AQUERAS MONTAÑAS
Pico Garganta de Aísa (2504 m)
El Sombrero (2562 m)
Pico Garganta de Borau (2570m)
Sábado, 25 de julio de 2020
Para ambientar nuestra crónica de
hoy, acudimos a Kurt Diemberger,
gran alpinista y escritor austriaco, que tiene en su haber la mitad de las
cumbres que superan los ocho mil metros del planeta, dos de ellas por primera
vez: Broad Peak y Dhaulagiri, en 1957 y 1960
respectivamente, y único superviviente de tener dos primeras en ochomiles. Tiene varios libros escritos
con sus experiencias, con muchas frases célebres, entre las que destacamos esa
de: “Las
montañas se suben dos veces. Una con el piolet y otra con la pluma.”.
Dios nos libre de pretender corregirle, porque si le hubiera dado una vueltecica más se habría parado a
pensar, y seguro que lo hacía, pero hay que decirlo, que antes de subir las
montañas hay que pensar en ellas, en esa planificación para acometerlas con las
máximas garantías. De modo que nos quedamos con que son tres veces las que
subes cada montaña, la primera planificando, la segunda subiéndolas, y la
tercera recordando para contarlo. Es al menos, nuestra experiencia. De
cualquier modo, nosotros jugamos en distinta liga, mientras él lo hacía en la
de élite mundial, nosotros agradecidísimos de hacerlo en tercera regional… y en
el caso de hoy, en la local.
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Pliegues en Rigüelo |
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Lirios, subiendo al paso de la Garganta |
Una liga que no hay que desdeñar,
porque a pesar de ver los mismos paisajes y que se nos hagan familiares,
sigue habiendo rincones sin visitar, sigue habiendo montañas dispuestas a
conquistarnos, como las de hoy. Desde la base de Rioseta, subiendo a Candanchú
se abre en las alturas un grandioso circo rocoso, que da su cara, la salvaje, la
norte, hacia ese mundo Tortiellas -como
Muralla de Borau se le conoce
coloquialmente- y la espalda, la otra cara, la suave, a otro mundo, al de la
solana del circo de Aísa y el de Lecherines. Tras esa planificación, viene
la etapa central, la realización… y la del cuento, y en ella estamos.
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En la Cleta, dispuestos para salir |
Siete amigos, más otro con el que
coincidimos en la Cleta, y al que le
cambiamos el paso, somos los componentes de esta nueva incursión a la montaña
pirenaica, a las montañas pirenaicas, para hacer una cresta que une tres cimas,
el pico de la Garganta de Aísa, el Sombrero, y el pico de la Garganta de Borau, o Lecherín.
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Primeros compases |
LA ASCENSIÓN AL PASO DE LA GARGANTA
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Tomando el desvío hacia el paso de la Garganta, con el Rigüelo enfrente |
Salimos, pues, de buena mañana,
con la sombrica, como debe ser para
evitarnos el sol en el ascenso por ese tubo bicolor. Los primeros compases son
para el recorrido común para varios de los destinos. A los veinte minutos
dejamos atrás el cruce de “El Chorrotal”,
esa surgencia que se considera el
nacimiento del río Estarrún. Dejamos
el sendero del Aspe, y vamos al
encuentro del GR 11.1 por un sendero
anterior al del cruce. Seguimos las marcas rojiblancas hasta donde vemos más
oportuno dejarlas para enfocar ya el caos de ese pequeño circo que forma la
subida a la Garganta de Aísa con el
bajante de los mundos que vamos a visitar por las alturas. Y decimos donde
vemos más oportuno porque son varias las opciones que se pueden tomar.
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Los mallos de Lecherines |
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Sur del Aspe, con la vía Subterránea,
que parte por el interior de la cueva |
A lo largo de la primera parte
del tránsito, el piso herboso deja paso al pétreo, del que no nos vamos a librar
ya hasta pasada una buena parte de la bajada, pero esto es así, las montañas
están hechas de piedras… y de todas las formas y tamaños. Dejamos atrás
esos corros de lirios en pleno apogeo y nos armamos de paciencia para acometer
la subida a ese paso de la Garganta de Aísa, que da vista al mundo Tortiellas. Como dos horas desde
el arranque. Estamos en un gran tajo, entre los espacios occidentales, Llenas y Aspe, con su desafiante arista
de los Murciélagos, y los orientales, que nos van a acoger.
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En el paso de la Garganta de Aísa |
LA TRAVESÍA Y EL ASCENSO
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Fajas imposibles |
Una vez recuperado el resuello,
tomamos el sendero, ya por la vertiente norte, trazado bajo los paredones y por el que hay que discurrir con precaución. Dejamos a nuestra
derecha una chimenea, en otro momento subida sin mucho éxito. Se nos va
abriendo a la derecha un gran circo, que todavía mantiene alguna mancha de
nieve que, afortunadamente no dificulta el sendero, aunque nos haga perder
altura. Una mancha de nieve muy inclinada, pero que no ofrece ningún problema a
unos cuantos sarrios. Enfrente, el enorme paredón del Sombrero alberga una faja
que afortunadamente no es la nuestra, aunque si tuviera buen acceso tampoco
estaría mal. Otra pechugada, aunque
menos que la anterior, para llegar al collado, donde se nos abren buenas vistas
hacia el sur, vertiente por la que empezábamos a andar, y situarnos ya en la
cresta a recorrer.
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Aspe, con su arista de los Murciélagos |
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Buen ambiente para subir al siguiente collado |
Nos enfilamos hacia poniente,
para alcanzar el primer objetivo, el pico de la Garganta de Aísa. Dejamos las
mochilas al pie de un roquedo, en el que en un corto tramo hay que echar manos
para superar, y llegar finalmente hacia nuestra primera cima, que con sus 2504
metros, aunque los mapas no se ponen de acuerdo en eso, es la más baja de las
tres de hoy. Como en todas ellas ocurre, y más cuanto más aisladas estén, las
vistas son extraordinarias.
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En el pico de la Garganta de Aísa |
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Última trepada para el pico de la Garganta de Aísa |
Bajamos de este promontorio
rocoso, dejamos atrás ese pequeño collado por el que hemos accedido, y seguimos
cresteando, en un ejercicio de puro
disfrute sensorial. Se puede decir que andamos sobre el ala del sombrero, y
ahora hay que alzarse a la copa. Y lo hacemos echando las manos también, continuando con ese mismo disfrute sensorial, que complementamos con un bocado
y trago, contemplando el siguiente y último objetivo, al que accederemos por debajo
de una formación rocosa en forma de visera –hoy va de gorros la cosa-, donde da
comienzo la faja, esta sí, que hemos de tomar. Pero de momento eso, alimentar
el cuerpo y el espíritu.
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Sombrero y pico de la Garganta de Borau, o Lecherín, nuestros próximos objetivos |
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Entrada a la faja |
Si veinte minutos nos ha costado
llegar del primer monte a este, diez hasta esa entrada de la faja, que nos da
vistas al abismo que se abre a nuestros pies. Cinco minutos más de recorrido
por la faja, que no es mucho, pero se hace intenso, porque el patio es
grandioso. Llegamos al final para asomarnos a la solana, y retrocedemos unos
metros para dejarnos engullir por una chimenea por la que vamos a ascender
continuando con ese tremendo disfrute que es el 4x4. Quince minutos de tracción
total y llegamos justo a la cima de este tercer monte de hoy, que en forma de
diente, es el más juguetón, el más alto, el más visible desde ambas vertientes.
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Transitando por la faja |
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Pico del Águila y Borreguil de la Cuca |
Hacia levante, y a más baja cota
ya, tenemos la sierra que alberga al pico
Lecherines, Tortiellas, y que
finaliza con la Peña Blanca, pero
que a la altura del segundo se abre otro cordal con el Borreguil de la Cuca y el pico
del Águila. No podemos terminar de describir este sector sin nombrar los mallos de Lecherines y el Rigüelo. Y lo hacemos con la esperanza
de poder visitar lo que nos queda, que ya no es mucho. Lo que sí es mucho es lo que
vemos si levantamos la mirada, hasta el Moncayo destaca en el horizonte, por encima de una estela de calima que se dibuja por el valle del Ebro, abarcando
todo lo que nuestra vista es capaz.
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Echando la vista atrás |
EL DESCENSO
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Progresando en la chimenea hacia el Lecherín |
Los ascensos a las montañas
tienen su dureza, pero los descensos, aunque no tanto física como
emocionalmente también la tienen. Ha llegado el momento de bajar, y lo hacemos
por la vía normal, la que da al mundo Lecherines y Rigüelo. En un cuarto de
hora llegamos al collado que hacen los mallos
con la montaña que descendemos, un cuarto de hora de pendiente descenso,
incluso de algún pequeño destrepe. Y
a partir de aquí, tres cuartos de hora hasta la pista del refugio López Huici y otro más hasta el collado de la Magdalena, desde donde retomamos el GR 11.1 para
bajar ya hasta el inicio de la ruta, algo que hacemos en una hora, la última.
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Mallos de Lecherines y Rigüelo |
Bueno, pues con esa hora han sido
6 y 40 minutos de tiempo total, del que 4h 10’ ha sido en movimiento, para
recorrer 12 km y salvar un desnivel acumulado total de 1255 metros D+/-, en
otra jornada 10 por nuestras montañas… y muy cerca de casa, y en buena compañía.
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En la cumbre del pico Garganta de Borau o Lecherín |