martes, 7 de agosto de 2012

El Garmo Negro

AQUERAS MONTAÑAS
El Garmo Negro (3.051 m)
Martes, 31 de julio de 2012



Sería bonito empezar esto diciendo que… en una bonita mañana de verano…, pero es que, además es verdad, pero claro, sólo para empezar, porque luego se complica. De cualquier modo, de todo hay que disfrutar, no? Bueno, siete y media de una bonita mañana de verano (empezamos bien). Balneario de Panticosa, ese estratégico lugar para el arranque de muchas ascensiones, y que al estar en el fondo de una gran olla, a cualquier sitio que vayas, la pendiente no da cuartelillo. Ay, Balneario de Panticosa, algún día hablaremos de ti, quién te ha visto y quién te ve, años de gloria seguidos de otros de depredación, abandono y olvido. No hay que irse lejos para encontrar desmanes urbanísticos, pero aquí, en la montaña, desde luego, es de fusilamiento al amanecer, y no sólo para quien lo hizo, sino para quien lo dejó hacer. Bueno, como decimos será otro día.

Río Caldarés, a su paso por
el Balneario de Panticosa
A componernos, y al turrón. A la vista nuestro objetivo, le da el sol. Se cruza el canalizado Caldarés y se toma el camino que en su inicio pasa por la fuente de La Belleza, otrora valorada, hoy arrinconada. Nos vestimos primero de bosque y luego, al salir a la intemperie nos encontramos un cruce de caminos, dejando a la izquierda el que sube a los ibones de Ordicuso, tomamos el de la derecha, que indica al nuestro, a Pondiellos, y a varios más. Pronto alcanzamos esa raya de sol, pronto llega hasta donde estamos, pronto va asomando por Batanes, pero pronto también va a encontrar resistencia, sus ganas de alumbrarnos, de acariciarnos, se van a ver truncadas por la aparición de unos feos nubarrones que van saliendo por donde nos dirigimos. Veremos.

Sol, saliendo por Batanes
Debido a la fuerte pendiente, se va ganando altura con facilidad, pero también con esfuerzo. Nos acercamos al collado de Pondiellos, sí, el que da paso a los ibones del mismo nombre, pero lo dejamos a la derecha, porque hay que tomar el camino que, por debajo de nuestro monte, junto a sus enormes paredones, nos lleva hasta el collado de Garmo Negro, para entrar al circo de Argualas, en el que saludamos con respeto a unos pequeños y lánguidos ibones que agostados esperan la caída de lluvias que los alegren, y de nieves que cubran su letargo invernal.

A nuestra derecha, la enorme pedrera cimera, que con paciencia nos va a aupar hasta la misma cumbre, a la que llegamos con la boca abierta por la espléndida panorámica que nos ofrece, y un poco avergonzados también por no estar seguros de si estamos a su altura, de si hemos traído algo de igual categoría para compensar este magno obsequio. Sinceramente, creo que la ley de reciprocidad entre nosotros y las cumbres siempre es deficitaria para los humanos, siempre recibimos más de lo que damos; pero bueno, el primer paso es reconocerlo, y eso siempre lo hacemos. A ver si poco a poco…

Infiernos, con su marmolera. Sin palabras.
Lo cierto es que esta vez anda un poco escasa de placeres, los enormes nubarrones permiten que nuestra vista alcance sólo horizontes cercanos, pero es que hay uno, hay uno, que vale por todos. A ver quién me explica esto, cómo es posible que un monte tan impresionantemente bello tenga ese nombre tan sumamente denostado, cómo es posible que el macizo de los Infiernos se llame así, de los Infiernos… Desde luego, la orogénesis alpina nos dejó muchas obras de arte, pero aquí se ha recreado, se ha superado a sí misma. Es un estallido de vida, viene hacia ti, te apabulla, te atrapa, te encandila, te hipnotiza. No sé tantos epítetos como para llenar la casi media hora que estamos contemplando esta maravilla de la naturaleza, algunos, muchos, los repetimos, pero tenemos que salir de aquí, el mal ambiente meteorológico se muestra incómodo con nuestra presencia. Lo respetamos, y nos vamos.

Cresta de los Algas, y circo de
Argualas
Se contempla la posibilidad de recorrer la cresta de los Algas, y la de llegar hasta el mismísimo Argualas, que da nombre al macizo, pero desistimos, preferimos bajar por donde hemos subido. Es lo que hacemos, siempre con la amenazante presencia de unos nubarrones que van desde lo oscuro hasta lo muy oscuro. Conforme vas bajando, te vas encontrando con gente que sube, muy al contrario de cuando subes, que apenas te encuentras gente bajando. Son cosas que tiene el madrugar.

Una larga parada junto a un exiguo arroyo para echar un bocado y disfrutar del sol, que consigue abrirse un hueco para ver cómo vamos. Y poco más. Llegada al balneario y dejarnos acariciar la piel por esas aguas embalsadas en el ibón de Baños, que hasta aquí llegan alegres para dar alegría, vigorosas para dar vigor, vivas en definitiva para dar vida. Y con todo eso nos quedamos. Gracias a todos y a todo.

En la cumbre del Garmo Negro

El reportaje de fotos, en:
https://picasaweb.google.com/chematapia/ElGarmoNegro3051M




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