AQUERAS MONTAÑAS
Vuelta al Perdido
Sábado 22 a martes 25 de agosto de 2015
El amor, la pasión, siempre prestos a crear una tensión… no tienen
opción, les gusta, está en su ADN. Cuando el amado va en pos de su amada… y la
amada lo sabe, se crea un ambiente especial, se crean unas corrientes,
intangibles corrientes, que todo lo envuelven. En sus mundos todo lo envuelven.
Unos mundos que no siempre coinciden. Ellas, ahí, mayestáticas, enhiestas,
viendo pasar el tiempo lentamente, muy lentamente. Nosotros, de paso, más
veloces, más fugaces, más queriendo gastar, gustar, un tiempo que no tenemos y
que se nos hace el culo gaseosa sólo de pensarlo. Las montañas y el hombre. El
hombre y las montañas. Una pareja indisoluble a lo largo de los siglos, de los
milenios, de los distintos presentes que permanentemente se nos brindan para
llenarlos con nuestra presencia, con su presencia, juntos, unidos. El hombre no
se puede disociar de las montañas, son un reflejo de la vida, sin dificultades
no hay crecimiento.
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Edelweiss |
Mirarnos en sus cumbres, reflejarnos en sus lagos, en el discurrir de
sus aguas por las laderas, auparnos a sus abismos. Ese es el oficio del errante
montañero, el de sufrir, el de disfrutar, el de tratar de comprender cómo surge
la vida en cada brizna de hierba, en cada gran árbol, en las grandes rocas, y
en las pequeñas, en las complejas estructuras de los grandes animales, y en los
pequeños, en el aire de una tormenta, en el sol que se despereza, o el que se
va a dar lección a otra parte, en la noche estrellada. Seres todos ellos, unos
más animados que otros, pero que forman parte de los espacios infinitos que
escudriñamos cada vez que nos aupamos a un collado, que nos alimentan, y de los
que también formamos parte, o al menos, eso pretendemos aunque sea sólo por un
momento.
Un oficio que para que no se nos olvide hemos de continuar
practicando, y en esta ocasión lo vamos a hacer con un grupo humano al que le ha
seducido la idea de darle la vuelta al macizo de Monte Perdido, una extraordinaria
travesía que aunque hay quien la hace en un día, nosotros la haremos en cuatro
tranquilas jornadas, por cabeceras de valles auténticamente privilegiados,
Pineta, Estaubé, Gavarnie, Ordesa, Añisco… todos confluyentes en ese imponente
macizo calcáreo, considerado el más alto de Europa, y que incluidos en el
Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido de España y el Parque Nacional de los
Pirineos, del país vecino, son también Reserva Mundial de la Biosfera Ordesa –
Viñamala de la UNESCO. Un recorrido espectacular, en definitiva, que con
paciencia iremos alimentando su exigencia. Sara, Eva, Ástrid y Javier, nos
acompañan en esta nueva aventura que seguro no nos va a defraudar. Vamos.
Viernes, 21
de agosto. Aproximación al refugio de Pineta. No son las seis de la tarde todavía, cuando llegamos al refugio de
Ronatiza, en el Valle de Pineta, muy próximo al parador. Jaime nos atiende con
la amabilidad habitual. Antes de
cenar, el obligado paseo por el bosque de hayas, muy próximo al río, o al menos
a su lecho, porque el agua de las cascadas que se dejan ver prefiere coquetear
bajo tierra. Un paseo para rendir pleitesía al entorno. Ya no hay marcha atrás,
repaso de ruta sobre el mapa… y todo un mundo por descubrir por delante.
Sábado, 22
de agosto. Primera jornada. Refugio Pineta – Refugio Espuguettes. La mañana nace un tanto dubitativa,
pero no tanto como para no ofrecernos su mejor tarjeta de visita con unos
pálidos rojizos que contrastan con el nublado cielo que también participa de
ellos. A priori, hoy era el día con peor predicción meteorológica. Sea la que
sea, hay que hacerle frente.
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Así se queda el valle |
A un cuarto para las ocho comenzamos la travesía,
comenzamos esta primera jornada, y lo hacemos por los rincones por los que
paseamos ayer. Acariciamos el lecho del río, acariciamos el fondo del valle,
acariciamos la piel de esta tierra bajo la vaporosa capa de su vestido que
vamos dejando atrás. Pronto salimos a un punto cercano a la carretera y pasamos
el río por el puente próximo a esa explanada que rige la estación de esquí
nórdico. Nos metemos en el bosque. Nos metemos en los confines del bosque para
volver a cruzar el barranco que con fuerza conduce las aguas que tormentosas
bajan por estas laderas, dando nacimiento al río Cinca, que recorre este valle
y se amansa en el embalse de Mediano.
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Lago Helado de Marboré y norte del Perdido |
No llevamos una hora caminando cuando se termina el
placentero deambular por el fondo del valle, dando comienzo a la subida,
placentera también, pero interminable subida hasta el Balcón de Pineta. Unas
interminables zetas decimos, para salvar los mil cien metros de desnivel hasta
esta atalaya sobre el valle, que nos recibe ya con las ropas de agua puestas, y
con unas vistas que más hay que adivinar que lo que nos ofrece. Esta plataforma
nos da entrada a un nuevo mundo, dominado por el enorme impacto visual de la
norte del Perdido, con su fragmentado glaciar. El tiempo sigue lluvioso, lo que
acrecienta la sensación de paraje fantasmagórico el que atravesamos hasta dar
con la cuenca ocupada por el Lago Helado de Marboré, con su vigía permanente en
forma de corte, en forma de paso, en forma de brecha, la de Tucarroya, que
alberga su característico refugio.
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Llegando al refugio de la brecha |
Hemos de recortar el lago dejándolo a nuestra
izquierda, para lo que hay que descender unas plataformas por unos pasos muy
rebuscados, que nos obligan a echar las manos. Una vez ya en la orilla, nos
incorporamos a la pedrera que nos lleva a la vertical del refugio, que hay que
acometer ya irremediablemente. La llegada a este singular refugio es siempre
motivo de satisfacción, un nuevo hito se ha conseguido. Situado en la mismísima
brecha, a 2.666 metros, como reza un letrero en su interior, en el que se
incluye su propiedad al Club Alpin Lourdes.
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Momentos cuidadín |
Oportuno lugar para echar un bocado, y sin quitarnos
las ropas de agua comenzamos el descenso, dando vista ya al valle de Estaubé,
por unos caminos que hay que adivinar a cada paso, diseñando el descenso de
forma creativa. Unos caminos auténticamente destrozados por las nieves y los
hielos, y su propia inclinación, claro. Unos caminos que, aunque ha cesado la
lluvia, ha dejado su impronta en las piedras, que adquieren vida propia cada
vez que te apoyas en alguna de ellas. Eso las grandes, porque el cascajo ni
contamos. Momento de cierta tensión, en definitiva, sólo paliados con la
llegada a tierra firme, en ese collado que forma la montaña con ese apéndice
llamado Borne de Tucarroya. Tres cuartos de hora para descender 235 metros por
un terreno que se va con los pies.
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Descansando en la Hourquette d'Alans |
Ya tenemos a la vista, si no nuestro próximo hito, la
Hourquete d’Alans, sí las zetas que a él llegan. Desprovistos ya de las ropas
de agua, vamos alcanzando ya la base de las mismas, sin dejar de admirar este
recóndito y verde valle, en cuyo comienzo se acomoda el lago que participa del
nombre de todo el entorno, Estaubé. Cansino y esforzado caminar nos aúpa al
collado, a éste de Alans, que nos da vista ya al mundo Gavarnie, que
contemplamos con la boca abierta y la respiración contenida. Procesar tanta
belleza lleva su tiempo. Detrás dejamos el circo de Estaubé y su valle. Los
picos de Pailla median entre los Astazus y nosotros, por el sur; y por el norte
el cordal de los Pimené. Por delante todo un mundo de sensaciones, colgadas
sensaciones sobre un punto distal de este amplio universo de Gavarnie, desde el
que podemos apreciar ya la Brecha de Rolando a nuestra izquierda, en
lontananza, y desde el que podemos adivinar, que no ver, el gran macizo del
Vignemale.
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Refugio de Espuguettes |
Bocado, trago, descanso, alegría. Tres cuartos de hora
nos quedan para disfrutar del descenso hasta el refugio de Espuguettes, al que
llegamos antes de las cinco de la tarde, y con unos cielos que nos persiguen y
que tienen muy malas pulgas, algo que queda demostrado al rato de llegar en
forma de estrepitosa tormenta de granizo, que todo lo cubre, quedando una
apariencia de montes nevados. Los cielos se iluminan, el espacio radioeléctrico
se llena de energía de alto voltaje, los truenos rugen y hacen tambalear hasta
el mismísimo refugio. La fuerte tormenta hace temblar a todo lo que le es
ajeno. El agua cae sin piedad no dejando vivir a los barrancos, que bajan
atropellados, sorprendidos, no saben qué hacer con tanto ruido y con tantos
materiales que arrastran. Todo ha cambiado en un momento, y somos testigos de
ello. La apabullante naturaleza impone su ley, y nosotros, agradecidos bajo
techo, la acatamos. Mañana será otro día. Hoy, viene así la tarde, una tarde
especial, de un día especial, que trae emociones especiales, mecidas sobre un
par de llamas y unos furtivos compases al aire, centrados en un único
pensamiento.
Resumen técnico primera etapa: Refugio
Pineta – Refugio Espuguettes.
Distancia: 17 Km.
Tiempo total: 9h. En
movimiento: 6h.
D+: 1.850 m. D-: 1.095
m.
Altura Máxima: 2.670 m. (Brecha de Tucarroya). Mínima: 1.240 m.
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Chalet Le Pailha |
Domingo, 23
de agosto. Segunda jornada: Refugio Espuguettes
– Refugio Serradets. Tras una noche tormentosa, en la que han vibrado hasta los cimientos del
refugio, nos ponemos en marcha para emprender la segunda jornada de esta
travesía. El tiempo no se ha enterado de las predicciones y sigue a la suya.
Está muy a gusto donde está, no se lo podemos reprochar, porque es como
nosotros… la única cuestión es saber si a lo largo del día vamos a ser
compatibles ou pas.
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Bajando por el bosque |
Emprendemos pues la marcheta bajando hasta el fondo de
este barranco, que ya se ha quitado de encima las aguas royas de ayer y los
materiales que arrastraba, predominando ahora esas aguas limpias fruto del
blanco desangrado de los neveros, dejando bien claro que la limpieza siempre
debe prevalecer. Cruzando esas aguas, cruzando ese camino de vida, una palanca
nos transporta al otro lado, encontrándonos enseguida una pequeña campa que
alberga el Chalet Le Pailha, que nos evoca lugares orientales, al pie de
enormes montañas. Seguimos descendiendo por sendero de bosque, al pie de
murallones de roca que no terminan de ofrecer sus frutos de agua cosechados
durante la tarde y noche pasadas.
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Mágico bosque |
Conforme avanzamos, se nos va abriendo el valle,
profundo valle de Gavarnie, con su población más abajo. Un fondo de valle al
que tenemos que llegar irremediablemente, y que lo hacemos, concretamente a la
altura del Hotel del Circo y Cascada de Gavarnie, presto para recibir a
visitantes, pero sin ellos todavía. Sólo nosotros por aquí. Sólo nosotros somos
los privilegiados hoy, a estas horas, en este momento. Sólo para nosotros se
nos ofrece el espectáculo de la Gran Cascada, que con sus más de 400 metros de
caída está considerada como la mayor de Europa. Ella no está sola, cualquier parte
del circo está adornada con esos cortinajes de agua. Entre tanto y cuanto, fotos,
risas y bocado.
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La Gran Cascada |
El sendero principal sigue en dirección a la base de
la cascada, pero pronto hay que tomar el desvío para cruzar el río, y lo
hacemos furtivamente por un nuevo puente, que entendemos todavía no abierto al
público, pero no tenemos otra opción. El anterior, más abajo, se lo debió de
llevar algún enfado de los elementos, que aquí están de lo más susceptibles.
Estamos justo en el fondo del circo, un circo de verticales y enormes paredes
que quita la respiración. Un circo que parece inexpugnable. Un circo que no da
facilidades visuales para que sea tomado. Bien, pero sabemos que con esfuerzo,
se puede. Nos vamos aproximando, pues, a la base de las Echelles, o Escaleras,
unas casi verticales gradas de la misma roca, formadas en un escondido pliegue,
que permiten acceder a una plataforma, en la que el pasto y la roca conviven en
harmonía, lo que aprovechamos para echar otro bocado antes de acometer la subida
final, ya más tendida al refugio.
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En plena ascensión |
Los aproximadamente 400 metros de desnivel nos han
llevado como dos horas. Dos horas guapas, de tensión controlada, disfrutonas,
de contacto con la piedra, de caricias constantes, de intercambio de
sentimientos, de dar y de recibir. De sentir su latir, y ella nuestro impulso.
Dos horas, únicas e irrepetibles en toda la travesía, y que ya las habíamos
probado en otra ocasión, pero de bajada... y no es lo mismo, no. Hoy, al contrario que en
aquella otra ocasión, que el agua y el granizo también quisieron estar
presentes, hoy decimos, a pesar de habérnoslo anunciado, finalmente no lo ha
hecho, lo que acrecienta enormemente la seguridad.
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Ástrid con Ramón bajo la Brecha de Roldán |
Bien. Estamos en el seno de un amplio barranco,
llevando a nuestra derecha esa tiesota cresta que se da en llamar Serradets, y
que amplía el nombre al entorno. Otros más de 400 metros de desnivel, que los
hacemos ya en tres cuartos de hora, nos quedan hasta el refugio, que se ve allá
en lo alto, y que se nos acerca a cada paso que damos. Un refugio que bulle en
actividad, estamos en la época. Hay quien sube, quien baja, quien llega, quien
se va. Hay quien está por aquí con la mirada en alto contemplando tan magno
espectáculo desde estos 2.580 metros de altitud. Gente de todo pelo, de muchas
nacionalidades. Los habrá habituales de estos pagos, los habrá de lugares
remotos que no repitan, los habrá ilustres, como Ramón Ferrer, “Monrasín”, ese
incombustible corredor por montaña, al que nuestra particular reportera Ástrid
ya le ha echado el guante. Muy pispa, sí. Departimos un raté con él, y le
dejamos marchar de nuevo a Bujaruelo.
La Brecha de Roldán se entrevé cuando los vaporosos
velos de las caprichosas nieblas se lo permiten. Nos acercamos al collado
camino de Bujaruelo, donde se nos abre otro horizonte. De vuelta al refugio,
pasamos la tarde entre mapas, humeantes chocolats chauds, y sones, que divierten
a propios y extraños. Hoy nos ha respetado el tiempo, que según las
predicciones, mañana se tendría que ir a dar lección a otra parte. Veremos.
Resumen técnico segunda etapa: Refugio Espuguettes – Refugio Serradets.
Distancia:
8,6 Km.
Tiempo total: 5h 30'. En movimiento: 3h 20'.
D+: 1.130 m. D-: 565 m.
Altura Máxima: 2.587 m. (Ref Serradets). Mínima: 1.564 m.
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Nos ponemos en marcha |
Lunes, 24 de
agosto. Tercera jornada: Refugio
Serradets – Refugio Góriz. Las noches en los refugios de montaña suelen ser de
supervivencia… y algunas, más. Se nos antoja difícil de recuperar la membrana
pituitaria, pero habrá que intentarlo. Ahí lo dejamos. Bien. El tiempo ha
vuelto a recitar el famoso “no te oigo”, y sigue en sus trece… o más, porque la
impresión que tenemos al asomarnos al exterior es que nos han abducido. La
visibilidad reducida al máximo, y por si fuera poco, lloviendo. Al mal tiempo,
buena cara. Es lo que hacemos, además de esperar a ver si se le va el enfado. Y
lo conseguimos. Al cabo de más de una hora deambulando, finalmente tomamos la
decisión de salir. Y como la etapa de hoy no es muy larga, lo hacemos con el
propósito de llegarnos hasta el Taillon.
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Se pone imposible el avanzar |
Dos mermados neveros separan los más de 200 metros de
desnivel hasta la brecha. El primero ya no se pisa. Tras la resbaladiza
plataforma, acometemos el segundo. La llegada hay que hacerla con las manos por
delante. El panorama aquí es peor que abajo. El fuerte y frío viento reinante
nos ofrece dudas sobre si ir o no a este objetivo opcional. Sí, vamos.
Dibujamos la base del Bacillac y nos asomamos a la Falsa Brecha. Peor todavía.
Más dudas. Seguimos. Llegamos hasta el Dedo. Peor todavía. Más dudas. Seguimos.
Un poco más, y… ninguna duda, nos volvemos. A una media hora de la cima (3.144
m), y a 70 de llegar a los míticos tres mil, la tozudez del tiempo en forma de
vientos huracanados y opacas nieblas nos hace desistir. Vuelta a la Brecha.
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Paso de los Sarrios |
Emprendemos ya la incipiente e inestable senda que nos
deja en las cadenas del Paso de los Sarrios, bajo los paredones del Casco. Le
sigue un tramo de bolos, en el que buscamos acomodo para echar un bocado.
Seguimos hasta la Gruta Helada de Casteret, vallada desde hace unos años,
protegiéndola de ese modo para restringir su uso al puramente científico.
Lugares únicos, con medidas excepcionales. El mal orache ya se ha decidido a
emigrar. Desde aquí, la vista de todo el cordal pateado hace tan sólo menos de
dos horas se nos hace plena. Es lo que nos ofrece, a cuenta de la visita.
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Entrada a la Gruta Helada de Casteret |
Bajamos ya al mundo Millaris, casi hasta su collado,
para continuar por sendero colgado y agradable en dirección a Góriz, y como el
tiempo nos lo permite, ligeros ya de mochilas, nos subimos al Tobacor, un monte
que con sus 2.780 metros es una excelente atalaya sobre el entorno. Un monte,
decimos, que hace muga entre lo visible y lo invisible, entre la parte popular
de Ordesa y su trastienda. Un monte que levantándose las faldas, deja caer,
deja asomarse, esa Cola de Caballo, que alimentada por varios barrancos,
principalmente el de Góriz, rompe aguas, dando nacimiento al Arazas, que da
frescura, color, vida, a este singular Valle de Ordesa, por cuyos andamios
seguimos colgados.
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Cena en Góriz |
Refugio. Petao, para variar, pero al ser horas en las
que el personal está en el monte, podemos hacer las maniobras de llegada y
acomodo sin apreturas. Hasta la ducha fría nos sabe buena, en los dos
anteriores ni eso. Subimos con Ástrid en busca del locutorio, que está “en a
tomar pol (pitido) de aquí”, casi llegamos al Perdido buscando señal. Pero la
encontramos y podemos dar señales de vida. Cena y a dormir. Hoy, esta tarde, sí
que parece que, aunque con dos días de retraso, ha cambiado el tiempo. Mañana
se prevé bueno, que no está mal para la faja.
Resumen técnico tercera etapa: Refugio Serradets – Refugio Góriz.
Distancia: 14,1 Km.
Tiempo total: 6h 45'.
En movimiento: 4h.
D+: 1.130 m. D-: 1.530 m.
Altura Máxima: 2.930 m. (Punto
retorno Taillon). Mínima: 2.168 m.
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Prestos para la última jornada |
Martes, 25
de agosto. Cuarta jornada. Refugio
Góriz – Refugio Pineta. A por la última. La mañana sale fresca, radiante,
despejada, como prometió anoche, de hecho nos encontramos algún corro helado
junto al sendero. Los montes van siendo acariciados por los primeros rayos de
sol, con unos colores como él sabe darlos. Unos cielos, adornados por escasas
nubes que participan también de esos mágicos colores, pero que no tienen más
pretensiones. En una hora, rodeando la base de la Torre de Góriz, o Morrón de
Arrablo, nos presentamos en el collado de este mismo nombre, también llamado
Superior de Góriz, que es el mundo que abandonamos, pasando de la cuenca de
Ordesa a la de Añisclo. Estamos bajo la Punta Custodia a nuestra derecha, en lo
más alto de ese barranco de Arrablo, el primero que alimenta el Bellós por su
derecha.
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Hitos en el camino |
Abandonamos, pues, esos cielos, ese ambiente de
Ordesa, para centrarnos ya en el de Añisclo, valle hermano, valle que
languideció, valle que corrió peligro, valle que fue recuperado por la fuerza
de la razón de las garras de la razón de la fuerza. Valle que se vio a punto de
sucumbir bajo las aguas de un pantano, y sus ambiciones hidroeléctricas. Valle
que finalmente, y por presión popular, se vio incluido en la ampliación del Parque Nacional. Nos vamos metiendo,
pues, en este mundo. Tenemos que ir acercándonos a la Faja de la Punta de las
Olas, y ello nos exige alguna subida para pegarnos más a la roca, hasta que en
un punto no muy determinado nos vemos ya inmersos en esa travesía aérea que
exige nuestra atención, porque los patios son enormes, pero que deteniéndonos
somos capaces de contemplar y asimilar. El Cañón de Añisclo a nuestros pies.
Casi nada.
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Progresando |
Al ir rodeando la Punta de las Olas se nos va abriendo
el espacio para dar vista ya al collado de Añisclo, pero aún nos queda para
llegar a él. La senda nos lleva a la parte baja de un corto barranco equipado
con una cadena para remontarlo, seguido de un paso horizontal ayudados por otra
cadena. A continuación hay algún tramo con grandes e inclinadas losas,
equipadas también por otra. El camino sigue entretenido, pasando por debajo de
una escorrentía de agua, que hay que probar en evitación de males mayores. Finalmente
llegamos a un primer collado, llamado del Maquis. Entre uno y otro collado,
la Punta del Valle nos acoge en sus faldas para echar un bocado y tomar fuerzas
para el salvaje descenso hasta Pineta, cuya vista aérea contemplamos con gran
asombro.
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Collado de Añisclo |
Duelo nos hace, pero hay que bajar. Más de 1.200
metros de desnivel, que hacemos en casi tres horas. Terreno descompuesto al
principio. Senda más asentada después. Y bosque, con algún paso que no se
merece. Es el resumen de esta larga bajada, que nos deja en el lecho del río,
que no es más que eso, lecho. Es el Cinca, con fuentes, con cascadas que lo
alimentan desde su nacimiento, pero su escaso caudal decide hacerse freático
antes de llegar por aquí. De nuevo en el refugio de Pineta, del que salimos
hace cuatro días. Aseo, refrescos, comida y camino de nuestros valles.
Resumen técnico cuarta etapa: Refugio Góriz – Refugio Pineta.
Distancia: 12,6 Km.
Tiempo total: 7h. En
movimiento: 4h 30'.
D+: 745 m. D-: 1.695 m.
Altura Máxima: 2.705 m. (Faja de la
Punta de las Olas). Mínima: 1.240 m.
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Es difícil resumir en unas líneas tantas sensaciones,
tanto visto, tanto vivido, tanto puesto a disposición de nuestros sentidos. Una
ruta ésta que si estás a su altura, literal y no, es capaz de hacer tambalear
los más mínimos resortes del alma. Se pasa por espacios únicos de inigualable
belleza, alrededor del macizo calcáreo más alto de Europa, el del Monte Perdido.
Unos espacios incluidos en la figura de máxima protección, la de Parque
Nacional, en ambos países, amén de ser Reserva de la Biosfera. A través de dos
portentos de la naturaleza, donde los montes se agachan para formar la Brecha
de Roldán y la Brecha de Tucarroya, hemos permeabilizado el paso a uno y otro
lado de la cordillera, rodeando y dejando siempre a nuestra izquierda el Monte
Perdido, el Cilindro, el Marboré, los Astazus, picos de la Cascada, Casco,
Espalda, Soum de Ramond, Punta de las Olas, Baudrimons, Esparrets…
Individualidades todas que se esfuerzan por lanzar un canto coral a la vida.
Individualidades todas que como ramas del mismo tronco, lanzan a los cuatro
vientos su belleza, y que forman excepcionales valles y circos como el de
Ordesa, Añisclo, Pineta, Estaubé y Gavarnie, que se dan la espalda pero no
porque estén enfadados, no, sino para formar, para aupar, estos singulares
montes, que han sido nuestro hogar durante estos cuatro días.
Aquí termina esta aventurilla, con el
agradecimiento propio a estos bellos lugares, siempre prestos a nuestra visita.
Y por supuesto, a la esforzada troupe que nos ha acompañado. Nuestros
registros, finalmente arrojan los siguientes datos: Pineta – Pineta. Refugios: 4. Jornadas: 4. Distancia: 52,3 Km. Tiempo total: 28h 15’. En movimiento: 17h
50'. D+: 4.855 m. D-: 4.885 m. Cota Máxima: 2.930 m. (Punto de retorno del
Taillon). Mínima: 1.240 m. (Ref Pineta). Las diferencias en el
total de los desniveles está relacionada con la pérdida de fiabilidad de las
correcciones manuales de los itinerarios afectados por la proximidad a paredes,
en los que las señales satelitales sufren rebotes. En cualquier caso, supone un
inapreciable 0,006%.
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