Llena de la Garganta (2.608 m)
Jueves, 11 de septiembre de 2014
La bella localidad de Aísa
encabeza el valle donde se asienta y que lleva su nombre. Un valle que se
desparrama en la llamada Solana de Jaca, y que comienza, como casi todos, en un
circo, rodeado de altas montañas. Un circo cuya bicefalia le da una
singularidad que pocos tienen. Nos estamos refiriendo a los parajes llamados
Napazal y Rigüelo, siendo más bien en éste último donde están las fuentes del
río Estarrún, que lleva al Aragón las esencias de estos solitarios lugares.
El sol asoma por la Magdalena |
Es un mundo calcáreo que, a lo
largo de siglos y milenios, se ha dejado acariciar, y no sólo acariciar, sino
modelar, por las aguas que riegan este bello rincón pirenaico, dejándonos una
zona kárstica de singular importancia geológica. El devenir de la orogénesis
pirenaica ha colocado una corona en la cabecera de este valle. Y esa corona
tiene varias perlas, pero tres de ellas destacan sobre las demás. Son el
tridente Aspe y las Llenas de la Garganta y del Bozo, una alineación este-oeste que si
ya es abrupta en su cara sur, abierta al mediodía, lo es mucho más en su
vertiente norte, que ya se asoma hacia ese septentrión húmedo, vegetado,
atlántico, que es el valle del Aspe.
Recién superado el embudo |
La historia de hoy comienza con
una convocatoria con 24 horas de tiempo, que también está bien. Son propuestas
que no se deben rechazar. Y ahí estamos claro. Tres somos los que nos dejamos
seducir por la hermana mediana de esta pétrea familia. Tres josemaris en
acción, que antes de las nueve de la mañana ya estamos abriendo la puerta de
esa valla para acceder a Saleras, desde donde partimos hoy. Un Saleras seco,
lánguido, que en dos semanas se ha visto privado de su frescura, y que acoge a
un recién nacido río con dificultades para crecer, un río que en otras
ocasiones nos hemos visto negros para cruzar, y que ahora se muestra de lo más
dócil.
Las primeras luces de la mañana
se nos han venido echando encima a partir ya de Aísa, y ahora es el sol el que
quiere tomar su protagonismo como rey del firmamento. Un sol que se levanta
vigoroso, con vocación de no perdernos de vista ya en todo el día. Un sol que
se va a aburrir y que se va a cebar con nosotros.
Progresando |
Los primeros compases de esta
partitura son comunes a los de la sinfonía del Aspe, concretamente hasta bien
subido el llamado embudo, que acometemos con la misma paciencia que hemos de
tener toda la jornada en este sube piedras sin parar. La gran mole de lomo
caído nos ve llegar y se crece. Cuanto más cerca, más crecida. Dejamos que el
camino del Aspe se vaya por la derecha, y nos metemos en un mundo de seres de
piedra, inanimados en apariencia, que el agua de los siglos nos ha ido dejando
con curiosas formas, redondeadas unas y en forma de afilados cuchillos otras,
que hacen extremar la atención para evitar que te engullan. Una roca que se
muestra blanda con el agua y dura con las gentes que por aquí venimos, aunque
sea para admirarla.
La espuma del mar de piedras |
Una hora de entretenido deambular
por este mar de piedras y alcanzamos la base de la muralla, cuyas faldas se
descomponen en una extensa glera cuya inclinación le impide fijar un sendero
estable. Aprovechamos todo lo más que puede hacer por nosotros, dando término en
la base de una corta chimenea donde hay que echar las manos para progresar. A
partir de aquí, un cuarto de hora de dulce pisar por suelo mixto de roca y
tasca que nos sube hasta la cima, y que nos permite asomarnos a los abismos
norteños de este macizo. A nuestros pies, un extraordinario valle colgado que
desemboca en la chorrota del Aspe hace las delicias visuales, por nombrar algo
cercano.
Collarada, Lecherines, Rigüelo, Magdalena |
Aspe y Llena del Bozo se alinean
a uno y otro lado. El resto del circo lo componen el pico y punta Napazal,
Bozo, Petrito, Mesola y Cucuruzuelo por el oeste. Y por el este, lo que queda de la Muralla de Borau, Sombrero, Lecherines,
con los pies en la cuenca del Aragón, Rigüelo y la Magdalena. Y que me perdonen
los que no nombramos. Estamos en la mayor altura de todos ellos, sólo superado
por el Aspe. Estamos en un macizo donde el Pirineo, que nace en el Cantábrico,
comienza a hacerse adulto, asistiendo a la mayoría de edad de una cordillera
que comienza arrastras, sigue de rodillas, y por aquí amenaza con levantarse… y lo consigue. Tras el
Bisaurín, es el pico siguiente al filo de los 2.600 metros, que nos encontramos en una cordillera
que va decididamente en busca de esa mítica altura de los tres mil metros.
Tras el repaso a la estadística,
y a los montes que la encarnan, y mal que nos pese, no queda otra que dejar por
aquí tranquilos a estos gigantes de piedra que hagan su labor, y tomar el
camino de vuelta, que al hacerlo por el mismo itinerario hemos de ir
deshaciendo detalladamente, paso a paso, todo lo hecho en la subida,
contabilizando en total 10,3 km, en 6h 45’, de los que 4h han sido en
movimiento, para salvar un desnivel de 1.137 metros, haciendo casi 1.200
acumulados. Bien, pa’ chicos ya vale.
Las fotos, en:
El trac, en:
No paráis. Con tan buen tiempo y compañía da penita no haberlo hecho... todavia.... Ánimo que por lo menos disfrutamos viendo vuestras marchas.
ResponderEliminarGracias Isidro. Seguro que habrá más ocasiones.
Eliminarqué bonito día y pico!, para otra vez, porque además lo tenemos tan cerca que merece varias visitas
ResponderEliminarEs cuestión de proponérselo. Gracias, Cacatúa.
EliminarEstupendo día, buena compañía y charla y excelente narrador.
ResponderEliminarUn abrazo Chema
Gracias tocayo. Comparto lo del día y la compañía. Un abrazo para ti.
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