8ª Marcha por La Galliguera
Sábado, 23 de abril de 2016
Día del patrón, santo patrón dicen algunos. Hagamos Aragón. Aragón, tierra de gran riqueza
medioambiental y paisajística. Aragón, tierra de grandes espacios, de cielos
abiertos. Aragón, tierra de llanos y montañas. Aragón es nuestra tierra, y de
la que estamos muy orgullosos. Si subes de la depresión del Ebro hacia la
cordillera pirenaica, antes de llegar a ella, encontramos unas formaciones,
llamadas Sierras Exteriores. Algunas, muy peculiares, Riglos, Rueba, Agüero, ahí
están, enhiestas, altivas, soberbias, muy seguras de sí mismas, esas peñas, mirando
al infinito con sus ojos de piedra y sus pies regados por un río donde se
reflejan. Un río que vertebra el territorio, y que desembalsado se torna juguetón,
alegre, vivaracho, enredón con barcazas y nabatas, al margen de lo que le
depare el futuro.
Quince andarines del Club
Atletismo Jaca llegamos a Agüero convocados por esta 8ª Marcha por La Galliguera.
La Peña Sola está menos sola. Mañana fresca, despejada, valiente, que nos
arremolina en la plaza, que nos reúne en torno a un tente en pie para salir ya
con la energía que exigen los próximos 22 kilómetros, con la energía que exigen
las próximas 5 horas. Palabras de bienvenida, últimas recomendaciones y… al
turrón.
La salida por las calles del
pueblo nos muestra bellos y pacientes rincones. Enseguida al monte, a por un
sendero que pronto se empina buscando los nortes. Sierras calladas. Las alturas
nos van ampliando el horizonte, un horizonte nevado en dirección al Moncayo.
Sin reblar seguimos en serpenteante caminar hasta el collado de Punta Común,
que nos descubre unos espacios realmente bellos. La mañana no ha levantado
todavía el algodonoso manto de cobertoras nubes que cubre el fondo de los
valles. Nosotros, felices por encima, como las puntas de los mallos de Riglos,
ya desperezadas.
Sólo nos resta bajar del todo.
Ermita de San Chinés, que convierte la senda en pista, hasta la carretera a la
altura de la entrada a Carcavilla, donde tras ocho kilómetros, encontramos el
primer avituallamiento. Cruzamos el Gállego y por camino diverso llegamos hasta
el cauce de ese canfranero que se crece en su pasado, no se resiste a su
presente y reivindica su futuro. Junto a las vías dejamos nuestros mejores
deseos. Por definido sendero, robado a las rocas en algún tramo, nuestra vista
se va distrayendo haciendo tirabuzones con el espacio, con el viento, con la
luz, con el río que mece a las barcazas. La Ruta del Carburo se vuelve a
emparejar con la elevada vía del tren, desde donde caían esos restos de carbón
que vamos pisando.
Riglos nos acoge como siempre,
con gentes colgadas que se contornean por sus caminos verticales, caminos de
piedra, de conglomerados, robados a los lejanos fondos marinos. Segundo
avituallamiento, y seguimos. Salimos del pueblo por entre centenarios, quizá
milenarios olivos, donde se cobija el viento, que esconden los secretos del
tiempo en sus retorcidos pliegues, que no vieron las casas pero vieron el sol,
que no vieron las vías pero vieron el aire, el río, lo que amamantó a todo
ello, a ellos también. Ilusión de plantarlos, ilusión de verlos crecer, ilusión
de ordeñar sus preciados frutos, como la ilusión que lleva este grupo
circulando por el Camino Natural de la Hoya de Huesca camino de volver a cruzar
el río por el puente vibratorio, que en sus dos piezas se mece a nuestro paso.
Enfilamos ya la llegada a Murillo
de Gállego, que también tienen sus peñas, las de Rueba, aunque mallos no los
llamen, porque tan vistosos no son, pero ahí están, reflejados también en ese río
que de las Galias trae las aguas y el nombre. Tercer avituallamiento y
empinadas calles. Saliendo de ellas nos incorporamos a la calzada medieval, y
tras de ella, por el canto de unos campos que contagian su alegría entre
oliveras y almendreras, llegamos a salir a la carretera, que pisamos unas
decenas de metros, y siguiendo por las señales del Camino Natural de la Hoya de
Huesca, entramos en ese Agüero que nos vio salir y ahora llegar.
Alargadas mesas cubiertas de
blanco satén de celulosa, dispuestas para los comensales, que poco a poco nos
vamos arrimando al amor de la comida que ha visto el paso del tiempo. Breve
sobremesa y cada mochuelo a su olivo. Otra jornada más, pasada en armonía, por
estos montes, que un día fueron reino, reino de batallas y pugnas por recuperar
lo que era suyo, reino que en su devenir ha ido destilando esas esencias que sólo
con los ojos abiertos de dentro se pueden captar, reino que plantados vieron a
estos mallos que le dieron nombre. Para nosotros, también un verdadero placer
el recorrer estos 21,6 km en 5h 10’ de tiempo total, del que 4h 35’ ha sido en
movimiento, con un desnivel acumulado en torno a los 1.200 metros. Hoy, los
andarines del Club Atletismo Jaca hemos reinado en estas montañas.
Las fotos, en:
https://picasaweb.google.com/chematapia/6277172599326327665
El track, en: http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=13070868