AQUERAS MONTAÑAS
Punta Escaleras (3.027 m)
Monte Perdido (3.348 m)
Jueves, 8 de septiembre de 2016
Monte Perdido.
Gallo del gallinero,
Culeca, sin embargo
De cuatro hermosos valles
A los que nacimiento y vida das
Y que a todos enamoras
No cambies, Monte Perdido
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Hacia el objetivo |
El Monte Perdido, con sus 3.348
metros de altitud, es la mayor altura del macizo que lleva su nombre, y que es
considerado como el macizo calcáreo más alto de Europa. Está acomodado entre
sus hermanos Cilindro de Marboré (3.325 m) y Soum de Ramond, o Pico Añisclo
(3.257 m), constituyendo las llamadas Tres Sorores, o Treserols. Tres hermanas,
en definitiva, como lo fueron aquellas pastoras de la leyenda que tuvieron sus
escarceos con tres jefes de tribus rivales, y que los dioses hicieron surgir
estas tres grandes moles en el horizonte para que perdurara en la memoria su
historia. Otra nos cuenta la existencia de un palacio en su cumbre, construido
por Atland, y al que sólo se podía acceder a través de un caballo alado. O esa
que describe a un pastor que hizo caso omiso de un vagabundo que andaba por
ahí…
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Auténticos privilegiados |
En fin, esta diversidad de
orígenes míticos y legendarios nos da una idea de la importancia que ha tenido
para las gentes del lugar, y los que se han acercado a él, este extraordinario
monte. Un monte que ve cómo se desgarra la tierra a sus pies. Un monte que ve,
que ha visto, a lo largo de los últimos milenios cómo los hielos han ido
labrando esos valles eternos e infinitos de belleza. Un monte que, como gallina
culeca, protege a sus polluelos bajo sus faldas. Ordesa, Añisclo, Escuaín,
Pineta. Unos valles distintos, pero con algo en común, que son regados por las aguas
que este gigante filtra entre sus entrañas. Unas entrañas cuya función reconocemos y
agradecemos. Pero no vamos a hablar de sus entrañas, vamos a hacerlo
de su piel, de la epidermis más rugosa, más rocosa, más expuesta a los
elementos, y más inclinada, para alcanzar su cumbre a través de una ruta poco
habitual, la Punta Escaleras, que como buen telonero antecede a la orgía visual
y sensorial del grande, y que tras una vaguada hace clavar en nuestra vista y
nuestras manos esos escarpes que le dan nombre. Todo eso, y más, con Clara y
Álvaro. Vamos.
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Ya en Góriz |
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Ancha y empinada canal de arranque |
Ocho de septiembre. Siete de la
mañana. Trece grados. Un escándalo a los 2.180 metros de altitud próximos al
mirador de Ziarracils, el más oriental de la sierra de las Cutas, que cierra el
cañón de Ordesa por el sur. Como no ha llegado todavía el alba, vamos a por
ella, y lo hacemos por el sendero que jugueteando con los abismos de esa
sierra, gana terreno por Cuello Gordo y nos aproxima al collado de Arrablo,
para tomar el GR 11 y tras hora y media, llegarnos hasta Góriz, donde bulle ya
el movimiento de montañeros con su proyecto en la cabeza, como nosotros, que
tomando el camino de subida normal al Perdido, en poco más de media hora, y
unos metros antes de llegar a un gran hito, abandonamos para meternos a la
derecha, y dar comienzo al verdadero ascenso a esta primera cota del día.
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Llegando al collado |
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Progresando |
Una ancha y corta, pero pendiente, canal, nos da la bienvenida, y a su final nos obsequia con una espectacular
vista sobre la espesa boira que cubre los valles. Unas nubes que ya
hemos venido intuyendo, y que tienen apresados visualmente a los habitantes de
los fondos de valle, que ven un mal día para hacer montaña, pero que a nosotros
nos parece excelente. Bocado y trago, y arrime a la pared para sobreponernos al
primer uso de manos, por una corta fisura tras una repisa horizontal, al cabo de la
cual encontramos las primeras flores de nieve. Nuestro caminar discurre por
sendero bien trazado que va haciendo lazadas para disimular la pendiente, sin apenas conseguirlo.
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La montaña y el ser humano, de piel a piel. Primeros escarceos |
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Como un velo de penumbra, se extiende la boira por el valle |
Las boiras se pasean por el valle
de Ordesa como por el pasillo de su casa, llegando hasta su rinconada. El sol
va acariciando su lomo, que hace que finalmente se derritan. No así las del
valle del Cinca, que resisten esas caricias haciéndose fuertes. Sólo las puntas
más altas de Peña Montañesa, Castillo Mayor, Sestrales y poco más, se aúpan
para respirar. Nosotros, apenas lo podemos hacer, la pendiente prima. Sólo los
pasos echando las manos nos dan un respiro. Pasos que se van sucediendo, pero que
no pasan de ser un mero entretenimiento.
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La primera visión sobre la parte superior del circo de Góriz es apabullante |
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En busca de los resaltes |
Poco más de tres horas y media
para asomarnos a poniente sobre el impresionante circo de Góriz, escoltado por
el Cilindro de Marboré y el Monte Perdido, que impaciente nos aguarda. Los
impresionantes paredones de este macizo se muestran impertérritos ante los
abismos que originan. Los dejamos ahí a su rollito y en diez minutos nos
acercamos al punto más alto de esta Punta de las Escaleras, auténtico telonero
del monte estrella de la jornada y de la redolada. Una plataforma ésta, que
desde abajo pasa inadvertida, porque su horizonte se ve engullido con el
paredón del Perdido y que nos queda por delante. Pero antes, hay que bajar a
una, cómo diríamos, poco deseada vaguada, que nos hace perder desnivel. Es la
forma que tiene la montaña de jugar con el que a ella se acerca. Juguemos,
pues.
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Belleza en estado puro |
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Segundo resalte |
Tras llegar a este atípico
cuello, hemos de afrontar la subida ya del gigante. Y lo hacemos a través de
las duras rampas para superar los trescientos cincuenta metros que nos separan
de la cima del coloso. Unas rampas que te dan un respiro para superar los dos
resaltes que tienen intercalados, en los que hay que echar nuevamente las
manos, pero se cuenta con una caliza de gran adherencia y buenas presas. El
segundo de ellos está provisto de una cuerda, que no va mal, aunque no se debe
emplear como recurso principal. A nuestra derecha, se va abriendo la cuenca de
Arrablo, con su ibón a los pies del pico Añisclo. Y ya no queda más que rematar
ese sinuoso sendero de piedras que te lleva a lo más alto de hoy, a lo más alto
del macizo, a lo tercero más alto del Pirineo. La silueta del vértice geodésico
rasgando el horizonte es determinante.
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Acariciando visualmente la cumbre |
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Bailando entre boiras |
Cinco horas y cuarto han tenido
la culpa. Cinco horas y cuarto de auténtico disfrute por encima de las nubes.
Cinco horas y cuarto acariciando la piel de estas montañas, cuya vertiente
norte no está mejor que la que hemos traído. El tiempo está cambiando. Las
boiras que hemos visto retirarse del valle de Ordesa vuelven sobre sus fueros,
señal de que le han ganado el último pulso al sol, a un sol que térmicamente no
va a dar ya mucho más de sí, y que provoca unas peleas etéreas entre esas nubes
que buscan su acomodo en el espacio, y que por ahora no lo encuentran. Entre
tanto y cuánto, el espectáculo que nos dejan es auténticamente singular.
Las grietas que las eras geológicas han ido diseñando a los pies de este gran
macizo se abren ante nuestra vista por entre esas nubes que juguetean con
ellas. Otro gran monte, otra gran jornada, otras sensaciones inenarrables que quedan
en lo más profundo del ser y que se hacen inabarcables. Momentos compartidos.
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Cilindro de Marboré, Astazus, Brecha de Tucarroya, Ibón helado de Marboré |
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Cilindro de Marboré, con su ibón Helado a los pies |
El cambio de tiempo va tomando
velocidad, y nos vemos rodeados ya por las primeras pinceladas de esas nubes
que hasta ahora se han mostrado recatadas y ocupando los fondos de los valles.
Daban tormentas por la tarde. No queremos arriesgarnos y sin terminar de comer
y de disfrutar, emprendemos el descenso por la vía normal, que tras bajar a esa
ante cima norteña, te engulle sin remisión para bajar esos trescientos metros
de desnivel, en los que el Lago Helado se nos va haciendo más grande a cada
paso que damos. Incómoda pedrera primero, y el lomo de un resalte después, para
llegarnos a él y no pasar de largo. Una hora más hasta coger la ruta de esta
mañana, que nos ha subido hacia el Escaleras.
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Paso delicado provisto de cadena, por encima de la Ciudad de Piedra |
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Mirador de Zierracils, sobre el cañón de Ordesa |
Y ese ánimo de no perder tiempo,
avalado por unos cielos cada vez más negros, nos hace no pasar por el refugio para ir acortando y dirigirnos hacia el arranque del collado de Arrablo, para meternos ya en esa senda que pasando de nuevo por Cuello Gordo, nos lleva hasta
el vehículo, no sin antes asomarnos al mirador de Ziarracils y rendir el último
tributo al valle de Ordesa, estreñido por una pertinaz sequía que está
adelantando los ocres y marrones en sus frondosos bosques caducos. De hecho, la
Cola de Caballo se muestra avergonzada de no ser ni la sombra de lo que es en
otra época, ya que no le llega el agua ni al lecho del Arazas, que arrastra su cauce seco hasta que se ve alimentado por pequeños torrentes antes de
las Gradas de Soaso.
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El CP Mayencos en la cima del Monte Perdido |
Damos así por concluida una
jornada más entre amigos y entre buenas montañas, a las que les hemos dedicado
9h 30’ de tiempo total, del que 6h 30’ han sido en movimiento. Todo ello para
recorrer 21,3 km, y salvar en torno a 1.650 metros de desnivel acumulado D+.
Unas montañas calizas, secas, ásperas, agudizado por una pertinaz sequía que no
nos regala ni una gota de agua desde hace casi tres meses, y que esperamos que
cuando lo haga, lo haga con calma.