IXOS MONS
Portillón de la Osqueta (1.170 m)
Miércoles, 28 de diciembre de 2016
“Es sendero viejo de
pastores y ganado,
supervivencia entre
piedras con trigo escaso,
abandono de lo
cotidiano, causa de la tierra viva,
escultora, y madrastra
del
aliento en las rocas.
Camino con sombras
cálidas,
y fuentes por agotar,
en la interminable
merienda del consumo,
que en silencio cansa
a los montes.
Fui feliz allí, en
adolescencia inconsciente,
tímida pero severa.
En esta noche os
envidio caminantes,
por no olvidar el
camino, sonreírle y hacerlo feliz,
casi tanto como cuando
fue”.
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Instalaciones del Campamento |
Con estas más que emotivas
palabras de Ricardo comenzamos esta entrada de hoy. Palabras desnudas, como su
alma al dictarlas. Sin pseudónimos. Palabras de empuje, palabras de inquietud, de ilusión, de
lucha, pero con la perspectiva que dan cuatro décadas. Palabras que visten sentimientos,
sentimientos aún inquebrantables desde aquellos oscuros años en los que las
cosas no le eran fáciles, ni en lo familiar, ni en lo social. Sentimientos de
clandestinidad, siempre a flor de piel, de una lucha que nunca cesa. Es lo que
tiene el estar siempre del lado de los desfavorecidos. Ricardo fue un muchacho
destacado de un grupo, también destacado, con el que en su momento tuvimos el
enorme privilegio de trabajar, de trabajar duro para tratar de entender, para
tratar de explicar lo que sucedía en nuestro entorno, y de que a pesar de todo,
había que salir adelante, aunque una y otra vez se volviera con las banderas
rotas.
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Campamento juvenil d'Os Xuans |
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Duchas y lavabos |
En ocasiones, las cosas, los
acontecimientos, las vivencias, se graban en las runas de la memoria con una
persistencia tal que hay que agitarlas un poco para sacudirles el polvo y que
te lleguen nítidas a la pantalla del visionado. Y no hay mejor forma de hacerlo
que acudir a los escenarios en donde se han originado para remover todo ello, y
volver a todo ello, y tener cuidado de no arrancarte de todo ello, porque
queremos seguir perteneciendo a todo ello, porque no es una memoria sólo de
uno, sino colectiva.
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Corrales, cocinas y comedor |
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Fuen d'Os Xuans |
Hoy, con los amigos Isabel, Sara,
Julián y Pepe, que nos han dado la oportunidad de estirarnos en la memoria para
alcanzar esas imágenes grabadas hace, nada menos que cuarenta años, hemos
visitado esas instalaciones de campamento, en las que se emplazó el de Altabás
durante cuatro años (1976 a 1979). Unas instalaciones creadas por el entonces
ICONA y que tuvimos el privilegio de estrenar. Unas instalaciones por las que
pasaron una cifra, me atrevería a decir que, cercana al millar de chicos y
chicas, en turnos independientes, claro, que el mixto no estaba permitido
todavía. Unas instalaciones que hemos visto degradadas por el paso del tiempo y
la falta de mantenimiento, pero que nos han permitido, aunque de forma
figurada, ver a las personas con las que por ahí compartimos ilusiones, tiempo,
esfuerzo y ganas. Las instalaciones del Campamento d'Os Xuans, de Villalangua.
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Río Asabón, callado entre los hielos |
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Comienzo de la ruta |
Y allí que nos vamos. Se entra al
pueblo por Casa Ismael, nombre de quien la regentaba en aquella época, junto
con Petra su mujer. Tenían una pequeña tienda y bar, amplia sonrisa y
paciencia, mucha paciencia con la muchachada. Del costado de la parroquial, que
reza a San Miguel, salen los indicadores del PR-HU 97, que señala en dirección
a Salinas Viejo y Agüero. La mañana está serena, fresca… bueno -5º, paqué nos
vamos a engañar, lo que hace que los campos luzcan sus mejores galas en forma
de puntillas blancas.
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Blanco enramado |
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Roble marcescente |
Desde el mismo punto de arranque
ya vemos esa Foz de Salinas, o Agujas de Salinas, como las llamábamos entonces,
y en último horizonte ese Portillón de la Osqueta, la “W” que dibuja esa enorme
ralla caliza que hace de barrera climática. Bajamos, pues, hacia el río, para
cruzarlo por un puente de tablas con su correspondiente ración de hielo. La
humedad del río mira el termómetro y se queda helada. Un río, el Asabón, que
baja de puntillas para no molestar a toda la vida, vida escarchada, que late a
sus orillas. Del puente se sale a mano izquierda, y raudo te
incorpora a una pista, que pronto se deja para tomar un precioso sendero, con
los adornos de un enramado de gala regalado por la escarcha. Las señales blancas y amarillas
te meten en ese sendero, bajo un enorme ejemplar de roble marcescente, término
empleado en botánica para determinar las especies a las que se les secan las
hojas, pero que no caen hasta que les salen las nuevas, permaneciendo todo el
otoño e invierno.
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Foz de Salinas |
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Sorprendentes agujas
que rompen el paisaje |
Continuamos por el sendero, que
en un lugar ya muy próximo a ese tajo entre las rallas calizas que componen la
Foz de Salinas, cruza el barranco Salau para pasar bajo ellas tras pasar por el
desvío que lleva a Salinas Nuevo. Es auténticamente impresionante el pasar por
entre estas enormes paredes, sobre las que se posan un buen puñado de buitres a
la espera de las térmicas que les permitan echarse a volar sin apenas esfuerzo,
en busca del pan nuestro de cada día. Mientras tanto, sus inquietantes miradas
se nos echan encima haciéndonos contener la respiración. Sin duda, estamos en
un lugar sorprendente en el que la naturaleza habla por sí misma. Por nuestra
parte, tratamos de no sentirnos intrusos y seguimos por el sendero. Un sendero
que nos va abriendo la vista a esos espacios entre ralla y ralla, tan imponentes
como ellas.
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Buitre leonado, en su privilegiada atalaya |
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En la fuente la Rata |
Merece la pena también, una breve
parada ante la cascada de la fuente La Rata, y en poco está ya el llegar a
Salinas Viejo, del que sólo queda en pie parte de la iglesia, bajo la
advocación a Santa María Magdalena, a la que le daban culto unos 150 vecinos,
repartidos en 25 ó 30 casas. Este pueblo tiene más de mil años de antigüedad,
muy apreciado en sus tiempos por los pozos de sal, cuya explotación corrió por
cuenta del Monasterio de Ruesta en el siglo XI. Pasó de mano en mano, como fue
sucediendo en la tierra reconquistada. Está enclavado en las laderas de un
profundo barranco. En la década de los 40 del pasado siglo, unas pertinaces
lluvias provocaron que la tierra cediera lo que originó el agrietamiento de
algunas de las casas. Se pidió ayuda al Ministerio del
Ejército, sucesor tras la Guerra Civil del Ministerio de Guerra, que la
desestimó al no considerarlo como zona devastada por la contienda. No obstante, se comenzó a construir el Salinas de Jaca actual, a pie de carretera.
Entretanto los habitantes fueron evacuados a Martes.
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Imagen obtenida de despobladosenhuesca.com, cedida por Mª Jesús Callau |
“La tarde se hace larga para disfrutar de la vida. Sales a la puerta
¡que frío! Entras, atizas el fuego, miras a través de los cristales; árboles…
cielo... Pocos pájaros, algún gato. Justo enfrente del pueblo los montes que
nos roban las horas de sol tan codiciadas por todos los habitantes, esas rocas
esconden nidos de águilas que también forman parte del paisaje”. En algún
lugar de la Red de Redes hemos encontrado estas palabras de María Jesús Callau,
que definen a la perfección lo que debió ser la vida en este lugar.
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En el interior de la iglesia |
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Entrada y torre |
La llegada a un pueblo
abandonado, de los cientos que hay en el Alto Aragón, y más que abandonado, prácticamente
ya inexistente, cuyos restos se los están comiendo las barzas, siempre tiene su
puntito de abordarlo con respeto, con la respiración contenida, siempre es
algo conmovedor. Y así contemplamos la llegada a éste, del que sólo queda en
pie la torre de la iglesia y su nave principal, aunque no sabemos por cuánto
tiempo. Suponemos que alguna habría anterior a ésta, ya que su factura gótica,
del siglo XVI, es bastante posterior a los orígenes que se le atribuyen a este
pueblo.
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Interior de la nave |
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Camino al Portillón de la Osqueta |
Recordamos haber pasado hace décadas
por sus calles, por entre sus casas, vestido todo ello ahora de barzas. El
tiempo es ávido, y lo engulle todo. Continuamos barranco arriba hasta cruzarlo,
para enfilar ya la serpenteante subida rumbo a ese portillón, a la muela suelta
de esa larga dentadura, que parece asomarse para ayudarte a subir. Finalmente
llegamos a ella, y lo hacemos con un notable cambio de temperatura. Al otro
lado el clima cambia radicalmente, venimos del paco y de la humedad, y pasamos
a la solana, que contemplamos dejándonos acariciar por ella. En primer plano, a
nuestros pies, el barranco de la Rabosera, camino de San Felices y de Agüero,
pero que ahí lo dejamos, que echamos bocao y trago y volvemos por donde hemos
venido.
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Villalangua, desde el Portillón |
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Calladas carrascas |
A la llegada al viejo Salinas,
planteamos el regreso por el barranco d’Os
Xuans, para visitar las instalaciones del también viejo campamento. Y es lo
que hacemos. Tomamos un sendero que se adivina para subir a la pista, que tras
alguna vuelta, y de nuevo entre la humedad del bosque, nos lleva a ese lugar,
en el que tantas cosas rescatamos de las runas de nuestra memoria, que locas se
vuelven para reportar. Y lo hacen, ya lo creo que lo hacen. Cada piedra, cada
palmo de terreno nos llevan a ellas, a unos años de pura siembra, de puro gusto
por las montañas y todo lo que representan, incluso en el ser. Por un gusto que nos ha traído hasta aquí.
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Vista aérea de la Foz de Salinas |
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Badinas en el Asabón |
Fuen d’Os Xuans, que hay que adivinar pegada a la tierra. Seguimos por la sombría pista hasta el cruce del Asabón, que bajo
unas curiosas rallas, aún conserva
esas pozas, que hacían las delicias de la chobentú,
una pista cuyo giro hacia el sur la hace soleada ya hasta alcanzar Villalangua,
a la que llegamos tras haberle metido 12,5 km, en 4 horas de tiempo total, del
que 3 han sido en movimiento, con un desnivel acumulado de 760 metros D+. Una
extraordinaria vuelta, con buen tiempo y en buena compañía, por un sorprendente
entorno, y con un plus que nos ha transportado a tiempos pretéritos, tiempos en
blanco y negro, y en los que cada uno desde su posición intentábamos darle
color.