AQUERAS MONTAÑAS
El Castillo de Acher (2.384 m)
Sábado, 28 de julio de 2012
Javier, un viejo amigo, de los privilegiados, y más en
estos tiempos, porque su trabajo y su pasión son una misma cosa, entregado en
cuerpo y alma a la música y también al contagio entre sus allegados. Eso es de
toda la vida, quizá desde antes de que fuera consciente de ello, pero
últimamente ha encontrado una veta en la montaña, ha querido explorar cómo suena
su mundo en este tridimensional, y finalmente ha encontrado su hueco para
acompañarnos en esta bonita mañana montañera.
Mañana
montañera para la que hace tiempo teníamos elegido el objetivo, el Castillo de
Acher (2.384 m), esa altiva fortaleza pétrea que se empina sobre todo su
dominio, y que deja claro que todo su alrededor tiene que bailar al son de su
música.
Haya singular |
Ocho
y poco de la mañana, con Javier, Isabel, Fran y Olga arrancamos de Oza, ese
cruce de caminos, Estriviella, Espata, Senda de los Ganchos, la Mina, es mucho y muy bonito lo que
aquí confluye. Arrancamos, digo con la vertiente oeste a nuestra vista, el
desagüe de ese valle colgado de singular belleza. Entramos en el bosque, un
bosque más que agradecido por los chaparrazos de agua de estos dos días
pasados, que han venido a aliviar, en parte, el estiaje propio de la estación.
Pronto, el sol hace penetrar sus rayos a través del follaje de las hayas,
altas, esbeltas, que tienen que estirarse en su busca, en busca de la luz.
El
camino está bien delimitado, no obstante, la llegada de la figura de protección
de Parque Natural, ha traído unos carteles estratégicamente puestos en algún
desvío. Hora y cuarto para atravesar el bosque, ¡ay, cuánto te vamos a echar de
menos a partir de ahora! Pero la compensación es la amplia panorámica que se
nos va ofreciendo de los montes cercanos y no tan cercanos. Seguimos por
pastizales, al amor de unas viejas marcas de gran recorrido, se trata de un
antiguo trazado de la GR-11. Y seguimos, digo hasta un desvío bien señalizado
en una enorme roca, que hay que tomar a la izquierda, para ir aproximándose a
la base de la roca e ir tomando altura a lazadas, por una no muy cómoda
pedriza, hasta alcanzar la canal, una canal que en algún tramo obliga a
desempuñar los bastones y dejarse acariciar las manos por esta noble caliza.
Valle colgado cimero |
En
diez, quince minutos se alcanza ya, quizá, el momento culminante de la mañana,
y eso aún sin ser la cima, pero la panorámica que nos ofrece es asombrosa. Se
trata de un valle colgado, que en dirección este-oeste, ha conseguido que no le
hayan regalado el nombre a esta bella montaña. Acher es el dominio, el
territorio, pero Castillo se lo ha ganado por méritos propios. Para la cumbre,
ya a la vista, queda como media hora, y es porque nos entretenemos en explorar,
en el flanco sureste, una chimenea, la de los franceses dice Olga.
Finalmente,
todos en cumbre, con algún otro grupo. Abrazos, risas, reconocimientos,
agradecimientos, miradas a lontananza a todas direcciones, admirando esos
valles que se descubren, y otros ahogados por las nieblas… en fin lo propio en
estos momentos que quisiéramos compartir con todos, con los que pueden subir y
con los que no pueden subir, con los que han subido y con los que nunca
subirán.
En lo
meteorológico, las nubes adquieren vida propia, se dejan mecer por el viento, y
van y vienen a su antojo, haciéndonos dudar en algún momento sobre si nos van a
mirar más de cerca o no.
La
bajada, como todas, más tediosa, más cansina… ¿por qué será que gusta más subir
que bajar?, ¿por qué será que gusta más ir que volver?, ¿por qué será que
cuesta tanto salir de las cumbres?, quizá porque se está muy a gusto en ellas,
quizá porque se está más cerca de lo que se anhela, quizá porque se está más
lejos de lo que te ata… aunque esto también te ata, pero es distinto ato, es
mejor ato…
Chipeta Alto, llegando a Oza |
La bajada, digo, sin más
complicaciones. Ir disfrutando de la perspectiva sobre el entorno, mientras la
hay. Luego bosque, y finalmente de nuevo al punto de partida, donde le damos un
homenaje al cuerpo con un refrescón en el río, relajante, hidratante, que
sienta… bueno, cómo sienta. Luego, mamá Olga nos ofrece una comida campestre, a
la que se escusa Javier, que ha tenido que marchar ya a tierras bajas, otras
obligaciones le reclaman.
Poco
más de seis horas de actividad, contando paradas, han llenado esta mañana
montañera. Muy bien, buenos paisajes, buena cumbre y buena compañía. Como
siempre, gracias.
Foto de cima. Castillo de Acher. |
El reportaje completo de fotos, en:
Que suerte, buenas piernas, para aguantar las subidas, pero más importante las bajadas. Noto el olor a musgo......, precioso.
ResponderEliminarGracias, Anónimo. Ciertamente todo es importante, las subidas y las bajadas, las idas y las venidas. La vida es así, todo va y vuelve. Atención, pues. Gracias de nuevo.
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