VÍAS FERRATAS
Varela Portillo y de la Mora
Peña Rueba (1176 m)
Peña de la Mora (945 m)
Domingo, 27 de marzo de 2021
Hace unos años, en una entrevista realizada en 2011 a la bióloga, montañera y escritora Eider Elizegi, por la revista cultural Nuestro Tiempo, de la Universidad de Navarra, le preguntaban si creía que la competencia, los intereses comerciales y el despliegue mediático habían desvirtuado las prácticas montañeras, a lo que respondió que sí, “al igual que en toda la sociedad, pero que la belleza no entiende de competencias y siempre queda espacio para la libertad transgresora de la poesía y de la exaltación de la belleza”.
Bueno, pues en la búsqueda de ese espacio es en lo que permanentemente nos encontramos, ya sea en grandes gestas (las que nos permiten nuestras limitaciones, claro), como en las actividades que se pueden considerar más cercanas, en escenarios más habituales, porque si lo pequeño está contenido en lo grande, también participa de esa belleza y de esa poesía transgresora, como nos recuerda Eider. Hoy, no solo la buscamos, sino que la encontramos en uno de esos escenarios a los que acudimos con una cierta regularidad para caminarlo, para admirarlo, para subirlo, como en este caso hemos hecho, ascendiendo a la peña Rueba, uno de los macizos de conglomerados que, junto con los mallos de Riglos, escoltan al río Gállego cuando sus amansadas aguas en el pantano de la Peña, salen bravas en busca de la tierra llana. Con ocho amigos, hoy toca actividad de vías ferratas, ascendiendo por la Varela-Portillo, y bajando por la de la Mora.
Acudimos a Murillo de Gállego para tomar la pista que, en menos de kilómetro y medio, y en dirección noroeste, nos lleva a un aparcamiento habilitado junto a una gran balsa de agua. En cuatro pasos se nos abre el sendero a mano derecha, que nos acerca a la pared de los mallos, pasando por debajo de la cueva Calva, y entrando en un barranco primero y en el circo después, con varios caminos en los que, de no conocerlo bien, se hace preciso el uso del GPS para llegar a buen termino. Se pasa junto a una rallera y se alcanza la base de una corta, pero empinada glera, que se puede evitar en algún tramo por entre arbustos. A través de una larga aproximación, por terreno asalvajado, al cabo de hora y media, finalmente llegamos a la base de la vía ferrata, donde nos colocamos los pertrechos para comenzar su ascensión.
Considerada como K3 (en una escala del 1 al 6), tiene dos tramos muy bien diferenciados, el primero es completamente vertical, y a su término se llega a una arista que cae en riguroso vertical sobre la fachada norte de este macizo, ofreciendo unas espectaculares vistas sobre el pantano de la Peña y las sierras norteñas. A partir de aquí, hay que recorrer completamente la cornisa, a tramos acompañados de sirga, y otros, por los que se puede transitar sin mayor riesgo, no. Finalmente se llega a una zona más amplia, que nos da acceso a la cima que, con sus 1176 msnm, es el techo de nuestra ruta de hoy. A nuestros pies la cuenca del río Gállego que, recién embalsado, jubiloso se dirige hacia el padre Ebro, siendo su único afluente directo por la margen izquierda que discurre íntegramente por territorio aragonés.
Merecida parada para echar un bocado y contemplar tan magno espectáculo, con los mallos de Riglos al otro lado del río. Encontramos buzón en la cumbre. Salimos de ella para dirigirnos, en clara dirección sur, en busca de los fierros que nos permitan bajar con seguridad. Se trata de la ferrata de la Mora que, al llegar a un pequeño collado nos invita a subirnos al mallo homónimo, también equipado con sirga, pero más bien para uso psicológico. Volvemos sobre nuestros pasos a ese collado y continuamos la bajada que, en media hora larga nos deja en el sendero, habiendo atravesado los tramos verticales que nos va ofreciendo el descenso, para cerrar, en un cuarto de hora más, la circular y salir por el sendero a la pista, y de ahí, en cuatro pasos, de nuevo al aparcamiento.
Una actividad, que ya hemos hecho en varias ocasiones, en la que se combina el senderismo con la práctica de ascensión y descenso por vías ferratas, intercalando entre ambas esa llegada a una cima que ofrece unas extraordinarias vistas sobre el entorno. La distancia ha sido de 5,9 km, y el tiempo de 5h 15’, un poco amplio debido al lento discurrir en los tramos verticales. El desnivel acumulado, de 645 m D+/-. Y como bien está, que ya lo estaba, lo que bien termina, pues no podía hacerlo mejor que en torno a una buena mesa en el refugio de Montañeros de Aragón de Riglos.
Webs:
De andar
Refugio de Riglos
Hijo de la Tierra