CARRERAS MONTAÑA
VIII Puyada Oturia
Domingo, 23 de septiembre de 2012
El incesante tintineo nocturno
de las gotas de lluvia en mi ventana anuncian la llegada del otoño, de un otoño
que esperamos generoso para que el cielo se reconcilie con la tierra, para que
esas aguas que traen vida fertilicen el reseco suelo de estos montes un poco
olvidados por esos alborotados frentes, como en general toda la atmósfera,
debido a esa conducta humana más empeñada en su propia codicia que en ir de la
mano de las Leyes Naturales.
Tarde y noche eléctricas,
fuera, pero también dentro, en esos músculos que han soportado el esfuerzo de
esta prueba, a la que temíamos, y hemos comprobado que con razón. Hay cosas que
no pasan el filtro de lo racional, y que sólo el corazón es capaz de llevarte a ellas,
y de equilibrio es buscar el concilio, porque en definitiva, el cuerpo, ese
machacado cuerpo, que le pilla en medio, es el gran pagano de las disputas.
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Salida y meta, con Sta. Orosia al fondo |
Siete y media de la
mañana. Autopista de Jaca a Sabiñánigo. El sol, antes de su salida, ya anuncia
su llegada, y lo hace con un mágico coloreado de las nubes, con unos tintes
amarillentos, anaranjados, rojizos, más propios de ventosos atardeceres. La
predicción es de vientos de sur y de tormentas por la tarde. Veremos.
Prueba enmarcada en el
Circuito Comarcal del Álto Gállego y del Circuito Trangoword, pero no así este
año en campeonatos ni en copas, y eso se nota en la participación. Hablando antes
de la salida con un viejo amigo, vinculado durante muchos años a la
organización, nos lo confirma.
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Antes de la salida |
Salimos con Olga, nuestra
pareja artística, porque esto es arte, no?, o tortura, como el debate taurino.
Personalmente, en ambos casos pienso que es lo segundo, aunque aquí, en este
loco mundo de las carreras por montaña, disfrutando, sufriendo, pero
disfrutando.
Algo pasadas las ocho y
media se da la salida a las tres modalidades de la convocatoria, la Puyada, el Medio Maratón y la Andada. Salida,
decimos, de este antiguo cuartel de Gravelinas, desde cuyo patio de armas nos
mira por encima del hombro ese Oturia que ya nos aguarda. Vamos a llevarnos bien, pensamos.
Un recinto cuartelario hace unos años convertido en reclamo turístico
albergando una colección de maquetas de los lugares naturales y monumentos del
Pirineo. Todo lo más relevante de nuestra cordillera en Pirenarium.
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Museo etnológico (foto serrablo.org) |
Ruta turística en pelotón
por Puente Sardas, pasando cómo no por el Museo Ángel Orensanz y Artes
Populares de Serrablo, que ubicado en Casa Batanero, recoge gran parte de
utensilios domésticos y pastoriles, de uso cotidiano, que corresponden tanto a
la arquitectura popular como a la religiosa de esos numerosos núcleos
rurales del municipio y la comarca, hoy abandonados, cuyas gentes tuvieron que
marchar de sus casas, de sus tierras, por desidia y olvido, dejando el alma de
los pueblos vagando por el territorio en busca de un nuevo futuro sin comprender
el pasado. Y eso se nota cuando los visitas.
Las obras de la nueva
autovía, a su paso por el sur de Sabiñánigo, han hecho una pequeña modificación
del trazado para acceder a esta sierra sureña, que acometemos sin dilación.
Unos trescientos de desnivel y cuatro mil de distancia para llegar al primer
avituallamiento, líquido, muy próximo a las ruinas de la ermita de San Pedro
(1.120 m), que da nombre a la sierra, y que el cabalgar por su loma, en un
continuo sube y baja, nos permite ver al sur, a nuestra derecha, el barranco de
Bailín, en cuyo seno se encuentra el vertedero del mismo nombre. Vertedero que,
como todos, esconde las vergüenzas de una civilización consumista y
derrochadora, que si bien está el separar para reciclar, tenemos que tender ya
a la siguiente fase, que es actuar en origen, es reducir el consumo,
especialmente en aquellos productos que más envoltorios y peor gestión tienen.
No podemos seguir derrochando recursos y luego salir al medio natural a
maravillarnos de él. Menos hipocresía y más conciencia y coherencia, cordura,
en definitiva.
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Olga en el avituallamiento del Basa |
Algo hay que ir pensando
para que no se nos haga tan largo. Seguimos. Olga ya apunta maneras. Maneras,
digo, de ir haciendo su carrera. Así debe ser, cada uno a lo suyo. Kilómetro 5
antes de llegar a lo más alto de esta loma, a Santa Engracia (1.250 m), para ya
bajar y bajar, hasta llegar al río Basa (800 m), y decimos río por no privarle
del título, porque está agónico. Bueno, aquí tenemos el segundo avituallamiento,
que luego, al regreso, hará de séptimo y último antes de meta. Nos atienden con
mucha amabilidad, como en todos según iremos comprobando luego. Agua, isotónicas,
frutos secos, melón, barritas, geles, todo bueno y abundante.
Un poco de curso de río,
de cauce mejor dicho, y luego nos embuten en un tubo para pasar al otro lado de
la carretera, ya en dirección a Osán (880 m), donde está el kilómetro 10 a la
hora y media de carrera, y desde donde ya hemos podido apreciar el objetivo
cimero de hoy, y esos dos paredones que hemos de salvar para conseguirlo.
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Santa Orosia, desde San Román |
San Román (1.010 m).
Tercer avituallamiento de la jornada. Líquidos que no se pueden rechazar. Punto
de inflexión para el medio maratón. Ellos regresan y nosotros seguimos.
Seguimos, digo, acercándonos a la base de ese conglomerado, formación en cuyo
puerto se erige el santuario de Santa Orosia (1.610 m), y al que llegamos tras
innumerables lazadas, pasando por el km 15, ya en compañía de Lucas y Marina,
dos componentes del 7:45, ese club al frente del cual, su Agustina particular,
Eva, da batallas en mil y un territorios. Dos horas veinte minutos de carrera.
Y algo tostadicos, ya.
Seguimos con Olga, pero
ya por poco tiempo, en esta subida se ha ido yendo poco a poco sin poder hacer
nada por mi parte para impedirlo. Es mucho lo que queda todavía y hay que ir
dosificando. La val Ancha, que a nuestros pies desemboca, se nos va abriendo y
ofreciendo toda su generosidad. También Peña Oroel y San Salvador, al este,
unidos ahora por esa figura proteccionista de Paisaje Protegido.
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Oturia, desde Sta. Orosia |
Finalmente llegamos a
poner bajo nuestros pies los pastos del puerto de Santa Orosia, donde sin
piedad se presenta ante nosotros la segunda gran subida del día, la del monte
Oturia. Una pequeña y suave bajada consigue cambiar el ritmo y nos acerca al
siguiente avituallamiento, junto al santuario. Es el cuarto y hay de todo.
Junto a él, distinto montaje de avituallas para otra prueba deportiva, ésta es
de BTT. Es la Quebrantahuesos en versión montaraz, que se estrena con el
Campeonato de España de BTT Maratón, y que nos acompaña por esta pista, que
corredores vamos acortando, y que nos desviamos de su recorrido al tomar ya las
rampas que nos llevan a la cima del Oturia, una vez pasado el refugio de
Sancocoba.
Primeras, segundas,
terceras rampas, y finalmente vemos la cima, señalada por un enorme hito de
piedras, en donde la organización ha puesto el cartel de kilómetro 20. Estamos
a 1.921 metros, y a menos de tres horas y media de carrera. Pregunto cómo vamos
y me dicen que bien en tiempo. Y a la pregunta de cuántos llevo por detrás, que
siete u ocho. Sólo siete u ocho, pienso.
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Val Ancha, desde el Oturia |
Las vistas. Vamos a
hablar de las vistas. Este es uno de los puntos dominantes de este reseco, en
lo humano, digo, territorio de Sobrepuerto, a caballo entre las cuencas del
Gállego y del Ara, a caballo entre las comarcas de Alto Gállego y Sobrarbe. Un
territorio que alberga diez o doce pueblos, diez o doce ruinas de pueblos cuyos
habitantes nunca lo tuvieron fácil, pero que tampoco se lo pusieron. Unos
pueblos a los que rendimos respeto y admiración recordando esas condiciones de
vida que marcaron a sus moradores para siempre, dejando por aquí sus raíces,
dejando por aquí una parte de su alma, que sigue preguntándose el por qué de
muchas cosas. Hoy en día, con medio siglo de por medio, en este aspecto, no han cambiado mucho
las cosas.
Al norte tenemos algunas
Sierras Interiores del eje pirenaico, encarnadas en la sierra de Partacua y
Tendeñera. Y el propio eje pirenaico, con los tresmiles tratando de asomar por
encima de las nubes que los asfixian. Al sur, de donde venimos, el inmediato
valle del Basa y demás sierras hasta Guara y Monrepós. Y al oeste tenemos la
inmensa Val Ancha hasta el Campo de Jaca, que se continúa en la Canal de
Berdún. Es la depresión media pirenaica con la que la naturaleza ha querido
separar las sierras interiores de las exteriores del Pirineo.
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Remanso de humedad, remanso de vida |
Larga y fatigosa ha sido
la subida, pero no menos va a ser la bajada. Vamos a ello. Y lo hacemos por la
ladera W, a mata caballo, desordenadamente, como podemos, en dirección a la
entrada (1.550 m) del barranco de Satué, donde nos encontramos el quinto
avituallamiento, sólo de líquidos, suficiente. Olga, qué fue de Olga?, marchó.
Seguimos con Lucas y Marina, con los que vamos haciendo el descenso por este
delicioso barranco, que más lo sería de llevar más agua. Nuestro
entretenimiento con las fotos hace que también se vayan marchando estos
compañeros.
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Iglesia de San Andrés de Satué |
Kilómetro 25. Cuatro
horas 10 minutos de carrera. De nuevo bosque, que algún claro nos deja respirar
y ver. Ver el Güé y una sierra de la Partacua cada vez más enredada en sus
nubes. Y de repente, ante nuestra vista, la iglesia de San Andrés de Satué, del románico serrablés avanzado. Pequeña, recogida, austera,
con su ábside de siete arcos de medio punto, ciegos, mirando al E, con su friso
de baquetones propio de esta arquitectura milenaria y que la Asociación Amigos
de Serrablo ha ido poniendo en valor a lo largo de las últimas décadas. Qué
rica el agua de la fuente del pueblo.
Salimos a la carretera, y
en un par de lazadas de asfalto nos topamos con el sexto avituallamiento,
también completo, donde nos reciben con entrega, amabilidad y sonrisas. Que no
falten. Bien vienen tras cuatro horas y media de carrera.
Desde luego, a estas
alturas ya no nos empiezan a venir bien muchas cosas, pero las incómodas
margas, es lo peor. Tras algo más de media hora, llegamos a Isún (980 m), en
cuya fuente nos avituallamos. No tan fresca como la de Satué. Por aquí pasa la
GR-16 ese sendero de gran recorrido que une pueblos y lugares de este vasto y
rico territorio que es el Serrablo.
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Borda en Isún |
Caminos de circunstancias
para llegar al cauce de un barranco, que nos deja en el del Basa. Otra media
hora escasa para llegar al séptimo avituallamiento, que fue el segundo a la ida.
También completo, y con apoyo sanitario. Quedan 5 kilómetros, pero no plácidos
hasta meta precisamente, porque hay que dejarse engullir de nuevo por el bosque
de esta sierra de San Pedro, aunque eso sí, por caminos más bajos que los de
esta mañana. Cuando creemos que ya lo habíamos visto todo en subidas, nos
encontramos con un voluntario en un cruce que nos indica que hay que desviarse
a la izquierda, que hay que subir más. Le preguntamos si es una broma, le
preguntamos si hay alguna cámara oculta, porque la cara que se nos queda es
para ello. Negativa la respuesta a todas las preguntas. Se le ve aburrido de
estar ahí toda la mañana, y nosotros de subir y bajar cuestas. A ver si es la
última.
Km 35, xD, qué ganas
tenía de verte, pero seguimos subiendo. Ya vemos nuestro objetivo, ya vemos ese
edificio castrense donde está emplazada la meta. Seguimos, eso sí, bajando ya,
pero por un camino directo, sin lazadas, que más parece una trocha de
extracción de madera. Las rodillas claman por cuándo se termina esto. En un
lugar próximo ya a dar con las obras de la autopista, me alcanza una chica, y
muy próximos a ella, otro corredor, acompañado por el hombre escoba. ¡Los siete
u ocho del Oturia se han convertido en uno! Viene mal, con fuertes tirones en
cuádriceps, pero yo no voy mejor, con muslos como piedras y calambres en
tibiales.
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Sta. Orosia y depresión del Basa |
Llegamos al cruce carretero,
y la aproximación a Pirenarium ya no se hace por donde esta mañana, ¡menos
mal!, que se hace por el interior del pinar contiguo a la carretera, lo más
directo ya a meta. Y estos dos, como si hubieran encontrado en mí un pretexto
para no llegar los últimos tiran y tiran. Yo también, pero menos, de modo que
acompañado por el escoba, hacemos la entrada en meta algo pasadas las tres de
la tarde, con un recibimiento megafónico que me hace sentir como el primero.
Aquí está Olga, desde hace como treinta y cinco o cuarenta minutos, y Orosia,
que ha venido a formar parte del ambiente. Ya están dando los trofeos a los
ganadores. No hay para el último, hasta para eso hubiéramos llegado tarde.
Echamos la mirada al
Oturia, que nos guiña el ojo, supongo que felicitándonos por haber terminado.
No me importa el puesto. Es hasta una anécdota, no me había pasado nunca. Lo
que sí me importa es el haber sido capaz de haber terminado esta octava edición,
de una prueba con ganas de haberla hecho desde la primera, pero que siempre la
hemos mirado de reojo. No hemos querido dejar pasar más tiempo para ello, ocho
años es suficiente, y los próximos ocho no serán como los anteriores.
Sus 4.400 metros de
desnivel acumulado, en un ininterrumpido rompe piernas son razones suficientes
para calificar la prueba de dura, durísima. Suponemos que lo es, pero que se
nos ha hecho más aún. Vamos, para no repetir mañana. Y al año que viene,
veremos. Ello no quita para reconocer que la organización es de 10, en todos
los aspectos, en señalización del recorrido, en avituallamientos, en controles,
en estar pendientes del participante, en amabilidad y entrega. Mi
reconocimiento especial a los voluntarios. No alcanzamos a entender por qué no
está en los circuitos oficiales autonómicos, nacionales, e incluso
internacionales, como en algún tiempo estuvo.
Avituallamiento de
líquidos y un buen plato de macarrones y migas hacen que nos vayamos más
repuestos. A recuperar, de piernas y de cabeza.
El reportaje completo de fotos, en:
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