres elementos naturales de primer orden: roca, vegetación y agua.
Salimos de este magnético lugar, en el que no han faltado las fotografías, para iniciar otra de las varias subidas de la jornada de hoy, que nos lleva a cruzar al término de Bierge para alcanzar el collado de Las Almunias, que toma el nombre de nuestro objetivo de hoy, Las Almunias de Rodellar, alto desde el que podemos ver la localidad, como también la de Pedruel a la izquierda. Aprovechamos para agruparnos, y a las 6 horas y media retomamos el camino, ya en decidido descenso hacia el pueblo, al que llegamos cruzando la carretera, por un delicioso camino vecinal entre tapiales de piedra seca.
Momento descanso y de reponer fuerzas, a cuyo término se lleva a cabo un entrañable acto de intercambio de presentes entre ambos clubes.
Una espectacular travesía por el entorno de estas sierras, calladas hoy en día, y que se repliegan sobre sí mismas para preservar los recuerdos y secretos que siguen permaneciendo en su seno. Sierras que, en esta jornada, han dado amparo a un buen grupo de montañeros, practicando la ancestral actividad, aunque actualmente sea lúdica, del lento caminar para saborear, para no perderse un detalle de todo lo que estos bellísimos parajes nos ofrecen. Un auténtico disfrute de compañía y entorno, que nos ha llevado 7 horas, para recorrer 16,6 km, salvando un desnivel acumulado en torno a los 665 m D+ y 590 m D-.
Bibliografía:
El descubrimiento de los Pirineos. Varios autores. Ayuntamiento de Graus y Espacio Pirineos (2012)
Web:
Montañeros de Aragón de Zaragoza
Montañeros de Aragón de Barbastro
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación
Las fotos, con sus comentarios y el track
* La publicación de la ruta, así como del track, constituyen únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
Crónica de Pedro Solana en Ronda Somontano
Vídeo YouTube de Francisco Izuzquiza (Montañeros de Aragón)