jueves, 13 de julio de 2023

Bisaurri y algunos de sus pueblos, redescubriendo caminos

 Año XII. Entrega nº 831


IXOS MONS
Bisaurri (1105 m)
Gabás (1255 m)
San Martín de Veri (1320 m)
Veri (1435 m)
San Feliú de Veri (1440 m)
Dos (1405 m)
Renanué (1265 m)
Lunes, 3 de julio de 2023


            Maksim Munzuk (1910-1999), fue un actor ruso quien, de forma magistral para mi gusto, protagonizó en 1975 la película Dersú Uzalá, dirigida por el japonés Akira Kurosawa, siendo el primer largometraje rodado fuera de su país natal. No soy demasiado aficionado al cine, pero he de reconocer que me impactaba cada vez que la veía. El personaje, animista, cazador, superviviente en la taiga siberiana, pegado, muy pegado a la tierra, lo que le garantizaba su supervivencia. Extraemos una frase: “A veces la montaña, el bosque, parece que nos den la bienvenida, pero en otras ocasiones se muestran salvajes, hostiles”.



            Si por algo nos gustaba es porque destilaba amor por la tierra, de la que se aprovechaba únicamente para su supervivencia, conociendo, respetando, amando, el medio natural, del que formaba parte. Animista, quizá inconsciente, que todo lo que contemplaba lo veía impregnado de vida, de una vida animada, término con la misma raíz del griego anemos, viento, soplo, de lo que también deriva alma, porque todo ser vivo, sea animal, vegetal o mineral, cada uno con su distinta vibración, cada uno con su distinta sensibilidad está provisto de ella, está provisto de ese plano superior que le insufla la vida. Con ese ánimo nos echamos siempre al monte y, aunque las sensaciones sean distintas cuando discurres por la media montaña, que cuando asciendes a grandes cumbres, siempre hay algo en común, y es ese reconocimiento de que todo cuanto ves está para colaborar en el sostenimiento del conjunto, algo sobre lo que tenemos la responsabilidad de contribuir.


            Y de la misma forma que no podemos achacar a ninguna persona o a ningún agente externo nuestro devenir, también hemos de ver en las montañas esos seres vivos que nada tienen contra el resto de seres, incluidos nosotros mismos, nada hacen en nuestro perjuicio, somos nosotros, y nuestra actitud la que nos condiciona. Es como a veces decimos que un accidente de tráfico se ha debido a un fallo mecánico o al estado de las carreteras; sí, esas circunstancias habrán acontecido, pero siempre es responsabilidad nuestra, porque el fallo mecánico tendrá su origen en uno humano, y el siguiente caso nos obliga a adecuar la conducción a las circunstancias. A veces, como decía Dersú Uzalá, las montañas nos dan la bienvenida y otras, por el contrario, se muestran hostiles, algo que con una buena dosis de humildad se puede contrarrestar.


            Con esa humildad que mencionábamos, y más que nos hará falta, como luego veremos, iniciamos esta ruta, que conceptualmente tanto nos gusta, porque es capaz de unir media docena de pedanías de Bisaurri por caminos de viejo que han tenido que ser habilitados no sólo para la ocasión, sino para que perduren en el tiempo si son transitados y disfrutados. Una circular que ya llevamos a efecto, aunque no concluimos, en noviembre pasado, y que sale de la cabecera del municipio, para llegar, en un primer tramo, por caminos de viejo, hasta Gabás, donde tomamos el GR 15, en un segundo tramo, para pasar por san Martín de Veri y Veri, y en un tercero, de nuevo por caminos de viejo, enlazar san Feliu de Veri con Dos y Renanué, para volver al punto de partida.


BISAURRI - GABÁS


            Con ayuda de Josán, de la brigada del ayuntamiento de Bisaurri, muy atento al redescubrimiento y limpieza de esos viejos caminos, ya que algunos de ellos estaban francamente selváticos, damos comienzo desde el espacio de juegos infantiles para empezar a disfrutar ya de las deliciosas veredas entre campos, hasta la salida a la carretera local de Gabás/san Martín, para recorrerla unos metros e introducirnos casi enfrente por una pequeña vaguada paralela a la que, ya desde el desvío, lleva sólo a Gabás, por la que circulamos unos pocos cientos de metros hasta una gran curva a la derecha, para salvar el barranco homónimo, tras de lo cual se toma una traza que nos sube ya a esta pedanía, donde concluye el primer tramo, abrazándonos al GR 15.


GABÁS – SAN MARTÍN DE VERI – VERI 

            De esta localidad, Gabás, se tiene la primera mención en mayo de 1265, cuando se cita a Bernardus de Gavas en la Colección Diplomática de Obarra, nº 182. La parroquial reza a Santiago en un templo tardorrománico (siglo XII), según Antonio Gª Omedes. Encontramos un panel de situación con la información del GR 15, señalizado como Sendero Turístico de Aragón según decreto 159/2012 del Gobierno de Aragón, por cierto, el primero en la provincia de Huesca. Por caminos bien trazados y entre campos, vamos saliendo del pueblo siguiendo las marcas rojiblancas, bajando suavemente hasta el barranco de Gabás, desde el que, no tan suavemente se va subiendo hasta llegar a la carretera local de San Martín de Veri, casi a la entrada del pueblo, en menos de una hora. Como se puede intuir, está advocada al santo que le da nombre a la localidad y que, según el autor mencionado debía tener origen románico, muy desfigurado debido a las distintas modificaciones, que la hacen lucir ahora con un bello porte.




            Unos deliciosos caminos de viejo nos acompañan para continuar con nuestra ruta; que nos lleva a cruzar el barranco de las Comas, debiendo tomar, tras de él, el sendero de la derecha, no el evidente de enfrente. Seguimos por algún tramo empedrado, hasta llegar a Veri, una pequeña aldea, pero que da apellido a toda una zona, y donde aprovechamos para desviarnos un poco y subir al mirador de Castellá de Verí, desde donde se tienen unas extraordinarias panorámicas sobre el valle y las altas montañas benasquesas. Al regresar al pueblo nos juntamos con Josán y Manolo, un veterano del lugar, buen conocedor de su tierra, y que se presta a acompañarnos para enseñarnos esos caminos inexpugnables. 







VERI – SAN FELIÚ DE VERI – DOS – RENANUÉ 

            De Veri a san Feliú las marcas del GR 15 van por la carretera local a lo largo del kilómetro escaso que los separa, pero antes de culminarlo, dejamos el GR 15, que nos llevaría a tierras de Abella y Espés (TM de Laspaúles), porque Manolo nos muestra una salida a la izquierda, que solo está en la memoria, porque sobre el terreno no se aprecia, y que dice ser el camino de viejo para san Feliú, al que llegamos enseguida, y si queremos podemos entrar en el pueblo, que seguro queremos, para visitarlo, en especial su iglesia bajo esa misma advocación. Volvemos al camino y, por encima de un inclinado campo salimos a una pista, que cruzamos para continuar con las indicaciones del lugareño, jabalineando por un tramo pendiente de limpiar, y que nos sube a Dos, para continuar, en diez minutos más y llegar hasta la collada homónima, donde mis dos acompañantes se vuelven y me deja Josán encaminado para bajar hasta la N-260 en un punto muy próximo ya a Renanué.




            Tres horas y cuarenta minutos hasta aquí, donde emprendo la bajada por un camino bastante bien definido, y que cruza algunos arroyos para, al superar el talud de uno de los últimos tener un traspiés, con chasquido incluido, que da al traste con la continuación de la ruta y con las expectativas que teníamos para estos días siguientes. Había quedado con Josán a pie de carretera, y su intención era ir a mi encuentro si llegaba él antes, para terminar juntos el circuito hasta Bisaurri. Sólo se pudo cumplir lo primero. Sin apenas poder andar, con un dolor insoportable al apoyar el pie, me lo encuentro de frente, acompañándome ya hasta el coche, donde termina inesperadamente la ruta, y no de película, como empezábamos la reseña.



            Hasta ese momento, han sido 10,8 km, recorridos en 4 horas y 45 minutos, con un desnivel acumulado en torno a los 700 m D+ y 600 m D-, en esta ruta que se nos resiste, y que habrá que seguirle dando otra oportunidad para terminarla, que no sabemos cuándo podrá ser, porque el chasquido resultaría ser rotura espiroidea de peroné. Esperamos no tardar mucho en vernos por aquí.


Bibliografía:

Poblados y despoblados I. Antonio Ubieto Arteta. Anubar Ediciones (1984)

Poblados y despoblados II. Antonio Ubieto Arteta. Anubar Ediciones (1984)

Poblados y despoblados III. Antonio Ubieto Arteta. Anubar Ediciones (1984)

Web:

Castillo de Loarre 

Arquivoltas 

Senderos FAM  

Wikipedia 

Wikiloc   

RAE 

IGN 

Geamap 

Hijo de la Tierra  

El Pirineo no se vende 




Las fotos. El track no se publica a la espera del circuito definitivo.


sábado, 8 de julio de 2023

La Sierra Negra, atalaya sobre los grandes pirenaicos

                                                                         Año XII. Entrega nº 830


AQUERAS MONTAÑAS
Tuca de Posolobino (2778 m)
Pico de Castanesa (2858 m)
Tuca de Roques Trencades (2755 m)
Pico d'Estibafreda (2694 m)
Tuca Royero (2548 m)
Domingo, 2 de julio de 2023

            “Cuando, más tarde, descubrí la montaña, inmediatamente me gustó ver en ella la forma más sublime y acabada que hubiera podido revestir la materia mineral, y la manifestación más evidente de la divina armonía de las cosas. Distinguí en ella un ímpetu y, por consiguiente, una intención. Pero la intención es pensamiento, y el pensamiento es vida. Así, la montaña se convertía para mí en un ser”. Georges Sonnier.



            No hay nada más gratificante que el verse uno reflejado en estos pensamientos de gente, como Saunnier, que con su habitual empleo de la palabra comunica un sentimiento, con el que nos sentimos plenamente identificados y que no somos capaces de verbalizar. Las montañas no solo son componentes del paisaje, que también en ellas, como integrantes del mundo mineral vemos un ser vivo, cuyo corazón late distinto, que ven pasar el tiempo a otro ritmo, pero con identidad propia, con conciencia propia. Un mundo mineral que es la base de nuestro planeta, y sobre el que se sustenta el mundo vegetal, imprescindible para el resto de seres vivientes. El ser humano, situado en la cúspide de ese mundo natural, aunque una buena parte de él se empeñe en darle la vuelta a la pirámide, tiene la inmensa responsabilidad de cuidar de sus hermanos menores en el espectro evolutivo, es por ello por lo que nuestra relación tanto con animales, como con vegetales, como con minerales ha de estar fundamentada en el máximo respeto, compasión y ayuda.


            Y con ese respeto abordamos las montañas, porque no las conquistamos, nos dejamos conquistar por ellas, no las elegimos, nos eligen ellas. Y en este caso ha sido la Sierra Negra la que nos ha elegido, la que nos ha conquistado. Esperamos estar a su altura, porque lo estábamos esperando desde hace mucho tiempo, pero al final se ha fijado en nosotros y nos ha visto preparados para subirla y acariciarle el lomo. Sierra Negra, una singular formación que llama la atención por sus espacios solitarios, desérticos, de aspecto lunar, cuyo primer contacto visual, se acordará, fue ya hace cuatro décadas, pero ha esperado hasta ahora para permitirnos tratarla de tú a tú. Asumiendo ese privilegio, nos hemos acercado a ella para recorrerla casi íntegramente. Una sierra que da juego a varios valles, Cerler, Ardonés, Castanesa, Vallibierna… Todos ellos disfrutan de ella, todos ellos beben de ella, todos ellos están a su sombra, todos pendientes de ella, porque se deja querer.


            Nos acercamos hasta Cerler para continuar por la carretera hacia l’Ampriu, pero sin llegar, porque un poco antes del km 11 se abre una pista a la izquierda, que lleva hasta la cabaña d’Ardonés. Antes de llegar a ella, habiendo recorrido como 3 kilómetros, nos topamos con el barranco de l’Ubago, donde dejamos el vehículo en un apartadero de la pista, al pie de la Ballberdera, donde da comienzo nuestra ruta, que lo hace bajando unos metros para tomar un ancho camino, que no pierde su vocación ascendente hasta llegar hasta la mismísima sierra dos horas más tarde, pero vayamos por partes. A un tramo de pinar en el que hay que ir atento para no perder el sendero, le sigue ya la salida a campo abierto, al pastizal, desde el que ya se va viendo el collado al que hay que llegar, y que se hace de rogar, ya que está 750 metros por encima del punto de arranque, con el que media una incesante cuesta que pone a prueba “la pecha di cantare”.



            Todo eso queda atrás, cuando el esfuerzo se ve recompensado con el haber conseguido encaramarse al cordal, a esa sierra, que nos da vista al valle de Castanesa, con esa otra sierra de Basibé, impresionante, y que ya visitamos hace unas semanas, contemplando ésta en la que estamos con una cierta, aunque sana, ambición. Estamos ya a caballo entre los términos de Benasque y Montanuy, y para recorrerla tenemos que acercarnos a la Tuca de Posolobino (2778 m), que se asoma al collado de Basibé, que parte aguas entre Cerler y Castanesa, y por el que ya pasamos hace siete años, antes de desacralizar las montañas, como parte del Tour del Aneto, un amplio circuito con salida y llegada en Viella, y que concluimos en seis días. Pero todo eso ya quedó atrás, como lo tiene que hacer esta primera cota para volver a ese pequeño collado que nos ha dado entrada al cordal, que tenemos que seguir en un permanente subibaja, mientras contemplamos las nieblas que suben por nuestra derecha y que esperamos se disipen a lo largo de la mañana.





            Las vistas a ambos lados, incluso a nuestra espalda son impresionantes; no tanto las de enfrente, ya que nos las tapa la propia sierra, algo que vamos corrigiendo conforme vamos tomando altura porque, sin despreciar las demás, son las que más esperamos, las más bellas, las que más nos van a dejar con la boca abierta. Estamos hablando del macizo de los macizos, del rey de reyes, de su majestad el Aneto y toda su corte, Albas, Maladetas, Malditos, Coronas… al oeste, y Margalidas, Russell, Mulleres, Salenques… al este. Todo un mundo salvajemente bello, “la manifestación más evidente de la divina armonía de las cosas”, que decía Sonnier. Es lo que podemos contemplar, con permiso de esas nieblas, en franca retirada, al llegar a la segunda de nuestras cotas, y techo de la jornada, el Pico de Castanesa (2858 m), a las dos horas y media desde el arranque.


            El estar en lo más alto de la ruta no nos tiene que hacer pensar que todo va a ser ya bajada,no. Porque cada una de las elevaciones que nos quedan, y son tres, hay que ganárselas. De momento, bajamos los 170 metros de desnivel que nos separan del collado de Castanesa, para abordar la subida a la Tuca de Roques Trencades (2755 m), desde donde volvemos a recuperar terreno de Benasque para lo que queda de ruta. La visión del enorme macizo del Aneto se hace más nítida y cercana, es como si estuviera al alcance de la mano, con ese circo de Coronas, de origen glaciar, y por el que lo abordamos hace nueve años. En esa retirada de las nieblas va el que tenemos también al alcance visual la Tuca Culebras, y su inseparable compañera, la de Vallibierna, dos tres miles que hay quien los considera integrantes de la Sierra Negra siendo, de ese modo, sus techos, y que también ascendimos en alguna ocasión, pasando de uno a otro por ese Paso del Caballo, no apto para cardíacos.


            Mirándolas a todas ellas desde debajo de su horizonte, continuamos nuestro periplo por el lomo de esta sierra, cuyo color desconcierta, es su morfología, su sello de identidad, esa sensación de ir andando por la Luna. Si hasta el Roques Trencades llevábamos rumbo NNE, ahora viramos hacia el NNW hasta el pico d’Estibafreda (2694 m), donde se acentúa, para alinearse con la Vallibierna. Seguimos visualmente nuestro itinerario, e intuimos que vamos a pasar por entre dos pequeños ibones, como así ha sido, como Basetes d’Ardonés figuran en los mapas, y es el paso previo para dejar atrás una pequeña prominencia, la última cota de hoy, la Tuca Royero (2548 m). Vamos echando la mirada atrás, como despidiéndonos de esta singular sierra que nos ha acogido en las últimas horas. Ahora sí ya, en decidido y largo descenso, continuamos en dirección oeste hasta un pequeño collado, que nos permite formar parte ya del circo d’Ardonés, por una zona algo confusa, que hay que ir descendiendo por intuición.




            Una vez damos con una trocha, no la dejamos ya, porque va a ser la garantía de la comodidad bajando. Se cruza el barranco de La Mascarada, luego el del Clotet, y el de Ardonés, llegando a la cabaña de su mismo nombre, desde la que únicamente queda ya recorrer el menos de un kilómetro por plácida pista para terminar esta circular, que nos ha subido a los aleros de estas negras montañas, habiendo recorrido 14,3 km, en 6 horas y cuarto, con unos 1040 metros de desnivel acumulado D+/-.


Bibliografía:

La montaña y el hombre. Georges Sonnier. Editorial R.M. (1977)

Web:

Barrabés 

Wikipedia 

Wikiloc   

RAE  

IGN 

Geamap 

Hijo de la Tierra  

El Pirineo no se vende 





Las fotos y el track