El Garmo Negro (3.051 m)
Martes, 31 de julio de 2012
Sería bonito
empezar esto diciendo que… en una bonita
mañana de verano…, pero es que, además es verdad, pero claro, sólo para
empezar, porque luego se complica. De cualquier modo, de todo hay que disfrutar,
no? Bueno, siete y media de una bonita mañana de verano (empezamos bien).
Balneario de Panticosa, ese estratégico lugar para el arranque de muchas
ascensiones, y que al estar en el fondo de una gran olla, a cualquier sitio que
vayas, la pendiente no da cuartelillo. Ay, Balneario de Panticosa, algún día
hablaremos de ti, quién te ha visto y quién te ve, años de gloria seguidos de
otros de depredación, abandono y olvido. No hay que irse lejos para encontrar
desmanes urbanísticos, pero aquí, en la montaña, desde luego, es de
fusilamiento al amanecer, y no sólo para quien lo hizo, sino para quien lo dejó
hacer. Bueno, como decimos será otro día.
Río Caldarés, a su paso por el Balneario de Panticosa |
A componernos, y al
turrón. A la vista nuestro objetivo, le da el sol. Se cruza el canalizado
Caldarés y se toma el camino que en su inicio pasa por la fuente de La Belleza, otrora
valorada, hoy arrinconada. Nos vestimos primero de bosque y luego, al salir a
la intemperie nos encontramos un cruce de caminos, dejando a la izquierda el
que sube a los ibones de Ordicuso, tomamos el de la derecha, que indica al
nuestro, a Pondiellos, y a varios más. Pronto alcanzamos esa raya de sol,
pronto llega hasta donde estamos, pronto va asomando por Batanes, pero pronto
también va a encontrar resistencia, sus ganas de alumbrarnos, de acariciarnos, se van a ver truncadas por la aparición de unos feos nubarrones que van
saliendo por donde nos dirigimos. Veremos.
Sol, saliendo por Batanes |
Debido a la fuerte
pendiente, se va ganando altura con facilidad, pero también con esfuerzo. Nos
acercamos al collado de Pondiellos, sí, el que da paso a los ibones del mismo
nombre, pero lo dejamos a la derecha, porque hay que tomar el camino que, por
debajo de nuestro monte, junto a sus enormes paredones, nos lleva hasta el collado de Garmo Negro, para entrar al circo de Argualas, en el que saludamos con respeto a unos
pequeños y lánguidos ibones que agostados esperan la caída de lluvias que los
alegren, y de nieves que cubran su letargo invernal.
A nuestra derecha, la
enorme pedrera cimera, que con paciencia nos va a aupar hasta la misma cumbre,
a la que llegamos con la boca abierta por la espléndida panorámica que nos
ofrece, y un poco avergonzados también por no estar seguros de si estamos a su
altura, de si hemos traído algo de igual categoría para compensar este magno
obsequio. Sinceramente, creo que la ley de reciprocidad entre nosotros y las
cumbres siempre es deficitaria para los humanos, siempre recibimos más de lo
que damos; pero bueno, el primer paso es reconocerlo, y eso siempre lo hacemos.
A ver si poco a poco…
Infiernos, con su marmolera. Sin palabras. |
Lo cierto es que esta vez
anda un poco escasa de placeres, los enormes nubarrones permiten que nuestra
vista alcance sólo horizontes cercanos, pero es que hay uno, hay uno, que vale
por todos. A ver quién me explica esto, cómo es posible que un monte tan impresionantemente
bello tenga ese nombre tan sumamente denostado, cómo es posible que el macizo
de los Infiernos se llame así, de los Infiernos… Desde luego, la orogénesis
alpina nos dejó muchas obras de arte, pero aquí se ha recreado, se ha superado
a sí misma. Es un estallido de vida, viene hacia ti, te apabulla, te atrapa, te
encandila, te hipnotiza. No sé tantos epítetos como para llenar la casi media
hora que estamos contemplando esta maravilla de la naturaleza, algunos, muchos,
los repetimos, pero tenemos que salir de aquí, el mal ambiente meteorológico se
muestra incómodo con nuestra presencia. Lo respetamos, y nos vamos.
Cresta de los Algas, y circo de Argualas |
Se contempla la
posibilidad de recorrer la cresta de los Algas, y la de llegar hasta el
mismísimo Argualas, que da nombre al macizo, pero desistimos, preferimos bajar
por donde hemos subido. Es lo que hacemos, siempre con la amenazante presencia
de unos nubarrones que van desde lo oscuro hasta lo muy oscuro. Conforme vas
bajando, te vas encontrando con gente que sube, muy al contrario de cuando
subes, que apenas te encuentras gente bajando. Son cosas que tiene el madrugar.
Una larga parada junto a
un exiguo arroyo para echar un bocado y disfrutar del sol, que consigue abrirse
un hueco para ver cómo vamos. Y poco más. Llegada al balneario y dejarnos
acariciar la piel por esas aguas embalsadas en el ibón de Baños, que hasta aquí
llegan alegres para dar alegría, vigorosas para dar vigor, vivas en definitiva
para dar vida. Y con todo eso nos quedamos. Gracias a todos y a todo.
En la cumbre del Garmo Negro |
El reportaje de fotos, en:
https://picasaweb.google.com/chematapia/ElGarmoNegro3051M
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